… Y que todos sean los que vigilan todo,
para que no sea uno sólo quien vigile a todos.
Porque es fácil engañar a la gente
Con palabras bonitas, con dinero
Y con promesas que luego no se cumplen.
Todos están en el gobierno.
Unos con mas representantes
Y otros con menos.
Porque unos han ganado
Más votos que otros.
Del libro Cómo puede ser la democracia de Equipo Plantel. Media vaca ediciones. Valencia. 2015.
Un amigo extranjero tenía que salir del país para poder ingresar de nuevo a Colombia en calidad de turista y no ser deportado. Quería seguir viviendo en Colombia, aunque también tenía que hacerlo: regresar a su país significaba insertarse al servicio militar, asunto al que se oponía para estar legal en su propia tierra.
Venezuela era el primer mundo en esa época, imposible. Brasil con sus precios inalcanzables, Perú estaba muy lejos. Cinco amigos decidimos acompañarlo, pasar la frontera, llegar a la capital, sellar su pasaporte y volver a Colombia, a Medellín, para en tres meses tratar de gestionar una petición de asilo.
A las seis de la mañana nos encontramos en la Terminal del Norte de Medellín, cada uno había asaltado el mercado de su casa: papas, arroz, panela, galletas Saltinas, latas de sardina porque el atún era para los ricos, barras de chocolate, un frasquito de salsa de tomate y dos latas de leche condensada.
Recogimos dinero para comprar los tiquetes de bus de Pasto a Medellín, pero no había dinero para el viaje de ida. Decidimos irnos hasta Quito en “Auto Stop”; práctica de viaje de los que no tienen dinero, muy utilizada en los años ochenta en Estados Unidos y Europa. En Colombia no fue tan masiva pero se usó muchos años a pesar de la guerra. Una vez tenías listo tu morral salías a la carretera, empuñabas la mano con el dedo pulgar en dirección a la vía, indicando que tenías que viajar y a la espera de que alguien accediera a llevarte en su carro hasta un tramo del camino.
Entre carcajadas nerviosas y emocionadas nos abrazamos y empezó la aventura. Como éramos seis, sabíamos que iba a ser difícil que un carro nos recogiera y estábamos dispuestos a encaramarnos en camiones o volquetas con ganado, granos o lo que fuera. Sabíamos que lo íbamos a lograr, pero con la condición de que no nos separaríamos en ningún tramo.
La primera sorpresa fue un auto que nos paró, corrimos gritando:
– ¡Vamos para el sur!
El conductor nos dijo que subiéramos y alcanzamos a llegar a Cali. Llegar a Quito no fue tan difícil. Lo dificultoso fue llegar a acuerdos entre nosotros. Por mencionar el que más recuerdo: estábamos en un pueblo ecuatoriano, sencillo pero costoso para nuestro presupuesto. Moríamos de hambre, de frío y sueño. Llevábamos cinco días sin dormir en una cama, el hambre nos tenía temblorosos. Con el dinero que teníamos, sin poner en peligro el regreso, alcanzaba para que todos comiéramos un plato corriente, uno por persona, o pagar una habitación donde dos dormirían en una cama y los otros cuatro en el suelo.
– Elijamos democráticamente. ¿Quiénes quieren dormir bajo techo?, ¿Quiénes quieren comer?
Ganó la mayoría. No lo podía creer. Yo no podía entender cómo mis amigos del alma podían pensar que uno con hambre duerme. Mi amiga y yo tuvimos que aceptar el voto mayoritario. Alquilamos una habitación, asquerosa y sin baño.
No nos pudo ir peor. Ninguno durmió bien y terminamos ruñendo dos tabletas de chocolate amargo con el último pedazo de panela que nos quedaba, esa fue nuestra cena-desayuno a las cuatro de la mañana.
La democracia tiene sus bemoles y 2016 ha sido el mejor ejemplo para decir que este sistema es el primer reality creado por la humanidad. Dicho mejor, la humanidad descuidó a la democracia y sus gobernantes garantes se olvidaron de educar a los ciudadanos para que al momento de decidir democráticamente no influyeran motivaciones personales, es decir, casi perversas. Se vota por afectos, pasiones, caprichos ideológicos, negocios, lástimas y hasta por criterios de belleza subjetivos. El bien común no existe.
La democracia está siendo la herramienta para perpetuar los pareceres, las tiranías de izquierda o derecha – Venezuela, Nicaragua, Siria, Rusia –. Los miedos posibles ante la posibilidad de acoger a los demás, como sucedió con el brexit en el Reino Unido, o los resultados electorales en Estados Unidos y en Colombia con el plebiscito bien llamados votos castigo, donde es evidente que quienes no obtuvieron el poder en las anteriores elecciones, vienen con toda la venganza en esta oportunidad sin pensar en los contextos, las consecuencias. No olvidemos la tensión democrática que ha vivido España este año.
Preocupa mucho esta evidencia. La democracia con el tiempo se ha convertido en una alternativa para manipular a las masas y favorecer el poder de unos pocos, quienes cuentan con los medios de comunicación y las redes sociales a su favor.
El ejercicio del periodismo, oficio garante de la libertad de expresión y del derecho que tienen los ciudadanos a estas informados, se ha perdido en el camino. Jóvenes periodistas que ejercen, figuran pero no leen, no estudian. Desconocen la historia. A estas alturas de noviembre en Colombia hay periodistas que siguen nombrando a Rodrigo Londoño con el Alias de Timochenko y al acuerdo final lo siguen nombrando “mamotreto”, mientras otros desconocen que el Congreso fue elegido por votación para que nos representen y afirman la ilegalidad de la refrendación del segundo acuerdo.
El bien común no importa. Importa cómo puedes manipular a muchos para obtener seguidores y mayorías a pesar de ellos mismos. Presiento un tiempo difícil, porque la humanidad perdió la brújula universal.
Nuestro viaje duró 20 días, llegamos deshidratados, débiles, con los labios descarnados y nuestro amigo con el pasaporte sellado que decía que podía vivir otros tres meses entre nosotros. La amistad cambió, no nos queríamos como antes pero estábamos felices de haber logrado el objetivo. El objetivo puntual, no el que nos unía, nuestra amistad.
Descuidamos lo que teníamos a bien y las necesidades individuales fueron primando hasta gobernar la sensatez, la inteligencia y el amor que nos quedaba en el trayecto. Lo que escucho, veo y leo me indica lo mismo. GANAMOS, pero y la victoria ¿cuál viene siendo?
Muchos embriagados de éxito pueden decir que han ganado mucho, que este es el tiempo de ellos. Otros, la gran masa, poco puede importarles quién gane y quién tenga el poder, la vida sigue igual, trabajar largas jornadas para tratar de sobrevivir y no dejarse salpicar de las fuerzas poderosas.
Para Colombia se vienen mínimo dos años donde los unos desde su balcón insultan a los del frente y estos responderán con otros tantos, mientras algunos crearán estrategias de manipulación para ganar y ocupar el poder. Para el resto del mundo un deambular entre legitimidades, oposiciones y revueltas mientras la naturaleza nos cobra la brutalidad.
“… La democracia es el sistema de gobierno más justo,
si bien no garantiza resultados justos”.
Victoria Camps en su libro: Paradojas del individualismo. Colección Crítica Ed Grijalbo. España.1993