El búmeran o bumerán, en español, boomerang en inglés, es un arma arrojadiza originada en los aborígenes australianos destinada a lanzar dardos y hostigar en un destino definido que, sí no impactan el objetivo, se devuelven al sitio de partida.
El bumerán del senador Iván Cepeda Castro, por estar construido en cartón como todo lo suyo, ni por mucho que ha insistido con intenciones torvas, no pudo impactar en la humanidad acorazada del ex presidente Álvaro Uribe Vélez y se devolvió contra el acosador.
El lanzador ha resultado un amateur carente de técnica. Su habilidad se limita al fácil ejercicio de hacer escándalo. Debe ser Cepeda una persona carente de autoestima cuando vive buscando picando pequeños pleitos a costa de los demás. No es un caso de estudio para politólogos, lo será en todo caso para siquiatras. El país ya lo conoce y no le come cuento.
¿Qué quedó de aquel bullicio en la Comisión Segunda?
En primer lugar, el profundo hastío que producen esos tipos que llaman zascandiles, mequetrefes o trastos. Ante semejante imagen, si fuera mi caso, me apuntaría a unos retiros ignacianos con el ‘santo’ padrecito Giraldo; en segundo término, que Cepeda tiene consuetas tales los casos de alias mamola y Chamorro, el pastorcito mentiroso y, por último, un Uribe Vélez fortalecido e invicto a más no poder.
En postrera ocasión expresó en el hemiciclo parlamentario mi jefe Gilberto Álzate Avendaño que “meterse con mi honor es una tarea peligrosa y posiblemente trágica”. Álzate, como así mismo se calificó, fue un gordo benévolo como bonhomía tiene igualmente el doctor Uribe. Si a estas alturas del partido esto lo hubiese dicho el último, estarían en alerta roja todos los partidos comunistas de mundo en defensa del angelito; el fiscal general en pleno desbordado alboroto y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos expidiendo cincuenta medidas cautelares a la vez.
Dejemos esto acá que el personaje no resiste más discurso de este su servidor, no hay ahí peso específico, ni pelo en pecho, ni remolino en el ombligo.
Tiro al aire: al gobierno le cayó el ébola, el petróleo y el dólar para abajo y el hueco fiscal sin solución distinta a nuevos impuestos.
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