“Jovencitos y jovencitas que al salir de once no pueden ingresar a la Universidad… unas terminan en embarazo, otros terminan huyendo del país, terminan en los ejércitos privados del narcotráfico, terminan buscando un puesto en la Policía o en el Ejército”, palabras del candidato Gustavo Petro en una plaza pública.
Como aspirante a ser el jefe civil y supremo de las FFMM, tal frase es en su esencia, una seña clara del descontexto sobre nuestra fuerza pública y en particular rechazo desde el odio y desprecio por quienes alguna vez lo combatieron, cuando él tomó las armas ilegales e ilegítimas en contra de la población, lo cual puede ser una primera explicación a sus palabras.
Me permito indicar que esa irónica y malintencionada diatriba está falta de al menos un básico conocimiento sobre lo qué es y ha sido la institución militar y policial (con sus diferencias y falencias) en Colombia. Por mi parte, llevo tres (3) años investigando y aprendiendo sobre la institución militar y algunos aspectos de su proceso histórico-político y me es inevitable no rechazar la frase “termina buscando puesto en la Policía o en el Ejército”, y sólo para mencionarlo, nuestras FFMM son una de las más profesionales de Latinoamérica y del mundo, y ese ciudadano militar, en el marco del profesional debe cumplir con aspectos como capacidad, corporatividad y responsabilidad.
Y no es desconocer la falta de preparación académica en el soldado, lo cual se mantiene como un reto y un aspecto que se viene trabajando en el modelo militar actual y en ese plan del Ejército del Futuro, pero sí, es entender que hay un marco histórico y un contexto hacia objetivos de mejora en lo anterior que no puede ser equiparado a “ejército privados del narcotráfico” como indicó el candidato.
Nuestra fuerza pública, -en este caso me referiré a nuestras FFMM- quienes han pasado por un proceso histórico de cambios y transformaciones que lo han llevado a ser uno de los más preparados estratégica, doctrinaria y profesionalmente (obviamente con procesos en contra, falta de preparación en periodos, politizaciones y otros). Y eso no quiere decir que sea un Ejército formidable, tal como indica un gran estudioso como Malcom Deas, pero esto ha sido en gran culpa por líderes políticos que poco han actuado en dirección al fortalecimiento de esta institución. Hemos tenido grandes militares, estudiosos y que han contribuido a crear Nación (la poca o mucha que tengamos): Francisco José de Caldas, gran ingeniero militar, fundador del Colegio Militar de Caldas. También, el caso de la contribución militar de la Nueva Granada a la causa de esa independencia fue de hecho después de la victoria en la Batalla de Boyacá de 1819 gracias a ese recurso humano del sector militar de infantería.
El modelo del Ejército actual, comenzaría con un enfoque dado por José María Obando (estudió en el seminario de Popayán, presidente de la Nueva Granada en 1853) quien, aunque tuvo un ejército pequeño, se enfocó en sus oficiales serian profesionales leales a pesar de ser pagados modestamente. Tendríamos al militar Pedro Nel Ospina, también, presidente de Colombia en el año 1858, quien era ingeniero, fundador con su hermano de la Escuela Nacional Minas, hoy Facultad de Minas de la UNAL.
Puedo indicar que nuestra fuerza pública ha tenido que cambiar y actuar coyunturalmente, por ende, hubo poca atención en diferentes momentos históricos del siglo XX a aspectos socio-políticos de las FFMM. Vendría más adelante la reforma militar de Rafael Reyes, dirigida hacia la profesionalización y todo un proceso que sería mucho más largo el explicarlo.
Una lectura más contemporánea, permite revisar que las FFMM vienen de un proceso de cambios entre Belisario Betancur, Virgilio Barco (debido en gran parte al narcotráfico), Gaviria, el nefasto momento con Samper, el inicio de un cambio hacía la educación del sector militar en el periodo Pastrana, la contribución al fortalecimiento institucional y humano en la política de seguridad democrática y las discusiones actuales sobre el Ejército del Futuro en su plan 2030, por ejemplo.
Por mi parte trabajo a diario con profesionales en sociología, trabajo social, derecho, ciencias militares, filosofía, psicología, ingeniería entre otras áreas que son y hacen parte del sector militar. Profesionales con quienes se puede trabajar temas en memoria histórica, relacionamiento civil-militar, justicia y construcción de Nación y muchos más aspectos. Además, el militar, ese soldado ciudadano de hoy, en su educación (debe tenerse en cuenta que el soldado de hoy, no es el mercenario de siglos anteriores, que era pago y falto de educación) tiene una formación integral, enfocada en una estructura formativa más amplia.
El objetivo y reto consciente de la misma institucionalidad es siempre el aumento de profesionalización con respecto a que se quiera ser parte de las FFMM, como una convicción (por ende, no desconozco que aún hay un propósito, que es la masificación de la educación en todos los sectores militares).
Por lo anterior, las palabras del candidato, son faltas de articulación al trabajo institucional en el sector militar. Tenientes, Sargentos, Coroneles, Generales, soldados, conozco algunos y los diferencio porque son profesionales, educados y profesionalizados, no solo en el “arte de la guerra” desde una visión de Sun Tzu, sino en diferentes ciencias o áreas.
No se puede generalizar. Es claro que el estudio y lo académico no asegura un comportamiento ejemplar. De hecho, en la teoría militar el profesional en este campo es un profesional mucho más exigido y más completo -o debe serlo-, porque debe articularse a un conocimiento sobresaliente y práctico del manejo de las armas del Estado, con un área académica y sobre todo a una ética predominante y recta.
No significa que no se den desviaciones, pero el modelo militar actual, no puede ser visto como si fuera un mercenario o un guerrero miliciano. Y menos de alguien que aspira a ser el jefe supremo de estas instituciones. La lucha desde el orden político debe ser lo que Samuel Huntington denominó como un elemento fundamental: “vocación militar como el principal criterio del profesionalismo” (1964), y no bajo preceptos ideológicos sesgados que señalen y desvirtúen la esencia de quienes hacen parte de la fuerza pública por vocación.
Huntington, S. (1964). El soldado y el Estado. Buenos Aires: Grupo editorial Latinoamericano.