Economía azul

Cali, la ciudad que hoy alberga la COP16, se ha convertido en el epicentro de un debate crucial para el futuro de la biodiversidad global. Más allá de los flashes, de los discursos pulidos y de la retórica ambientalista a la que ya estamos acostumbrados, la conferencia de este año está enfrentando uno de los desafíos más importantes para nuestra región: la conectividad ecológica en el Pacífico Oriental. Y lo está haciendo desde una perspectiva que suena tan innovadora como urgente.

Durante, en el evento “Conectividad en el Pacífico Oriental: patrimonio de la región, beneficio para el mundo”, se habló de algo que normalmente no figura en los titulares: la economía azul, un concepto que empieza a calar en las discusiones medioambientales. Cristian Martis, de la Comisión Permanente del Pacífico Sur (CPPS), fue uno de los primeros en abordar esta idea con claridad. Nos recordó que este vasto sistema interconectado no es solo una serie de kilómetros cuadrados de océano y especies. Es, en realidad, un motor económico, ecológico y cultural que sostiene a las comunidades de la región.

Pero seamos sinceros: ¿quién está hablando realmente de conectividad ecológica cuando las preocupaciones de la gente en el Pacífico suelen centrarse en problemas mucho más inmediatos? La pobreza, la falta de acceso a recursos básicos, el desempleo y la desprotección de las comunidades pesqueras son temas que, lamentablemente, no siempre están en la agenda de las grandes conferencias internacionales. Y eso es exactamente lo que me preocupa. Porque podemos llenarnos la boca hablando de las 1.500 especies marinas que migran y encuentran refugio en estos ecosistemas interconectados, pero, ¿qué pasa con las personas que dependen directamente de esos ecosistemas para sobrevivir?

Una Economía Azul… ¿Para Quién?

La economía azul, ese término que suena tan sofisticado y prometedor, en teoría debería ser una oportunidad para todos. Pero en la práctica, hay que preguntarse si realmente beneficiará a las comunidades costeras o si, una vez más, serán las grandes empresas y los intereses extranjeros los que saquen la mayor tajada. Porque, seamos claros: la biodiversidad marina y los recursos que ofrece no están siendo explotados equitativamente.

Hoy, las grandes corporaciones pesqueras internacionales hacen de las suyas mientras las comunidades locales, que han vivido en armonía con estos ecosistemas durante siglos, se ven desplazadas y excluidas de los beneficios.

En ese sentido, no sorprende que Cristóbal Hernández, funcionario chileno, subrayara la importancia de la cooperación internacional y regional como herramienta para proteger la conectividad. Pero, ¿acaso esta cooperación incluye a las comunidades indígenas y locales que siempre han cuidado el océano? ¿O estamos hablando nuevamente de acuerdos entre Estados que poco se traducen en mejoras reales para la gente que vive del mar?

El Futuro que Decidamos Construir

El debate sobre la conectividad ecológica en el Pacífico Oriental tiene que ir mucho más allá de la conservación ambiental per se. Sí, es importante hablar de tortugas, tiburones y ballenas; de ecosistemas interconectados que abarcan 20 millones de kilómetros cuadrados y sostienen la vida marina. Pero el verdadero reto está en cómo convertimos esta conectividad en una oportunidad real para las comunidades de la región. Porque si algo nos ha enseñado la historia, es que la riqueza natural, cuando no está bien gestionada, termina sirviendo a los mismos de siempre.

Es hora de que desde la COP16 se pongan sobre la mesa propuestas concretas que no se queden en los discursos. Se habla mucho de la sostenibilidad, pero ¿cómo podemos garantizarla si las comunidades que dependen de estos recursos no tienen un asiento en la mesa? Crear un fondo internacional que garantice la distribución justa de los beneficios, como propone la ministra colombiana de Ambiente, Susana Muhamad, es un buen comienzo. Pero este fondo debe gestionarse con transparencia y, lo más importante, debe priorizar a quienes han sido históricamente excluidos de las ganancias: las comunidades locales.

Al final del día, la conectividad ecológica no puede ser solo un concepto bonito en un congreso internacional. Debe ser un camino hacia un desarrollo más justo, donde la biodiversidad del Pacífico Oriental no sea solo un recurso para explotar, sino un patrimonio a proteger y compartir de manera equitativa.

Si logramos hacer esto, quizás podamos decir que finalmente estamos dando los primeros pasos hacia esa tan anhelada «Paz con la Naturaleza» de la que tanto se habla en esta COP16.

Laura Cristina Barbosa Cifuentes

Periodista de investigación, presentadora de televisión & columnista de opinión.

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