En una sociedad tan cambiante como la actual, la educación y su poder transformador constituyen un pilar fundamental para el progreso de las regiones y el bienestar de los ciudadanos. La educación superior y la empleabilidad de los jóvenes se presenta como un desafío ineludible para este nuevo gobierno que asume la responsabilidad de guiar el destino del Valle de Aburrá. La juventud representa el futuro de nuestras calles, de lo privado y de lo público, y la formación académica y capacidad de nuestros jóvenes para acceder a empleos de calidad desempeña un papel crucial en la construcción de un valle próspero y equitativo.
La educación, según Elvia González, docente de la Universidad de Antioquia, tiene tres fines: el primero, formar a un ciudadano más inteligente para la toma de decisiones y la resolución de problemas; el segundo, hacer más feliz a la persona a través del conocimiento; y tercero, capacitar al estudiante para el mundo laboral, profesional, académico y emprendedor, tanto para su crecimiento y prosperidad individual como para su aporte a la sociedad.
Adicionalmente, según el último reporte de la Alcaldía de Medellín, el 15.9% de los jóvenes están desempleados, y aunque esta tasa ha bajado en los últimos meses, se trata de más de 110.000 jóvenes sin acceso a un empleo. Esto es más grave cuando se considera que, según las cifras de Proantioquia, solo en el Valle de Aburrá hay más de 400.000 jóvenes que no ingresan a la educación superior y otros cerca de 15.000 de los que logran ingresar, desertan. ¿Es entonces la cualificación de la población una vía de progreso, desarrollo económico y productividad que tanto necesita el área metropolitana del Valle de Aburrá?
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe indicó que la mayoría de los jóvenes de la región con un bajo nivel educativo están atrapados en empleos de baja productividad, y esto no es solo un problema del joven de los barrios lleno de sueños y aspiraciones, ni un problema que atañe meramente a la administración pública, sino que se trata de una problemática para públicos y privados, y para toda la dimensión socioeconómica de la sociedad antioqueña que, históricamente, ha sido crítica sobre los temas de ciudad.
En enero de este año, la presidencia de la República sancionó la ley que convirtió oficialmente a Medellín como el Distrito Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colombia, y cuando se habla de Medellín, se hace necesario hablar de todos los municipios que están dentro del área de influencia de la gran urbe, que es finalmente el lugar con la mayor oferta educativa y laboral de la región. Sin embargo, contrario al nuevo apellido de la ciudad, las cuatro carreras profesionales que más están estudiando los jóvenes son Derecho, Contaduría Pública, Administración de Empresas y Psicología. Ninguna de estas hace parte del núcleo STEM, que contiene a las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, áreas que el nivel de desarrollo del Valle de Aburrá requiere, sobre todo si queremos darles continuidad a los reconocimientos internacionales que desde hace más de diez años recibe Medellín como una de las ciudades más innovadoras del mundo.
Esto no solo representa un enorme reto para la nueva administración de convertir a Medellín en una ciudad realmente científica, tecnológica e innovadora, sino que también explica el por qué solo 7 de cada 100 graduados de una carrera profesional hacen un posgrado, y es que la oferta laboral del valle no representa las necesidades actuales del mercado y no se han alineado estas necesidades con la oferta de educación superior, poniendo el foco entonces en la innovación educativa, la accesibilidad y el acceso, la relación entre las IES, las instituciones del orden interno y el empresariado, y nunca perder el rumbo: La universalidad de la universidad debe responder al universo de problemas.
Nuevos alcaldes del Valle de Aburrá, nuevo Gobernador, nuevos legisladores: No hay herramienta más loable que la política pública, y no hay causa más noble que la educación. Los jóvenes demandan, demandamos oportunidades; y por esto la construcción de esas políticas y la configuración de los espacios que se abrirán dentro de estos cuatro años deben estar guiadas por las juventudes.
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