En el siglo XIX, la demanda por metales de la Revolución Industrial estaba forzando al límite los materiales. El Reino Unido estaba plagado de fábricas colapsando y calderas estallando, mientras que en Francia, en 1842, un tren se estrelló en el ferrocarril entre Versalles y París.
Francia sufrió una tragedia ferroviaria debido a la rotura de un eje de tren, resultando en la pérdida de 52 vidas. Estos no eran solo desastres, se convirtieron en escándalos que dominaron el panorama político y, curiosamente, sembraron las semillas para una nueva rama de la investigación científica en el campo del agrietamiento por fatiga del metal.
El ingeniero escocés, David Kirkaldy, se dio a la tarea de descubrir por qué los materiales cedían y se deformaban. Él vio un valor inmenso en el estudio de estos fracasos. Diseñó una gigantesca máquina hidráulica para probar muestras de metal hasta su ruptura y creó un museo para exhibir estos pedazos rotos. El 28 de diciembre de 1879, el puente del Tay en Gran Bretaña colapsó, por lo cual recurrieron a Kirkaldy para resolver el misterio de lo que había salido mal.
El potencial es una propiedad central de cualquier material. Se refiere a la capacidad de soportar una carga o presión, la habilidad para doblarse y estirarse, o la capacidad de conducir o aislar el calor. Sin embargo, cuando un material falla, pierde estas propiedades (el caucho pierde su elasticidad y el metal su fuerza), y con ellas, su potencial. El enfoque de Kirkaldy hacia el aprendizaje a través del fracaso extremo aún resuena. Los científicos actuales siguen este método cuando evalúan nuevos materiales, probándolos hasta el punto de destrucción y luego estudiando los fragmentos resultantes.
Colombia es una sociedad de luchadores, que trabajan arduamente para estar mejor de lo que estaban antes. Posee un alto potencial, pero no necesitamos llevarla al extremo del colapso para saber cómo construir un país exitoso. Siguiendo a Kirkaldy, debemos entender los límites de este potencial, cómo se puede perder y cómo protegerlo aprendiendo de los fracasos, y eso se logra recogiendo y examinando los fragmentos del fracaso ajeno.
Nuestros vecinos, Venezuela y Argentina, son claros ejemplos. Ambos países pasaron de ser economías pujantes, a enfrentar graves problemas, con ciudadanos luchando por alimentos, combustible y empleo, una inflación que los empobrece cada hora, y un éxodo masivo de personas en busca de un mejor futuro. Estos fracasos ocurrieron cuando perdieron su capacidad para crear, intercambiar y disponer de su propiedad: cuando perdieron su libertad, quedando a merced de políticos que solo los empobrecen más.
Ha llegado la hora de fortalecer nuestro país, su economía, sociedad y cultura, tomando los insumos que nos dejan los países exitosos y alejándonos de las acciones de países fracasados. No puedes crear, intercambiar o innovar cuando no hay libertad. Las ideas totalitarias, centralistas o colectivistas anulan tu libertad, y con ella, la prosperidad de toda la sociedad. No dejemos que Colombia falle y cuidemos su potencial: no sigamos ideas fracasadas que nos empobrecen.
Desde LIBERTANK trabajamos todos los días para que en Colombia no se pierda la libertad. Lo que pasa en Argentina y Venezuela es un potente recordatorio de que incluso en el fracaso, hay lecciones valiosas que aprender. La libertad que no se arriesga, se pierde.
La versión original de esta columna apareció por primera vez en el Diario La República (Colombia) y la que le siguió en nuestro medio aliado El Bastión.
Comentar