Por: Daniel Bedoya Salazar
Hace un par de días recogí a mi hermana menor en el colegio donde estudia, en medio de la conversación sobre la jornada escolar me contó que ese día se había adelantado la elección del representante de grupo en su salón de clase.
De un grupo de 32 niños de sexto grado 5 de ellos decidieron lanzarse a la candidatura, lo cual le pareció inadmisible a la profesora y decidió, según sus criterios, elegir “los mejores” tanto académica como disciplinariamente, resultaron ser dos, un niño y una niña. Los escrutinios de la elección fueron los siguientes: 22 votos por ella, 7 por él, 2 votos en blanco y uno nulo, el cual fue marcado a favor de “Nicolás Maduro”. Pareciese que la democracia desde el colegio se plantearse como un juego, uno que puede llegar a dar risa.
La educación no ha de ser un proceso de memorización de conceptos científicos, operaciones matemáticas y hechos históricos los cuales, muy a menudos, se plantean como verdades absolutas e indiscutibles, acabando con la curiosidad de los niños por explorar y plantearse sus propias preguntas y las respectivas hipótesis que las resuelven, es por eso que frecuentemente los escolares tienden a considerar que aquello que aprende es letra muerta que no tiene ninguna correlación específica con la realidad en la que vive.
El proceso educativo debería plantearse de forma transversalmente opuesta, los niños que asisten al aula de clase deben encontrar allí un espacio dispuesto para conocer de forma integral el mundo que los rodea, cuestionar lo que considera que esta mal, investigar aquellos aspectos que le resultan interesantes, tener la capacidad de desarrollar su pensamiento teniendo como base aquellas ideas con la que resulta tener afinidad y siendo capaz de dar razones válidas acerca de ellas sin necesidad de recurrir a la violencia o al insulto como medio de interlocución, comprendiendo que aquellos que piensan de manera distinta no son enemigos a los cuales hay que callar de cualquier forma, sino adversarios con los cuales se pueden entablar diálogos respetuosos y construir desde la diversidad.
Con base en lo anterior considero sesgada la forma de proceder que tuvo la profesora al elegir, según su parecer, cuáles eran los participantes más idóneos para desempeñar el cargo, apropiándose de algo que le correspondía a ellos como grupo, votar por quien considerasen que tenía las mejores propuestas, claro está, después de haber escuchado, debatido y analizado. El papel del docente no debería interferir ni ser decisorio, más bien se debería posicionar como un árbitro que da las pautas y fomenta las condiciones de posibilidad para desarrollar el debate y la posterior elección.
La principal meta de la educación es construir ciudadanía, formar íntegramente el sujeto de la democracia, que es el pueblo, el cual ha de conocer a cabalidad sus derechos y deberes dentro de la sociedad política convirtiéndose en ciudadanos activos dentro de las distintas organizaciones, movimientos y veedurías, involucrándose en la construcción de políticas públicas y planes de desarrollo, vigilantes frente a los recursos y al desarrollo de los proyectos y dispuesto a hacer sentir su voz en el momento de sentirse vulnerados. La democracia la cual no se debe seguir traduciendo en un proceso de abstracción conceptual, indirecto y simbólico, desprovisto de garantías y posibilidades de acción luego de depositar el tarjetón en la urna.
Se podría argumentar en el caso principal de la elección de representante de grupo que son niño de tan solo 11 o 12 años que aún no están en capacidad de dimensionar sus responsabilidades, no obstante si esta formación no se emprende desde la educación básica y media con la conformación del gobierno escolar ¿Cuándo se comenzará?