“El país recorre una senda muy peligrosa donde el destino es el abismo. El autor de la debacle de Colombia es Gustavo Petro que quiere ver a un país en llamas y destruido.”
Lo ideal en una nación es que, en su mayoría, se hable bien del gobierno de turno por sus éxitos y su trabajo en el arte de gobernar. En nuestro sistema democrático, es decir, en el sistema democrático, los individuos eligen a personas para que organicen y arbitren las reglas de juego de la sociedad para tener una convivencia mejor. Lo contrario es el caos, la desesperanza, el miedo, el enojo y la rabia, nada alejado de la realidad de lo que pasa hoy en Colombia.
Gobernados por un grupúsculo de individuos que creen que estar en el estado es jugar con el futuro de las personas, con su dinero y con sus proyectos de vida. Eso sucede ahora en la Colombia “gobernada” por Gustavo Petro. Lleva dos (2) años y unos días en el poder y lo que más ha relucido a la opinión pública son escándalos de corrupción, inmensa inseguridad, incertidumbre económica y política y, por si fuera poco, una ola de victimización por parte del presidente que pareciera que los males de la humanidad fueran causados por todos los individuos de Colombia. Una locura.
El país vive con miedo ante la inseguridad rampante, la economía vive un momento álgido por la incertidumbre que inyecta el gobierno a través de sus anuncios de medidas que buscan socavar el ahorro y el futuro de cada colombiano. En este punto, los individuos no pueden pensar en otra cosa que la de mantener cautela para hacer transacciones y negocios. La amenaza de confiscar el ahorro está sobre la mesa y no es “pánico económico” que los colombianos piensen que su economía se puede ir para el piso.
Es el gobierno el que instaura el miedo entre la sociedad y, no descarto que, sea una estrategia de Petro y sus colaboradores anunciar y tomar ciertas decisiones para controlar el pensamiento y los sentimientos de las personas. Lo digo porque la historia de la humanidad lo ha demostrado, un ejemplo tácito es el incendio provocado en Roma por el emperador Nerón Claudio César Augusto Germánico – Nerón – en el año 64 donde premeditó el incendio para construir palacios y estatuas a expensas de la vida de los romanos y culpando, vilmente, a la comunidad cristiana que se asentaba en la capital del imperio.
Nada distinto a lo que hace Petro en Colombia pero de una manera sutil y demagógica. Es decir, está incendiando el país con maneras y formas “modernas”. Por ejemplo, no permitir más exploración y explotación de recursos minerales e importar para que los costos aumenten y los combustibles y el gas sea más caro; cambiar la empresa que imprime los pasaportes con un argumento falaz de que lo privado no funciona, al día de hoy, no se han podido sacar muchos pasaportes afectando, como es natural, la vida de muchos colombianos y por último la escasez de combustible para los aviones para que nadie pueda viajar ni disfrutar su dinero y su tiempo. Claro, algunos dirán que no es culpa de Petro y su gobierno, pero la realidad es que los colombianos están sufriendo a causa del discurso de un idolatra de Marx, Stalin, Hitler, Mussolini, Castro y Chávez.
Un gobernante debe escuchar el clamor de los individuos y gobernar de acuerdo a las necesidades de las personas y no, como lo hace el gobierno colombiano, que piensa y decide con la vísceras intoxicadas de ideología y soberbia.
Se ha dicho mucho y no hay que subestimar esos mensajes que la prensa en Colombia está en peligro de censura por parte del ala más radical del gobierno Petro y es a esta a la que Petro escucha, qué peligro. Porque – ojalá no suceda – entonces se llegara el momento en que quien diga algo en contra del régimen será perseguido y silenciado y si esto llegare a suceder, Colombia será la sede de una tiranía. Así que, mientras se pueda seguiré escribiendo en contra de la amenaza mayor que tiene el país que es Gustavo Petro y su milicia de esbirros.
Deseo con todo mi corazón que Colombia NO caiga en desgracia pero también, a través de esta modesta tribuna de opinión, tengo que dejar constancia de las preocupaciones de millones de colombianos. Es una lucha de largo aliento que debe ser asumida con valentía y corriendo todos los riesgos.
¡Dios bendiga a Colombia!
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