Ecos de una generación, el mensaje cultural de la música urbana en +57

«La música, como la cultura, es un reflejo y a la vez una proyección de nuestros valores, un espejo de lo que somos y un eco de lo que aspiramos a ser.»


 El poder de la música como expresión cultural es inmenso; no solo refleja la sociedad, sino que también la moldea. A través de sus letras y ritmos, la música urbana llega a millones de personas y configura, en muchos casos, el imaginario de las nuevas generaciones. Cada canción popularizada tiene el potencial de influir en los valores y las actitudes de quienes la escuchan, especialmente en un contexto donde los jóvenes ven a los artistas como referentes de vida. En este sentido, la reciente colaboración +57, que une a varios exponentes de la música urbana colombiana —Karol G, Feid, Maluma, Blessd, Ryan Castro, DFMZ y J Balvin—, presenta una narrativa que merece un análisis profundo. Más allá del éxito en ventas, es esencial detenerse en el mensaje cultural que esta canción y su letra comunican, evaluando el impacto que tiene en nuestra sociedad y en el desarrollo de las nuevas generaciones.

La música no solo representa emociones y vivencias; también define y construye realidades. En el caso de +57, la narrativa gira en torno a una vida de excesos, hedonismo y relaciones fugaces, elementos que, si bien pueden reflejar aspectos de ciertos estilos de vida, también corren el riesgo de promover una visión distorsionada y superficial de la realidad. En cada verso y cada metáfora de consumo desenfrenado, la canción invita a una celebración de la inmediatez y de la búsqueda constante de placer.

El problema surge cuando estas narrativas se presentan sin un contexto o reflexión crítica. La exaltación de comportamientos irresponsables en +57 plantea un riesgo cuando se convierte en un mensaje cultural predominante. En una era donde la influencia de los artistas llega a través de múltiples plataformas y a miles de seguidores, cada canción tiene el potencial de crear una imagen que los jóvenes ven como un ideal de vida.

Los artistas desempeñan un papel esencial en la sociedad como creadores de cultura. Su influencia es especialmente potente entre los jóvenes, quienes buscan en ellos inspiración y un modelo de comportamiento. En el caso de +57, los artistas que participan no solo son voces de la música urbana colombiana, sino figuras que representan, a ojos de muchos, el éxito, el poder y la libertad. Al exponer mensajes que exaltan la superficialidad y la autocomplacencia, se transmite una visión de vida sin límites ni responsabilidades, que es rápidamente absorbida e imitada.

La globalización de la música y el auge de las plataformas digitales han amplificado esta influencia, al permitir que cada canción y mensaje alcancen una audiencia global en cuestión de minutos. En este contexto, los músicos tienen la oportunidad y, a su vez, la responsabilidad de cuestionarse sobre el tipo de valores que desean promover. La libertad de expresión es fundamental en el arte, pero también lo es el impacto que dicha expresión tiene en un público en formación.

Derecho a la protección y a la información adecuada en la infancia

Desde una perspectiva legal, los jóvenes tienen el derecho de crecer en un entorno donde se promuevan valores que contribuyan a su desarrollo integral. La Convención sobre los Derechos del Niño y la normativa nacional, especialmente el Código de Infancia y Adolescencia (Ley 1098 de 2006), protegen este derecho al exigir que los contenidos dirigidos a menores no afecten su desarrollo moral y social. La música, aunque no es exclusivamente para menores, se ha convertido en un producto de consumo generalizado, por lo que su contenido debe evaluarse bajo la premisa de un respeto a los derechos de la infancia.

En este sentido, las letras de +57 contradicen los valores de protección que estas normas establecen. La representación de conductas de alto riesgo y de relaciones superficiales en la música urbana se convierte en un mensaje que los jóvenes pueden interpretar como aceptable o incluso deseable. La industria musical debe asumir una postura ética que esté en sintonía con estos principios de protección, promoviendo contenido que, sin perder su esencia artística, no ponga en riesgo el desarrollo de sus oyentes más jóvenes.

En +57, el uso de metáforas y exageraciones en torno al placer y a una vida sin límites crea una narrativa casi mitológica, en la que las relaciones y el consumo se presentan como máximas aspiraciones. Los elementos líricos están cargados de imágenes que celebran la inmediatez y el deseo, sin compromiso ni consecuencias, idealizando así una realidad poco realista y, en muchos casos, dañina.

La lírica de +57 está impregnada de metáforas de escape y autoindulgencia, que, aunque atrayentes, omiten los riesgos asociados a la vida que describen. Este tipo de representación, lejos de enriquecer la vida cultural, limita el potencial de la música como una herramienta de reflexión y crecimiento. Al promover un hedonismo que desconoce la responsabilidad, se pierde la oportunidad de que la música inspire ideales más elevados.

La música urbana se convierte en un rumor que corre de boca en boca, en una palabra, susurrada que atraviesa fronteras y culturas. En el caso de +57, este “rumor” se extiende promoviendo una cultura de la inmediatez y la superficialidad, donde el éxito y la felicidad se miden en placeres fugaces. Las metáforas de libertad y satisfacción inmediata se entremezclan en una narrativa que invita a los oyentes a aceptar esta visión como una forma de vida, cuando en realidad oculta los efectos dañinos de un estilo de vida basado en la satisfacción efímera.

Las canciones que promueven estos valores actúan como un eco que resuena en el imaginario colectivo, y cuando estos mensajes se refuerzan sin un análisis crítico, se normaliza una visión vacía y limitante de la vida. La música, que debería ser una herramienta de inspiración, se convierte en una barrera que dificulta el desarrollo de una cultura más reflexiva y consciente.

La solución no pasa por limitar la creatividad o censurar el arte, sino por promover una cultura de consumo crítico, en la que los jóvenes aprendan a discernir el mensaje detrás de cada letra y cada verso. Padres, educadores y figuras de autoridad tienen la responsabilidad de guiar a los jóvenes para que puedan entender que la música es una forma de entretenimiento y expresión, pero no necesariamente un modelo de vida.

La educación desempeña un papel crucial en la creación de una generación que pueda analizar y cuestionar los contenidos que consume. Las instituciones educativas y las familias deben impulsar una formación que permita a los jóvenes identificar y valorar los aspectos positivos de la música, sin perder de vista sus efectos potencialmente negativos. Solo a través de una educación en valores, que fomente la reflexión crítica, será posible contrarrestar el impacto de mensajes que promueven actitudes destructivas y limitantes.

La música como espejo y proyección de la sociedad

La industria musical tiene una responsabilidad ética en la construcción de una sociedad más consciente. El arte puede y debe ser libre, pero también debe estar en sintonía con los valores y necesidades de la sociedad. +57, con su narrativa de exceso y superficialidad, nos recuerda que el éxito de una canción no debería medirse solo en ventas, sino en el impacto que tiene en la cultura y en las generaciones que vienen.

La música es un reflejo y una proyección de lo que somos y de lo que aspiramos a ser. Si permitimos que narrativas de placer y hedonismo sin consecuencias se vuelvan los valores predominantes, estaremos limitando las aspiraciones de nuestras futuras generaciones. Es nuestra responsabilidad, como defensores de la cultura y la educación, cuestionar y promover un arte que enriquezca y fortalezca, ofreciendo a los jóvenes un horizonte más amplio, donde puedan encontrar inspiración, crecimiento y reflexión.

Carlos Alberto Cano Plata

Administrador de Empresas y Doctor en Historia Económica, con Maestría en Administración. Experto docente, investigador y consultor empresarial en áreas como administración, historia empresarial y desarrollo organizacional.

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