Dudamel y Lamine Yamal: símbolos contra la xenofobia

“Y bien, aunque pareciera que la xenofobia –además de estúpida– es natural, también existen esas películas épicas donde “ellos” se convierten en “nosotros” y por fin se desdibujan las fronteras”


En los últimos días, el Bucaramanga conquistó su primera estrella en el fútbol profesional colombiano y España se clasificó nuevamente para una final de la Eurocopa. El protagonista del título del Bucaramanga fue su entrenador, un extranjero: Rafael Dudamel, nacido en San Felipe de Yaracuy, Venezuela. En el éxito del pase de España a la final, el protagonista fue Lamine Yamal, un jugador de 16 años nacido en Esplugues de Llobregat (Cataluña) y crecido en Mataró, un municipio de la provincia de Barcelona. Yamal es hijo de Mounir Nasraoui, un marroquí, y de Sheila Ebana, una ecuatoguineana.

Ambos casos me hicieron pensar en lo reiterativa que es la xenofobia en el fútbol y en el retorno que está teniendo como protagonista también en debates políticos y sociales. En Europa, actualmente es muy fácil para ciertos líderes achacar culpas a los inmigrantes. Los sienten extraños, en muchos casos los rechazan y los culpan de los problemas de sus sociedades, para luego vociferar la necesidad de implantar leyes y programas que creen líneas de fuego en sus fronteras. Pan comido para ganar adeptos descerebrados.

Los seres humanos son por naturaleza xenófobos; instintivamente siempre pensamos en “nosotros” y en “ellos”. Harari lo ha resumido bien con ejemplos: “Nosotros somos personas como tú y yo, que compartimos idioma, religión y costumbres. Nosotros somos responsables los unos de los otros, pero no responsables de ellos. Siempre hemos sido distintos de ellos, no les debemos nada. No queremos ver a ninguno de ellos en nuestro territorio, y nos importa un comino lo que ocurra dentro de sus fronteras. Ellos apenas son humanos. En el lenguaje de los dinka del Sudán, <<Dinka>> significa simplemente <<personas>>. Los que no son dinka, no son personas”.

Ese pensamiento no es exclusivo de los dinka o de los europeos. Es un lugar común de la mayoría de las sociedades. Los venezolanos, por ejemplo, que llevan años viviendo una pesadilla a causa de un déspota ignorante en el poder, no han recibido una mano sino más bien el codo cuando han tenido que migrar a Colombia en busca de su supervivencia.

A los venezolanos en Colombia, al igual que a los marroquíes en España, les han asignado una serie de estereotipos negativos que hacen mucho más difícil su integración en las sociedades a las que tratan de adaptarse. No solo hay mala fe por parte de colombianos y españoles prejuiciosos, sino que hay mucha ignorancia cuando piensan que en Colombia tienen raíces distintas a las venezolanas o que en España son muy diferentes a los marroquíes.

Colombia y Venezuela alguna vez fueron parte de la misma nación y la arepa surgió en ambos territorios en tiempos similares (así es, no existe tal debate). España, por su lado, en las últimas décadas ha intentado negar constantemente la enorme influencia árabe y musulmana que siempre ha existido en el país. En las calles de Rabat ofrecen zaytun y en Madrid sirven aceitunas en las mesas, que es exactamente lo mismo.

Como los anteriores ejemplos culinarios, hay muchos ejemplos en el mundo y eso nos recuerda que la xenofobia es una estupidez porque no existe ninguna cultura sobre la faz de la tierra que no haya tenido influencia de otras culturas. No existen las culturas auténticas. La pizza napolitana es deliciosa, pero el tomate no surgió en Italia. El chocolate suizo es un deleite, pero el cacao apareció en Centroamérica. La carne de Argentina es la mejor, pero antes de que llegaran los europeos a América, los americanos no consumían carne vacuna.

Y bien, aunque pareciera que la xenofobia –además de estúpida– es natural, también existen esas películas épicas donde “ellos” se convierten en “nosotros” y por fin se desdibujan las fronteras. Damos espacio a enriquecernos mutuamente en la diversidad y logramos emocionarnos con los demás, sin importar sus orígenes. Eso es lo que nos recuerdan los éxitos de Dudamel y Yamal, que antes de ser colombianos o españoles, somos todos seres humanos.


Todas las columnas del autor en este enlace: Pablo Güete Álvarez

Pablo Güete Álvarez

Abogado con énfasis en Derecho Comercial Internacional de la Pontificia Universidad Javeriana. Tiene un Master en Gobierno y Administración Pública de la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como abogado litigante en firmas internacionales.

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