Traigo esa anécdota, porque hoy es el día de pensar en aquellos talentosos medianamente invisibles, es decir, los que sin títulos ni doctorados, sin maestrías ni especializaciones, han logrado salir adelante, han formado y sostenido un hogar… desde relojeros, lustrabotas, sastres.
De los talentos, esos valores diferenciales que cada ser humano porta sin que medie información que los justifique, da cuenta el libro mayor de los cristianos, incluso se da por hecho que no a todos se nos da en cantidades iguales, y de que de su administración, buena o mala, rendiremos cuentas. El punto está en que cada cual se descubra fuerte en algún sentido, y se valga de lo suyo para servir a su entorno social y realizarse como persona.
Cuando convergieron el Parque Arví y el cable adicional del metro de Medellín desde la Estación Santo Domingo hasta ese exótico sitio del oriente del departamento, el propio metro, las cajas de compensación familiar operantes, las alcaldías con interés en el sitio y los medios de comunicación desplegaron una campaña dirigida a los turistas para que no recatearan los precios dispuestos por los lugareños. El argumento fundamental de la campaña, fue que ese nuevo renglón para dinamizar y robustecer la economía, era la esperanza de muchísimas familias que querían, vía genuinos platos gastronómicos de la región, avistamiento de aves, acompañamiento a caminantes, aliviar su situación económica y seguir creciendo, además eso había exigido de los promotores del proyecto, programas de asociatividad con costos dinerarios que esperaban el conocido «retorno de la inversión». Además de lo anterior, era de lógica para el turista demandante de los servicios, entender que de una semana normal sólo dos días tenían picos de visitantes altos, y operar en los demás, casi que ni se justificaba.
Traigo esa anécdota, porque hoy es el día de pensar en aquellos talentosos medianamente invisibles, es decir, los que sin títulos ni doctorados, sin maestrías ni especializaciones, han logrado salir adelante, han formado y sostenido un hogar… desde relojeros, lustrabotas, sastres. Es que no puede ser que que no se les valore su talento, su conocimiento adquirido y mejorado a través del tiempo, con el argumento de que el tornillo colocado o el betún utilizado, o el ojal abierto, no alcanzan a costar el 20% de lo que se cobra por el reloj a la orden del día, por los zapatos dignamente presentables, y por el pantalón ajustado a la masa muscular del usuario.
Soy de los que no creo en falacias como que el Covid-19 lo crearon seres humanos como plan de exterminio y dominio… creo que es parte de la evolución de la humanidad y probablemente trae un mensaje que cala entre quienes como yo, lo estamos percibiendo y tratando de entender: «que algo no estamos haciendo bien los humanos», y «algo» puede ser que no estamos siendo justos con el semejante, muchas veces devaluando su conocimiento y destreza en su oficio, porque nos creemos superiores a ellos.
Hoy quiero homenajear a cuatro personas de carne y hueso, casi todas entrerrieñas que son verdaderos profesionales sin título: Magdalena Uribe, conocida cariñosamente como «nena gallina», cuya sazón nadie ha igualado, Óscar Monsalve, zapatero de toda la vida, Carlos Lopera Villa, el arreglatodo fallecido en 2016, y Guillermo Vargas, envidiable lustrabotas de fines de semana en el pueblo, y mejor persona. De lógica, para ellos no habrán placas «in memorian», pero han de saber que muchos los valoramos y estamos convencidos que desde «lo poco», aportan mucho al universo.
Ñapa: el «Dios le pague» con que Daniel Quintero cierra entrevistas, le luce…pero me deja unas dudas. En fin, las despejaré cuando entienda cómo pasó de trabajar para el Directorio Nacional Conservador, de la mano de Álvaro Guillermo Rendón hoy Gerente de EPM, a ser hombre de izquierda.
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