El capitalismo es el mejor aliado del planeta (aunque no lo quieras admitir)

Mientras algunos siguen culpando al capitalismo de la crisis ambiental, los datos y la historia muestran que la libertad económica y la innovación son, en realidad, nuestras mejores herramientas para salvarlo.

Durante siglos, la humanidad vivió en pobreza extrema. Más del 90 % de las personas apenas lograba sobrevivir, con hambre crónica, plagas y una esperanza de vida de apenas 30 años. Hoy esa cifra se ha reducido a menos del 10 %. No fue la caridad ni los gobiernos quienes nos sacaron de esa miseria, sino el comercio, la innovación y los incentivos que solo existen en libertad.

Ese salto histórico no solo nos hizo más prósperos: nos permitió preocuparnos por algo impensable para nuestros antepasados… el planeta. Cuando el hambre y la supervivencia son la única prioridad, no hay espacio para mirar más allá del corto plazo. Solo cuando las sociedades prosperan pueden destinar recursos, tiempo y creatividad a proteger el medio ambiente.

No es casualidad que las energías renovables más exitosas –solar, eólica, geotérmica– hayan nacido de emprendedores y científicos compitiendo en mercados libres. Que hoy podamos reciclar materiales complejos, diseñar edificios autosuficientes, plantar árboles con drones o producir energía limpia a partir de las plantas no es obra de comités burocráticos. No. Es de individuos y empresas con libertad para innovar.

La pandemia del COVID-19 nos dejó otra lección poderosa: cuando nos encerramos, la naturaleza toma las calles. Cielos despejados, animales recorriendo las ciudades… un recordatorio de que los seres humanos podemos vivir en equilibrio con nuestro entorno, si elegimos conscientemente cómo actuar. Ese equilibrio no es una utopía ni requiere destruir el capitalismo de libre empresa, por el contrario, aprovecha su dinamismo con responsabilidad.

Hay quienes insisten en confundir capitalismo con consumismo irracional. Pero el mercado no obliga a nadie a tirar baterías a la basura ni a comprar desechables. Un ejemplo claro es el de los vaporizadores: creados como una herramienta para reducir los daños del tabaco, se convirtieron en basura tóxica porque muchos consumidores priorizan la comodidad de los dispositivos desechables en lugar de optar por recargables. No es culpa del mercado: es una decisión personal que puede y debe corregirse.

La iniciativa privada y los ciudadanos, en libertad, han demostrado ser más efectivos que los gobiernos en responder a las crisis. En los terremotos de México fueron los ciudadanos y las empresas quienes enviaron ayuda inmediata, entretanto el gobierno pintaba las cajas con su logo partidista. En los incendios de Australia las donaciones privadas superaron con creces las promesas oficiales. Incluso un YouTuber como el estadounidense MrBeast ha logrado plantar millones de árboles y llevar agua potable a comunidades enteras con acciones más rápidas y efectivas que los organismos internacionales (visitó el fin de semana pasado el departamento de La Guajira, en Colombia, como parte de su misión de llevar el líquido vital a personas que carecen de acceso a este).

Paradójicamente, los países más contaminantes no son los que tienen economías más libres o cercanas al ideal del capitalismo laissez faire, sino algunos de los más autoritarios. Bajo su régimen comunista, China sigue siendo el mayor emisor de CO₂ del planeta, responsable de casi el 30 % de las emisiones globales. La ironía es que mientras activistas en Europa tiran sopa sobre obras de arte para “crear consciencia”, sus discursos omiten deliberadamente a China o India para no incomodarlos como los grandes emisores. La narrativa que criminaliza a las sociedades abiertas por sus emisiones ignora que, precisamente gracias a su libertad económica, son las únicas capaces de invertir en tecnologías más limpias.

Por eso es tan contradictorio que grupos como Greenpeace o figuras mediáticas como Greta Thunberg negocien con grandes corporaciones y gobiernos “selectos” para mantener el negocio del activismo. Critican a quienes producen, al tiempo que se hacen los de la vista gorda frente a los que realmente contaminan a gran escala. Su activismo performático –como vandalizar museos– poco contribuye a resolver los verdaderos problemas ambientales y solo distrae del punto central: quienes más contaminan son los que menos libertad tienen para innovar.

Las sociedades libres generan personas con mayor poder adquisitivo, lo que facilita que adopten tecnologías sostenibles: paneles solares en casas, coches eléctricos, filtros de agua, ropa ecológica, edificios verdes. Simultáneamente, en países empobrecidos por el autoritarismo, las familias siguen cocinando con leña y contaminando su entorno inmediato porque no tienen mejores opciones ni recursos para pagarlas.

El capitalismo de libre mercado no es perfecto, pero ha demostrado ser el sistema que más vidas ha salvado, más pobreza ha erradicado y más soluciones ha generado para nuestro planeta. Pedirle al Estado que imponga más prohibiciones solo le da más poder para decidir a quién castiga y a quién premia, debilitando la responsabilidad individual que tanto necesitamos para construir un futuro sostenible.

No hay apocalipsis: hay problemas y soluciones reales. Y esas soluciones no saldrán de burócratas con decretos verdes ni de activistas de museo; saldrán de personas comunes, empresas audaces y ciudadanos conscientes, actuando en libertad.

Quizá no seas toda la playa, pero eres un granito de arena. Y cuando cada uno hace lo que le corresponde, predicando con el ejemplo, esos pequeños granos juntos forman la costa sobre la que descansa el futuro. Porque el verdadero cambio empieza siempre contigo.


La versión original de esta columna apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.

Majo Salinas

María José “Majo” Salinas es una mujer emprendedora y multifacética, que ha destacado en diversos campos gracias a su gran capacidad de adaptación y a su incansable espíritu de lucha. Licenciada en Comunicación, Majo ha sabido combinar su pasión por la creatividad y la innovación, con su compromiso por difundir las ideas de la libertad. Especialista en marketing digital y asesora patrimonial, ha ayudado a numerosos emprendedores y empresas a crecer y prosperar en un entorno cada vez más competitivo. Además, es colaboradora activa de distintas organizaciones liberales-libertarias como Liberales Disidentes y México Libertario. Es Líder de LOLA Capítulo Guanajuato, donde ha resaltado por su compromiso y su capacidad para liderar e incentivar a los demás.

Pero, sin duda, uno de sus mayores logros ha sido fundar y dirigir FEMINISMO ORIGINAL, un movimiento que busca recuperar la esencia del feminismo, alejándose de las corrientes más radicales y promoviendo la igualdad de oportunidades y el empoderamiento de las mujeres desde una perspectiva libre y responsable. Con su ejemplo de perseverancia, dedicación y pasión por lo que hace, Majo Salinas se ha convertido en un referente de lucha para todos aquellos que buscan hacer de su vida algo más que una mera rutina y defienden sus ideales con todas sus fuerzas.

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