Educación en Colombia: ¿Estamos perdiendo el rumbo?

“La transformación llegará cuando entendamos que el aula es un territorio sagrado, donde se forjan los futuros, y que ningún niño o joven de Colombia debería quedarse atrás por causas que sí podemos resolver si trabajamos juntos”


En los salones de clase del territorio colombiano, donde alguna vez resonaron risas, preguntas curiosas y sueños en voz alta, hoy se escucha un eco que inquieta: la ausencia.

Ausencia de estudiantes que ya no regresan. Ausencia de docentes que, aunque están presentes, a veces han perdido la chispa. Ausencia de padres que, en medio de tantas dificultades, han cerrado la puerta del compromiso educativo sin mirar atrás.

Recuerdo a Kevin, un niño brillante de 13 años, que dejó la escuela para cuidar a sus hermanos mientras su madre trabaja todo el día. Como él, hay cientos. La deserción escolar en Colombia no es una cifra más en un informe institucional: es una historia real que se repite con demasiada frecuencia. Cada joven que abandona sus estudios es una oportunidad rota, una promesa truncada para su vida y para la transformación de su comunidad. ¿Quién está velando por sus sueños?

Pero el panorama se vuelve aún más complejo. En muchas instituciones educativas, la falta de docentes comprometidos y capacitados es una herida abierta. Lo más triste es entrar a un aula llena de pupitres vacíos, no porque los estudiantes no quieran aprender, sino porque no hay quien los acompañe con verdadera vocación. Algunos maestros, agotados por un sistema que muchas veces no los respalda, se han desconectado emocionalmente. Y su silencio, aunque no se note a simple vista, pesa tanto como la ausencia.

A esto se suma otro fenómeno igual de preocupante: la indiferencia de algunos padres y madres. Las reuniones escolares, que deberían ser espacios de diálogo y construcción conjunta, se convierten en salas vacías donde solo asisten los más comprometidos. ¿Cómo pretendemos formar ciudadanos íntegros si desde casa se delega —o se abandona— la responsabilidad educativa?

La educación no es tarea exclusiva del gobierno ni de los docentes. Es una responsabilidad colectiva. Cada uno de nosotros, desde su lugar, tiene algo que aportar: los estudiantes, su deseo genuino de aprender; los maestros, su vocación viva por enseñar; los padres, su presencia firme y amorosa; y la sociedad en general, su respaldo decidido a la educación como pilar del desarrollo.

Como educadora, me lo pregunto todos los días: ¿Qué más puedo hacer desde mi lugar? ¿Cómo puedo tocar más vidas, encender más llamas, sembrar más esperanza?

Y te lo pregunto también a ti:

¿Qué estás haciendo para fortalecer la educación en tu comunidad?

¿Qué mensaje reciben nuestros jóvenes cuando ven que sus maestros o sus padres han renunciado a su rol?

¿Estamos formando generaciones para el futuro o simplemente sobreviviendo al presente?

La transformación no llegará con discursos grandilocuentes ni promesas de campaña. Llegará cuando entendamos que el aula es un territorio sagrado, donde se forjan los futuros, y que ningún niño o joven de Colombia debería quedarse atrás por causas que sí podemos resolver si trabajamos juntos.

Yo sigo creyendo que sí es posible. Desde el aula, desde el hogar, desde el corazón.

Recuperemos la esperanza. Recuperemos la educación.

Dayana Perez Piñeres

Licenciada en Ciencias Sociales, apasionada por la literatura, la educación y los procesos de transformación social. Cree firmemente en el poder de la palabra para despertar conciencias y construir un futuro más justo desde las aulas y los hogares.

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