Ecopetrol: De Iguana a Lagartija

“veía a Ecopetrol como una empresa inspiradora”


El día que mi papá me llevó de la mano a una plataforma montada sobre un camión verde en la plaza los libertadores supe que era dueño indirecto de una compañía importante. Sentí esa sensación después de una explicación sencilla de lo que era una acción, el fragmento de una gran torta que podía crecer si al negocio le iba bien, y que podría disminuir si al negocio le iba mal. Tenía ocho años cuando Ecopetrol se enlistó en bolsa, aunque no tenía edad para adquirir acciones, saber que mi papá tenía una porcioncita de esa empresa me hacía sentir orgulloso.

La experiencia que les compartí fue en Duitama, donde la vida transcurre tranquila, en el frío altiplano los vehículos de carga pesada parqueados o en carretera son parte del paisaje, esto pues es el puerto terrestre más importante del oriente colombiano. No crecí en una familia transportadora, pero es común en Duitama conocer personas de este importante sector para el país. Pero ¿qué relación hay entre mi anécdota de niñez y crecer en un municipio de vocación transportadora?

Estaré desarrollando esto desde mi nostalgia de infancia, porque veía a Ecopetrol como una empresa inspiradora, y entiendo a los transportadores como parte fundamental de una asombrosa cadena logística que provisiona al país. Lo hago después del paro camionero, pues las coyunturas son mejor analizadas si el tiempo las refresca.

Las decisiones de nuestro gobierno en diferentes asuntos tienden al error, no solo lo digo con un ánimo criticón, por el sesgo de izquierda al que claramente me opongo, me refiero a que lo de ahora corresponde a la herencia de nuestros gobiernos estatistas que desembocan en la versión actual de un presidente como Petro, afanado y deseoso de poder. Esto en particular ha afectado a Ecopetrol y por ende a todo tipo de transportadores, lo que parece separado es un problema que me permitiré explicar.

Desde junio el impacto político ha arrastrado la acción de Ecopetrol a mínimos históricos, lo que se fortalece por la salida de dos de los miembros razonables de la junta directiva ante un impulso mesianico-ecologista de Petro en su oposición al negocio de fracking en la cuenca del Permian de los Estados Unidos. Sin este proyecto las utilidades de la petrolera serán duramente castigadas, lo que se ha evidenciado en la fuerte tendencia bajista de la acción de Ecopetrol. Además la puesta en marcha del decreto de estabilización al precio de paridad internacional del A.C.P.M, lo que significa un alza al precio del diésel, que aún con los acuerdos realizados, afecta con gravedad, no solo a los camioneros, sino al transporte de todo el país.

Dado que se ha utilizado a Ecopetrol con fines fiscales, hemos aceptado la retórica de una importancia alrededor de la empresa para políticas sociales que mejoran la calidad de vida, y pensar que ese dinero tiene un buen destino es una equivocación, pues lo cierto es que cae en manos de una clase política de comportamiento cuestionable, clientelista e inmoral. En términos prácticos es en Ecopetrol donde se materializa la cosmovisión estatista, en tanto se han quedado los gobiernos con el diferencial entre el  precio paridad internacional y del ingreso del productor, cínicamente a este margen lo han denominado “subsidio”.

Ecopetrol era inspiradora mientras su narrativa correspondía con su esencia, en tanto se suponía como su razón de ser, la posibilidad de obtener un precio del petróleo menor al internacional, impulsando la economía del país a pesar de los choques externos al precio del crudo más allá de nuestras fronteras. Por lo anterior se justificaba su monopolio de producción, sin esto no tiene sentido la existencia de la compañía. Por esto hace dos años el profesor Luis Guillermo Vélez Álvarez desglosaba la mentira detrás del subsidio a los combustibles líquidos. 

El argumento de Vélez no es complicado pero si es incomodo para el relato general que se tuvo durante la reciente coyuntura del paro camionero. Arranca afirmando que en realidad el consumidor final paga el 33% del precio final en impuestos, lo que lleva a preguntar ¿de qué subsidio entonces están hablando? Para este y otros gobiernos es el diferencial entre precio internacional e ingreso al productor, por lo que existe en tanto el precio internacional sea mayor.

De tal forma que después de ese ingreso al productor se enlista: impuesto nacional de la gasolina, IVA sobre el ingreso al productor, impuesto al carbono, tasa de marcación, IVA al distribuidor minorista, sobretasa municipal y departamental. Con tal listado, junto a costos de transporte del oleoducto y la pérdida por evaporación, al cliente final le corresponde un 33% en impuestos, cayéndose la idea de que existe un subsidio, y aunque así fuera el gobierno “recupera” al tomarlo del listado de impuestos ya mencionado. Por eso plantea el profesor concejal:

Es un sinsentido económico que cuando sube el precio del petróleo, solo se beneficie la clase política que controla el gobierno nacional y las entidades territoriales, mientras que, para el conjunto de los ciudadanos, los supuestos dueños de ECOPETROL, lo que debería ser un alivio se convierte en una tortura por la voracidad fiscalista del gobierno.

Recientemente decía el trader Juan Pablo Viera sobre las acciones de Ecopetrol, “en otros tiempos situaciones críticas como esta y otras acciones (como la de ISA) tenía por fortuna a los fondos privados de pensiones que le hacían frente a esas dificultades en el mercado de valores”, ahora con la nueva ley sobre pensiones, los fondos se quedaron sin dientes y prefieren ser cautelosos. Este efecto dominó altera una economía que tiene talento y potencial de crecer a un 10%, un 20%, pero ahora se mofan de un paupérrimo 3,7%. Lo anterior deja en evidencia que la iguana, icono de la democratización de la empresa en 2007 cuando sale a bolsa, no solo se ha convertido en lagartija, sino que los lagartos del gobierno se la están embolsillando.

Michael Leonardo Serrano Rincón

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