“La ciudad de cemento se cubre de sangre, personas muertas y heridas en cada esquina, por un celular o unas cuantas monedas se pierde con facilidad la vida.”
Que tiempos tan salvajes estamos viviendo, hasta parece que la pandemia sacó lo peor de las personas, violencia insospechada, criminales armados atemorizan a la ciudadanía, disparan sin control, lo hacen con resistencia o sin resistencia. La ciudad de cemento se cubre de sangre, personas muertas y heridas en cada esquina, por un celular o unas cuantas monedas se pierde con facilidad la vida.
¿Qué está pasando? La criminalidad alcanza límites insospechados, ya nadie puede tener tranquilidad; ni las madres que despiden a sus hijos e hijas cuando van a estudiar; ni las personas que salen a trabajar; ni tampoco las que simplemente quieren caminar. Estos niveles de violencia son el reflejo de una sociedad barbárica, en donde la vida cada vez pierde más valor.
Las principales víctimas son transeúntes desprevenidos, que, nunca esperaron sentir el sonido desgarrador de un disparo sobre sus cuerpos erguidos, al caer, se siguen preguntando ¿Qué pasó? Es el horror, los criminales disparan primero y preguntan después, causan desenlaces fatales sobre el pavimento de las ciudades. El barrio se convirtió en testigo mudo de las alianzas criminales, que ya no solamente roban, sino que matan.
Estos atracos no son fortuitos, matar es uno de los objetivos, no hay distinción alguna cuando se acecha a las víctimas, pueden ser niños, niñas, jóvenes, mujeres, adultos y adultas mayores, no importa la condición social, todas las personas parecen un blanco seguro, a los criminales no les importa si roban poco o mucho, sólo quieren infundir temor y crear un ambiente de inseguridad. Ya no roban con armas blancas, ahora las utilizan de fuego, lo que hace que nos preguntemos ¿qué está pasando en la ciudad?
Parece que se ha puesto un precio a la vida, mientras más personas muertas, más fuerte es el mensaje que se envía a la sociedad. Es todo un esquema sicarial bajo el cual se dispara primero y se roba después, pero, no solamente se roba un objeto material, sino el sosiego y la libertad de respirar. La violencia nos persigue en todas partes, en cualquier esquina nos podemos encontrar con una persona asesina. Es tiempo de parar la matanza y recordar que la vida es sagrada, no puede ser que alguien nos robe la vida o nos cause una herida con total impunidad; todavía existe la esperanza de vivir en paz.
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