El cambio en reversa

Finaliza un año de múltiples acontecimientos que marcarán el rumbo y fijarán la agenda política, económica y social de Colombia para este 2024. La izquierda en el poder es el reflejo de un pésimo gobierno. Pasan los meses y su presidente es la muestra palpable de un sujeto egocéntrico y mitómano al que le quedó grande el país.


 

Convulsionado actuar del gobierno del cambio, y sus fallidas transformaciones sociales que transitan en el Congreso, devela la crisis de un sector político que mucho señaló, criticó, prometió, habló y nada ha cumplido. Lo que fue un clamor popular, insatisfacción constituida en protesta social, ve cómo cada día se deja de lado la obligación de priorizar acciones que respondan a las necesidades ciudadanas. Oír no es lo mismo que escuchar, el primer acto es involuntario y denota la percepción de una sensación a través del oído, la segunda acción, que es voluntaria, conlleva a poner atención y tomar correctivos frente a un aviso como el que se percibe en cada rincón del país. La indiferencia estatal, o el minimizar los hechos, más que un acto de mezquindad e incompetencia atiza los ánimos de quienes apostaron por una postura ideológica y ahora defraudados padecen los erróneos pasos de la administración Petro Urrego.

Actuar gubernamental marcado por errores procedimentales y traiciones políticas bajo un panorama hostil, nada serio e incoherente, es el marco democrático que acompaña a su mandatario. La credibilidad estatal se ha visto minada por una serie de escándalos, y desigualdades, que acrecienta las diferencias al interior del colectivo social. El sisma político que acompaña la inexperiencia de la izquierda en el poder devela una falta de casta electoral. Contrario a lo propuesto, el gobierno del cambio más que llamar a la unión nacional intensifica las tensiones y agudiza antiguas divisiones. Los pensamientos de extremo se muestran obsoletos y radicales, más allá de lo político, la gente quiere una filosofía de vida que se circunscriba en la honestidad y la decencia, estructura ideológica con deseo de servir y capacidad para liderar un país cada vez más perdido, en un caos económico, y sometido.

La agenda política y social para este 2024 exalta una serie de temas pendientes, y de urgente atención, por parte de la administración comanda por Gustavo Francisco Petro Urrego. La coyuntura que atraviesa Colombia pide seriedad, serenidad y actitud del ejecutivo, pero a su vez la voluntad popular para aceptar una forma diferente de concebir el mundo y contribuir al desarrollo del país. Sin lugar a duda el tema prioritario será atenuar la inestabilidad económica, las divergencias con empresarios, sindicatos y el colectivo social. Es imperante sentar puntos de acuerdo y fijar ejes de acción frente a la reforma laboral y sus elementos conexos en pensión. Lo propio debe ocurrir con los debates que le quedan a la salud y el giro de 180º que se le quiere dar a la educación.  La discusión será frente a normas que por años han fracturado el ecosistema social colombiano sin propuestas claras, fundamentadas y con argumentos.

Si bien la economía colombiana no reporta índices crónicos, como se vaticinó en un principio, el crecimiento y su dinámica difiere de lo que ocurre en otros países de la región. El equipo económico, que le habla al oído a su presidente, debe buscar caminos de estabilidad que brinden seguridad para la llegada de capital extranjero que influya en la competitividad y se traduzca en inversión social y la reducción del desempleo. El gobierno del cambio parece ensañarse con la clase media colombiana sin dar solución a los indicadores sociales que agitaron el inconformismo de la masa protestante desde 2019. La corrupción que se ha evidenciado atomiza la credibilidad en la clase política y la institucionalidad, el colectivo social está ávido de un compromiso del ejecutivo y el legislativo para sacar adelante las normas que más convengan a los colombianos.

Las pérdidas inimaginables de dinero que ha propiciado la improvisación de la izquierda en el poder delinean una descomposición social arropada en grandes banderas ideológicas, materialización de una realidad que demuestra que ellos son iguales o peores a lo que tanto criticaron por años. La tan anhelada “Paz total” deja serios cuestionamientos por la violencia que se ha incrementado en los diversos rincones y extremos del territorio nacional. Desagrado creciente por los grupos al margen de la ley, que convergen en el beneficioso negocio del narcotráfico, el secuestro y la extorción, establecen un régimen del miedo y el terror sustentado en un brazo armado que intimida y se apodera de zonas de la geografía colombiana. Elementos que llaman a que su mandatario deje la complacencia con los actores al margen de la ley y fije una política de seguridad que desde las fuerzas militares confronte a los irregulares y recupere la confianza del colombiano.

La estrategia política del Pacto Histórico, y la administración de Gustavo Francisco Petro Urrego, requiere de un fuerte revolcón porque los hechos y el tiempo ya les pasan una factura por los errores crasos en el legislativo y la agenda social. La tarea será ardua, el camino áspero, pero es la ruta que se debe afrontar para tratar de restablecer la confianza en la desdibujada instancia democráticamente elegida. Escuchar la voz del constituyente primario es el camino para emprender el cambio que tanto claman desde la izquierda. La historia social de la nación delinea un desgaste de figuras que fungen de nuevos líderes, pero lejos están de conectarse con la equidad y las necesidades de la población colombiana. Esguince permanente que se hace a las propuestas de campaña por parte de su presidente no es más que el testimonio de la inoperancia, inexperiencia y flaco músculo de gestión en el poder que acompaña un cuatrienio que tiene más objeciones y dudas que aciertos.

Estupidez constante en el actuar procedimental del ejecutivo cimienta la senda discursiva de una casta política para la que el concepto de la palabra ÉTICA se perdió hace rato. Pérdida de tiempo y energía de la población es caer en las peleas públicas, espectáculo de pantallas mediáticas y sociales, de embusteros políticos que se rasgan las vestiduras en público, pero en privado hacen gala de una cortina de humo en la que se burlan del ciudadano. Gazapos de acción y omisión, que han acompañado al gobierno del cambio, establecen tensiones al interior de las fuerzas del gobierno que ya se distancian del Sensey de los humanos y esbozan tintes que no encajan con el respaldo político brindado en la candidatura electoral y los primeros meses de su mandatario en el poder. Atropellado panorama se entreteje para un país que está ávido de un cambio, del compromiso de un burgomaestre que atienda la crisis política, económica y social en que se encuentra sumida la nación.

El músculo ejecutivo de un caudillo no se mide desde los micrófonos de los medios, y su discurso beligerante en los escenarios sociales, sino desde su capacidad de acción y reacción al frente de una administración tan compleja como la colombiana. Por lo pronto son más las ilusiones que se tenían que la realidad de su presidente en el ejercicio de sus funciones, por el bien de los colombianos solo resta esperar que pueda asimilar el cargo y recomponer el camino para la transformación que tanto anhela y requiere el país. El claro desconocimiento del estamento público, y obvia demagogia populista oportunista del momento, trajo votos bajo un sofismas distractor que ahora se busca prolongar en el tiempo. Deber de memoria del electorado es tener presentes las promesas de campaña y alzar la voz de protesta, el respetuoso reclamo, ante las contradicciones evidentes entre el discurso electoral y la realidad ejecutiva del momento. El ideario político que propendía por la igualdad social, el equilibrio de una sociedad justa, lejos se ve de constituirse en realidad, por lo pronto, lo que queda claro es que en Colombia el cambio entró en reversa.

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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