“El guionista que escribe la historia del Independiente Medellín, desde arriba, se ríe de todos nosotros. Para los hinchas, la incertidumbre, las malas gestiones, y el consuelo de los héroes ya pasados, son el día a día de una de las pasiones más tóxicas del FPC. Para que el rojo sea un buen equipo y su hinchada esté satisfecha tienen, literalmente, que alinearse los planetas.”
Luego de perder contra el Junior en una intensa y emocionante final de fin de año, uno podría imaginarse que Medellín, sería un equipo a temer a nivel local y por qué no, internacional. Se clasificó a Libertadores como uno de los mejores equipos de Colombia, pero tardó más en resolver el tema de Omar Albornoz que en la competición misma. Al Poderoso lo eliminó Palestino, en la previa de la fase previa, en su propia casa, y después de haber hecho el ridículo en una tanda de penales que nadie quiere recordar.
Por si le faltaba más dramatismo; lo goleó el América, uno de los equipos que, actualmente, solo tiene nombre; está último en la clasificación general y sus jugadores, la única cama que saben hacer, es la que le están haciendo a Zambrano, el técnico.
El DIM está perdido
Por su falta de jerarquía. Y con jerarquía me refiero, específicamente, a la falta de talento y competitividad en todas las zonas de la cancha. No existe competencia interna en un plantel que carece de ideas, y mucho más, de fútbol.
No hay jugadores como Mauricio Molina, que con un enganche más efectivo que vistoso, se dejaba a dos rivales, y asistía, o sorprendía rematando. No existen más Jhon Javier Restrepo, lideres en la media cancha, con la categoría necesaria para levantar anímicamente al equipo sin caer en la desesperación. No hay otro dúo como Perea y Baloy, que entienden a la perfección la labor del defensa, y sudan la camiseta sin estar pensando en el sueldo. Al poderoso le faltan ídolos en su plantilla. Nadie, ni Care Torta, disfruta viendo al rojo porque este no tiene alma, está formado por una cuadrilla, en su mayoría, de mercenarios, que no vienen a jugar sino a cobrar sin mover un dedo.
Sin olvidar claro la falta de ingenio y resolución de su cuerpo técnico, un grupo que presume de muchos jugadores pero que no conoce lo suficiente su plantel, como para explotar las cualidades de quienes lo componen. Zambrano juega a lo mismo, pero espera resultados diferentes. Apuesta mucho a cosas de baja probabilidad, esperando a que algún día la ruleta marque el 00. El tiempo que le queda, es tan grande como su suerte: no tiene.
Está perdido además por la payasada a la que ellos llaman institución; un grupo de comerciantes acaudalados que se usufructúan pierda o gane El Poderoso, porque para ellos el fútbol es un negocio, el dolor y la queja del hincha, solo vacía bolsillos en casos extremos, que por el contexto y la venta de abonos, no será este.
Estos dichosos y exitosos personajes, compran fracasos como promesas para la plantilla, reciclan jugadores oxidados y de baja forma, con la excusa de que ‘esta vez si’ tendrán un buen recuerdo; fichan por cantidad y no por calidad; para ellos el club es como el Monopoly, entre más propiedades (jugadores) tengo, más gano. En síntesis el rojo, es una máquina de derrochar dinero, en donde lo que no se derrocha, desaparece.
Sin curas para estos males que tienen extraviado al Poderoso, la solución parecerá depender de un milagro, de un fichaje estrella, de un penal bien cobrado por parte de Ricaurte o simplemente, de una hinchada con voz y voto.
Me faltaron ganas de sufrir y un amor incomparable para ser hincha de este icónico equipo paisa; Sin embargo, siento un cariño que he heredado de mi viejo por el Medellín, por lo que sería imposible para mí, pasar por encima del problema. Al hincha no hay que decirle cómo pensar, simplemente hay que motivarlo a hacerlo, a que tome consciencia y se apropie de su equipo, de su institución y de sus jugadores.
En pocas palabras: