“Los gobiernos, las ideologías, los caudillos, van y vienen, pero los problemas económicos permanecen, y los más afectados siempre son los más pobres.”
Uno de los llamados más insistentes del actual gobierno es a una mayor flexibilidad monetaria, que se traduzca en tasas de interés más bajas y un nivel mayor de impresión de dinero. El gobierno, en varias ocasiones y a través de distintos interlocutores ha indicado que las medidas que ha tomado el Banco de La República afectan el consumo y la dinámica industrial, impiden la reducción de la desigualdad y la pobreza, y en general frenan el desarrollo socio económico. Ante la insistencia de este mensaje, es importante hacer algunas precisiones.
En primer lugar, es necesario recordar que, como bien lo indicó Gregory Mankiw, la política económica se asemeja al manejo de un barco, donde hay un rezago temporal entre el momento que se vira el timón y el momento en el que el barco efectivamente reacciona. Esto nos invita a tener presente algo importante: los gobiernos, las ideologías, los caudillos, van y vienen, pero los problemas económicos permanecen, y los más afectados siempre son los más pobres.
En primer lugar, el Banco de La República tiene la misión de mantener una inflación baja y estable. Para ello, se implementó como estrategia la inflación objetivo y los dos instrumentos más importantes que se tienen para alcanzarla son la graduación de la tasa de interés y el control de la emisión de dinero. Sobre la tasa de interés, esta se aumenta con la finalidad de ralentizar el consumo, especialmente el que se realiza a través de tarjetas de crédito, dado que este, al aumentar excesivamente por encima del poder adquisitivo de las personas, lleva a futuro a un deterioro de la cartera, un aumento del endeudamiento, un decrecimiento acelerado del consumo y en consecuencia de la demanda agregada, y un golpe para la producción, que usualmente se traduce en un aumento del desempleo. Es decir, una cadena de eventos adversos para la economía.
Segundo, hay un consenso relativamente amplio sobre el hecho que la emisión de dinero por parte del banco central tiene dos objetivos: lograr una cobertura acorde al crecimiento económico, es decir, que exista una cantidad de dinero acorde al volumen de bienes y servicios de una economía, para no tener problemas de liquidez; y la reposición del dinero que sale de circulación, usualmente por desgaste. En ciertas ocasiones, y con “ciertas” me refiero a casos muy puntuales de estancamiento económico, ampliamente descritos por Keynes, la emisión de dinero es un instrumento valioso en el corto plazo para, por la vía del aumento del gasto público, estimular la reactivación de la economía. Es importante enfatizar que este es un caso particular de la economía; la literatura es amplia y la evidencia es robusta, en lo que respecta a los efectos nocivos de una emisión excesiva de efectivo en momentos donde no se requiere.
Ahora bien, ¿por qué tanto interés por controlar la inflación? Fundamentalmente, porque ocasiona la pérdida de poder adquisitivo, es decir, empobrece a las personas, y esto es particularmente relevante en nuestra sociedad, donde se requiere mucho tiempo y recursos para reducir la cantidad de personas en pobreza extrema, pero basta con un pequeño traspiés, una coyuntura desafortunada, para aumentarla. Colombia tiene muchos retos en materia social y económica, pero no es sensato ni responsable aseverar que estos recaen sobre la política monetaria. La estabilidad macroeconómica no es una condición suficiente, pero si necesaria para el desarrollo socio económico. Es decir, que el Banco de La República tenga una postura técnica, sobria y no politizada sobre el control de la inflación eliminará automáticamente el desempleo y la pobreza; pero tener un banco central que se mueva al vaivén del capricho político y el afán electoral si nos garantizará problemas económicos que directamente impactan sobre la calidad de vida de las personas, y que para desgracia de muchos países sobre los cuales deberíamos tomar ejemplo, ocasionan problemas de largo plazo que duran mucho más que un mandato de gobierno.
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