Educar la Mente, Escuchar el Alma: La Psicología del Aprendizaje en Acción

“Al final del día, no se trata solo de impartir conocimientos, sino de construir caminos que permitan a los estudiantes desarrollar su potencial, superar sus dificultades y alcanzar sus metas”


El docente en el aula de clase desempeña múltiples tareas: diseñar estrategias didácticas, mantenerse actualizado con las herramientas y recursos tecnológicos, gestionar la convivencia en el aula, en otras palabras, crear ambientes de aprendizaje. Sin embargo, aparte de estas responsabilidades, existe una tarea esencial que muchas veces pasa desapercibida: conocer y reconocer la individualidad de los estudiantes.

Es fundamental que el docente comprenda la forma de ser de ellos, su comportamiento frente a las responsabilidades, su interacción con compañeros y maestros, y, sobre todo, su relación consigo mismos. Este conocimiento permite identificar no solo sus habilidades y fortalezas, sino sus dificultades. Entender que cada uno de ellos es único y diferente es la base para personalizar los procesos de enseñanza y aprendizaje, reconociendo que incluso si todos cumplen con los mismos compromisos, cada uno lo hace a su propio ritmo y desde sus propias capacidades.

Y es debido a que todos aprenden de manera diferente que no existe un método único de enseñanza, lo que nos obliga a explorar y variar estrategias según las necesidades de cada grupo e individuo. Y allí es donde radica la riqueza de la enseñanza, dado que, nos permite adoptar metodologías e innovar en nuevos métodos para compartir el conocimiento, fomentando un aprendizaje significativo.

El reto es mayor cuando se trata de identificar las dificultades particulares en el aprendizaje de cada uno de ellos. Reconocer estas barreras requiere un compromiso constante, así como la capacidad de implementar estrategias específicas. Además, es necesario encontrar el ritmo adecuado y las actividades más pertinentes que posibiliten a cada uno alcanzar sus metas educativas.

En mi experiencia, he observado varias estrategias empleadas por colegas para abordar todo lo anterior. Me ha sorprendido cómo logran compartir contenidos significativos a través de las particularidades de sus estudiantes, entendiendo su realidad y manera de comprender el mundo. Por ejemplo, en uno de los encuentros educativos con mis maestros, tuvimos una profunda reflexión sobre la importancia de cultivar valores humanos en el proceso de enseñanza – aprendizaje. A través de un foro en el que compartimos experiencias, surgió el concepto de “educar desde el ser”, donde discutimos cómo la empatía, la escucha activa y el respeto mutuo transforman el aula en un espacio de crecimiento integral. Esta experiencia fue significativa porque no solo nos permitió reforzar la importancia de los valores, sino que también nos invitó a cuestionar y redefinir nuestro rol como educadores más allá de la transmisión de conocimientos.

Este párrafo resalta tanto el aspecto del encuentro (foro, reflexión) como la conexión con los valores humanos y el ser, a la vez que lo presenta como una experiencia que impactó profundamente en tu rol como Director de Calidad Educativa.

Ahora bien, estas observaciones me alientan a invitar a las familias a ser protagonistas de este proceso. Si usted tiene un hijo en el colegio, un hermano en la universidad o un familiar en la escuela, recuerde que su acompañamiento solidifica sus habilidades, potencia sus fortalezas y resignifica sus “debilidades”.  Usted es un coequipero en este proceso educativo, un aliado clave que puede facilitar el camino hacia las metas propuestas, siempre en colaboración con los docentes.

Recordemos que ellos no siempre expresan son claridad sus dificultades, y es a usted como familiar y nosotros como docentes quienes nos corresponde ayudarlos a romper sus silencios, manejar sus emociones y mostrarles el camino para canalizar sus acciones. Por ello, una de las estrategias más valiosas que he implementado como docente es escuchar. Escuchar no solo lo que dicen con palabras, sino también el lenguaje de sus rostros, sus juegos, su interacción con otros compañeros e incluso sus momentos de introspección. Ellos siempre tienen algo que comunicar y nosotros debemos estar prestos a escuchar.

Por último, reconozcamos que la educación no es un proceso homogéneo, sino profundamente humano y emocional. La relación entre el docente y el estudiante debe estar mediada por la empatía, el respeto y la escucha activa. Al final del día, no se trata solo de recitar contenidos, sino de construir caminos que les permitan desarrollar su potencial, superar sus dificultades y alcanzar sus metas. El papel del docente es esencial, pero no puede hacerlo solo; requiere del apoyo comprometido de las familias y la comunidad.

Recordemos que detrás de cada estudiante hay un ser humano en formación, un ser que necesita ser comprendido y guiado con sensibilidad y respeto. La educación es formar personas capaces de transformar su realidad y, con ello, construir un mundo mejor.

Juan Carlos López Flórez

Licenciado en Filosofía, historiador y docente. Escribo para invitar a la reflexión, inspirado en la historia y la literatura, impulsando el cambio educativo que necesitamos.

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