“Día nublado y una partida”
Creo recordar ese dia, fue un dia exageradamente nublado; fui a visitar a un amigo hasta la habitación que él alquilaba; al llegar, encontré en esa puerta de madera con un candado negro abrazando el oxidado aldabe; por un momento, desenvolví en mi mente posibilidades que llevarían a que esta puerta, antes tantas veces abiertas de par en par para que el sol caliente un poco ese húmedo y frío espacio, ahora permaneciese clausurado.
Entonces recordé… mi amigo ya no vivía más en esa habitación, por ese entonces ya habíamos terminado nuestros estudios, y él regresaría a su ciudad natal, que quedaba a poco más de una hora de mi ciudad.
Calculo que pasaron tres meses; una tarde de sábado, en el que el cielo sollozaba y mojaba tímidamente las calles, recibí un mensaje en el celular: “Hey bro, hoy voy para aya,¿unas frías más tarde?”
A las seis de la tarde, me reencontraba con mi estimado camarada; por ese entonces, un amigo mío tenía una taberna, recordé que a esa hora aún no había mucha gente, el ambiente propicio para la charla.
Entre unos destilados de cebada, y los recuerdos hilarantes de nuestra época de estudiantes, surgió la pregunta: “¿Cómo fue ese último día?” “¿qué fue lo que le hizo decidir a marcharse precisamente ese día?”
Mi amigo bebió un sorbo del vaso que tenía en sus manos, y me respondió algo que me dejaría pensativo por el resto de la noche.
Resulta que ese día era cuatro de Setiembre, y ese día, ese día nublado, falleció alguien que con sus canciones, había acompañado muchos de nuestros días; horas de estudio, y de diversión, ese día; falleció Gustavo Cerati.
Aquel día mi colega había despertado a eso de las nueve de la mañana, desayunó y después, salió al patio a leer el periodico, como solía hacer cuando se sentía aburrido; al mediodía empezó a preparar el almuerzo, y a las dos de la tarde (tal vez más tarde, mi amigo no lo recordaba bien) cuando se disponía a comer, encendió el televisor; y la noticia le golpeó directo en el rostro: “El cantante argentino Gustavo Cerati fallece en Buenos Aires, Argentina”.
Mientras escuchaba el desarrollo de la trágica noticia, muchos pensamientos se agolpaban en su mente, las canciones, los momentos, las amanecidas; las noches, los días, y los rostros de los amigos; miró alrededor, esa pequeña habitación en la que tantas veces, sus amigos y él, habían compartido momentos de estudio y diversión, momentos en las que Cerati siempre estaba presente; recordó “Persiana Americana” y el desenfreno de todos al cantar al unísono el coro, recordaba el aullido horrible, pero absolutamente franco de unas voces cantando “Prófugos” , o la inevitable melancolía que se sentía cuando sonaba “Trátame suavemente”.
En fin; mil sentimientos y emociones que al final desembocaron en un par de lágrimas que brotaron de sus ojos.
Aún faltaban varios días para que la renta se cumpla, y mi amigo tenía la intención de quedarse un mes más, pues no deseaba volver aún a casa, quería aprovechar sus vacaciones unos días más; pero, ese día, esa noticia; esos recuerdos, le llevaron a analizar el hecho mismo de permanecer,de ser, y le hizo decidirse a partir; la muerte de Gustavo, le tocaba en lo más profundo, era como me dijo en sus propias palabras ” como si una parte de mi historia se desplomara”; aquel día, mientras que se ponía de pie y comenzaba a hacer sus maletas, se dió cuenta de la fragilidad de la vida humana, de la volatilidad de la existencia, mientras acomodaba sus pantalones y camisas en las maletas, simplemente fué como un despertar; sí, el despertar a una realidad, un despertar que venía con una partida, la partida de un músico, más que un músico, posiblemente más, incluso tal vez, hasta más que un genio; simplemente la partida de un buen amigo.
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