El Cambio que no fue

José María Dávila Román

“No estamos viviendo sabroso, no hay paz total y el gobierno que prometía ser distinto empezando por combatir de fondo la corrupción, en menos de dos años ya tiene grandes escándalos que el presidente Petro trata de minimizar”.


El próximo 7 de agosto, el gobierno del presidente Gustavo Petro cumplirá dos años de mandato. La promesa de un cambio para vivir sabroso quedó en eso, en promesa. En la instalación del nuevo periodo legislativo ocurrido el pasado 20 de julio, el representante a la Cámara por Antioquia, Daniel Carvalho de la Coalición Centro Esperanza, que no es coalición de derecha, fue uno de los que mejor definió el modo en el que el presidente Petro viene gobernando el país, le dijo:

“(Siento) Preocupación porque el país no va bien en seguridad, en transparencia ni en confianza institucional. No va bien administrativamente a juzgar por los pobres indicadores de ejecución. Hablo de desilusión porque este recinto (el Congreso), que tantas veces lo vio brillar, ahora lo ve permanentemente atacando a la prensa, irrespetando al Congreso y con una cantidad de funcionarios implicados en casos graves de corrupción. Alguna vez le escuché decir que usted se aburría en la Casa de Nariño. Se le nota señor presidente en su actitud, en la desidia con la que atiende muchísimos de los asuntos del Estado. Parece haber renunciado a gobernar y ya nos tiene hablando del 2026” (ver)

Efectivamente el país no anda bien en términos de orden público. El Gobernador de Antioquia denunció esta semana como disidentes de las FARC se trasladaban en vehículos de la Unidad Nacional de Protección de manera irregular; los diálogos con el ELN no avanzan y cada vez este grupo al margen de la ley toma más ventaja.

Mismos escuderos del gobierno, como el congresista Agmeth Escaf, se quedan sin argumentos y se suman a las denuncias de inseguridad. El pasado jueves replicó: “Hoy, en la Vía Oriental, entre Sabanagrande y Santo Tomás, una bandera del ELN se asoma, generando zozobra. ¿Hace cuánto no pasaba esto? A la fuerza pública y a los militares, todo mi respaldo” (ver). Pero ¿qué motivación puede encontrar la fuerza pública para combatir a los ilegales si el mismo gobierno les ha quitado capacidad de maniobra? Decía el director de la Unidad Nacional de Protección, a propósito del bochornoso episodio con el traslado irregular de los disidentes de las FARC, que a estos debían darle esas gabelas y no los podían meter a la cárcel a pesar de llevar armas y dinero que no podían justificar porque era la manera de que dejaran las armas y entraran nuevamente a la legalidad. En resumen, laxos con los ilegales y duros con los que cumplen las normas. El mundo al revés.

Está bien establecer procesos de diálogo, pero tampoco ceder el control para que sean los ilegales los que impongan las condiciones. El despeje del Caguán fue una de esas famosas condescendencias que hicimos en la búsqueda de la anhelada paz y no resultó nada bien, por el contrario, fortaleció aún más a las FARC.

No estamos viviendo sabroso, no hay paz total y el gobierno que prometía ser distinto empezando por combatir de fondo la corrupción, en menos de dos años ya tiene grandes escándalos que el presidente Petro trata de minimizar diciendo que en otros gobiernos fueron más corruptos que en el de él; pero es que no se trataba de quien era más o menos corrupto. La mayoría de los que votaron por el “Cambio” de verdad creían que este iba a ser un gobierno que daría ejemplo en transparencia y rectitud. Pero no: tienen denuncias por financiación ilegal de la campaña del “Cambio”, investigaciones por “chuzadas” y ni qué decir del gran escándalo de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres UNGRD que ya tiene a Olmedo López y a Sneyder Pinilla cantando en Fiscalía y que ha dejado, por ahora, la renuncia de Carlos Ramón González como director nacional de Inteligencia, uno de los más cercanos a Petro; y se espera, que pronto, también renuncie el ministro de Hacienda Ricardo Bonilla.

Todo un papelón, que pone al gobierno a dar explicaciones y lo alejan de su misión central de ejecutar y garantizar el bienestar de la sociedad. Son las cosas de haber tenido que negociar para llegar al poder. A ese que por años Petro anheló, pero que, sin gobernabilidad ni legitimidad, ese cambio quedará en nada y el país con sus eternos problemas de corrupción y orden público más agudizados.

 

 

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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