«El ego inflado es la piedra que el conocimiento tropezado no puede sortear.»
El entorno universitario debería ser un espacio propicio para la creatividad, el pensamiento crítico y la innovación. Sin embargo, en la práctica, las dinámicas internas de poder, alimentadas por los egos desmedidos de algunos profesionales y directivos, se han convertido en un obstáculo significativo para el desarrollo organizacional. En muchas universidades, la formación de alto nivel, que en teoría debería estar ligada a la apertura mental y la cooperación, a menudo exacerba la necesidad psicológica de estos líderes por ser reconocidos, generando conflictos internos y retrasando el progreso institucional. Este fenómeno no es exclusivo de Colombia o América Latina, pero presenta características particulares en nuestra región.
El Ego en las Universidades: ¿Un Aliado o un Enemigo?
Los profesionales y directivos que ocupan los más altos cargos en las universidades suelen haber invertido décadas de su vida en la búsqueda de conocimiento y la construcción de una reputación académica. Aunque el reconocimiento de estos logros es merecido, cuando la necesidad de validación se transforma en una obsesión, los resultados pueden ser perjudiciales para la institución. En lugar de fomentar la cooperación y la innovación, el ego inflado promueve un ambiente de competencia desmedida y luchas internas por el control del poder académico.
Este fenómeno es particularmente visible en América Latina, donde la jerarquización académica es percibida como un símbolo de estatus y poder. En Colombia, el Observatorio Colombiano de Educación Superior (OBCE) revela que el 42% de los directivos universitarios considera su rol más como una posición de poder que como una responsabilidad académica. Estos mismos directivos, motivados por el ego y la necesidad de reconocimiento, tienden a concentrar decisiones clave, lo que genera un clima organizacional que desalienta la participación de nuevas voces y el surgimiento de ideas innovadoras.
Análisis Regional en Colombia.
El problema del ego académico varía en intensidad según las regiones de Colombia, lo que refleja las particularidades culturales y socioeconómicas de cada zona.
En el caso de la Región Andina: En ciudades como Bogotá, Medellín y Bucaramanga, las universidades de renombre, como la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad de Antioquia y la Universidad Industrial de Santander, concentran a profesionales altamente formados, lo que agudiza las luchas de poder por el reconocimiento. Según el SUE, en Medellín, el 37% de las decisiones en estas universidades son monopolizadas por directivos que, guiados por el ego, bloquean la participación de voces jóvenes y creativas.
También la Región Caribe en instituciones como la Universidad del Atlántico o la Universidad de Cartagena, la cultura más informal contrasta con el control férreo de algunos directivos sobre las decisiones institucionales. El MEN informa que el 35% de los conflictos internos en estas universidades están relacionados con el deseo de acumulación de poder por parte de ciertas figuras académicas.
Así mismo, la Región Pacífica en pesando por Valle del Cauca, la Universidad del Valle enfrenta serias dificultades para implementar proyectos innovadores debido al ego de algunos directivos. En Chocó, aunque la Universidad Tecnológica del Chocó se esfuerza por crear un ambiente colaborativo, persisten tensiones entre los líderes que obstaculizan su desarrollo.
La Región de los Llanos Orientales, no es ajena al fenómeno, el ego académico es menos pronunciado, pero no ausente. En la Universidad de los Llanos, un informe de clima laboral (2023) revela que el 18% de los académicos percibe que el liderazgo está marcado por egos inflados, lo que limita la transparencia en la toma de decisiones.
Comparación Internacional.
El contraste entre las universidades de América Latina y las de países desarrollados es notable. En Estados Unidos y Europa Occidental, aunque el ego también puede ser un factor presente en los altos niveles académicos, las estructuras organizacionales están diseñadas para minimizar su impacto negativo. En instituciones como el Massachusetts Institute of Technology (MIT) o la Universidad de Oxford, el liderazgo se basa en la meritocracia y la toma de decisiones colaborativa. Esto se traduce en una mayor cohesión organizacional: según el Times Higher Education, las universidades en países desarrollados presentan un 35% más de cohesión institucional que las latinoamericanas.
En Finlandia, un modelo educativo ampliamente reconocido por su enfoque colaborativo, el 82% de los docentes perciben que las decisiones se toman de manera horizontal, promoviendo el bienestar de la institución por encima del interés individual. Este enfoque contrasta con el panorama latinoamericano, donde el 70% de los directivos universitarios consideran que la mayor barrera para el cambio institucional es la resistencia interna, exacerbada por los egos desmesurados de algunos líderes, según datos de la Unesco.
Impacto Psicológico y Organizacional.
Desde una perspectiva psicológica, el ego exacerbado en los profesionales universitarios puede verse como una compensación de inseguridades personales o como resultado de la competitividad inherente en los ambientes académicos. Estas dinámicas llevan a que los directivos se aferren al poder y rechacen las ideas que no coincidan con su visión personal. Esto genera una cultura organizacional rígida, donde la innovación es percibida como una amenaza y no como una oportunidad. En Colombia, esta realidad está reflejada en el alto índice de resistencia al cambio, reportado en estudios del World Bank y la OECD, que muestran que el 65% de las universidades en América Latina tienen problemas para adaptarse a nuevas tecnologías, en comparación con solo el 23% en países como Estados Unidos o Alemania.
Reflexiones
Es evidente que la necesidad de reconocimiento y el ego no son intrínsecamente negativos. De hecho, pueden ser motores de excelencia académica. Sin embargo, cuando el ego se convierte en el principal factor de motivación para la toma de decisiones, los efectos son perjudiciales tanto para la comunidad universitaria como para la sociedad en general. En muchos casos, el ego crea un ambiente tóxico en el que las nuevas generaciones de académicos, investigadores y estudiantes no encuentran el espacio adecuado para desarrollarse.
En Colombia y América Latina, es crucial que las universidades reformulen sus estructuras de poder y adopten modelos más inclusivos y colaborativos, donde el conocimiento y la innovación sean el centro, y no las luchas de poder.
El gráfico muestra una relación positiva entre el porcentaje de decisiones influenciadas por el ego y los conflictos internos relacionados con el poder en las universidades de diferentes regiones de Colombia. La línea de regresión (en rojo) indica que, a medida que aumentan las decisiones influenciadas por el ego, también se incrementan los conflictos internos.
El modelo de regresión lineal tiene un coeficiente de pendiente de aproximadamente 0.77, lo que significa que por cada aumento del 1% en decisiones influenciadas por el ego, los conflictos internos aumentan en un 0.77%. El valor de intersección es 5.87%, lo que sugiere que, incluso sin la influencia del ego, siempre existe un nivel base de conflicto en las instituciones.
Este análisis refuerza cómo el ego de los directivos puede agravar las tensiones internas en las universidades.
El ego en las universidades es un fenómeno complejo que, si no se gestiona adecuadamente, puede tener consecuencias desastrosas para el desarrollo organizacional y la capacidad de las instituciones de adaptarse a los desafíos contemporáneos. Las universidades colombianas y latinoamericanas tienen un largo camino por recorrer para superar estas dinámicas y alinearse con las mejores prácticas internacionales. Al promover una cultura de liderazgo transformador, las universidades pueden liberar su verdadero potencial, donde el servicio y el bienestar institucional prevalezcan sobre el ego individual.
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