“La prudencia, que hace verdaderos sabios, no es propiamente una de las virtudes que acompaña a Gustavo Francisco Petro Urrego en el ejercicio del poder. Las relaciones diplomáticas arden no solo por lo que se dice, en X (Twitter), sino por el tono que se emplea, ajustado a la calentura del momento de su presidente.” Alusiones, venenosas e irresponsables, que se han realizado frente al conflicto de Israel y Hamás son las que hacen tensas las relaciones internacionales del país. Desconocimiento histórico, ignorancia que es atrevida, sumado a la ausencia de moral es lo que impide que el estado colombiano, pasados los días, condene el ataque terrorista de la organización, política y paramilitar, palestina o se pronuncie ante el asesinato de dos connacionales que, indefensos y alejados de la confrontación, asistían a un concierto. Mal le queda a Gustavo Francisco Petro Urrego, y por ende a Colombia, constituirse en encubridor de terroristas asesinos, ser el eje coyuntural, y la caja de resonancia a los ojos del mundo, de regímenes como el ruso o el iraní. Obsesión que debela su mandatario con Hitler, los nazis, los judíos, el Holocausto, es la materialización del delirio que acompaña la mente de quien, como comandante guerrillero, fuera autor intelectual de múltiples atrocidades perpetradas por el M-19.
¡El respeto no se exige, se gana! A los ojos del mundo su presidente recibe lo que cosecha pasando las barreras del irrespeto. Egolatría de Gustavo Francisco Petro Urrego se constituye en el estandarte de la patanería insensata de la presidencia colombiana contra los estados del mundo, naciones que en nada se encuentran alineadas con el progresismo socialista que propone el comunismo. La diplomacia, que debe acompañar las relaciones exteriores, exige que el canciller, Álvaro Leyva Durán, sea el polo a tierra y llame a que desde la Casa de Nariño se bajen los ánimos y se pidan excusas por las ligerezas cometidas en X (Twitter). Liderazgo político global que quiere asumir Petro Urrego requiere de algo de lo que él carece, inteligencia y prudencia. El fanatismo ideológico que acompaña a su mandatario impide encontrar puntos medios, condenar con vehemencia el ataque terrorista a Israel y reclamar con ahínco que el país del Medio Oriente, en su reacción contra Hamás, respete el derecho internacional humanitario (DIH).
El nefasto proceder de Gustavo Francisco Petro Urrego es diametralmente opuesto al postulado de quien se vendió en campaña como defensor de la vida, y apuesta por la consolidación de una paz total en Colombia. El juego mitómano de su presidente profundiza la polarización del colectivo social en la nación, enciende las diferencias entre quienes piden coherencia y, una horda de ignorantes, quienes desde la pasión defienden irrestrictamente la beligerancia propuesta por quien ven como todo un sabio. Las constantes actuaciones erráticas de su mandatario, con rasgos y trazos demenciales, exaltan, cada vez con mayor urgencia, la necesidad de aplicarle un examen psiquiátrico que devele su idoneidad para continuar al frente del cargo que ostenta. Actuaciones en caliente de su dignatario distantes están de la sensatez y las formas que deben acompañar a quien apostó por regir los destinos del país.
Los comentarios que ahora se hacen en el marco de las relaciones internacionales muestran que Gustavo Francisco Petro Urrego no ha podido pararse firme, poner los dos pies en la tierra, y alejarse del pensamiento belicoso propio de su pasado guerrillero. Pésima estrategia de su presidente es concentrar en X (Twitter) la información gubernamental, instituir la red social como la oficina de comunicaciones del gobierno. Tratamiento que se da a la información oficial disuelve el protocolo, e invisibiliza el daño serio que está ocasionando su mandatario a la democracia y los vínculos construidos con otras naciones. Representación constitucional, de la que se reviste su dignatario, para hablar en nombre de los colombianos, y tomar decisiones autónomas en materia de política exterior, exigen que él entienda que representa una nación y debe tener cierta discrecionalidad al momento de emitir sus opiniones desde el fuero personal.
El mundo jamás verá a Gustavo Francisco Petro Urrego como un valiente estadista, mientras siga siendo el títere de las figuras representativas de las represivas dictaduras comunistas no pasará de ser un agente ideológico de un falso progresismo que se toma el continente suramericano. Poco loable, respetuosa, coherente y responsable ha sido la posición asumida por su presidente, estridencia que ha generado la postura colombiana denota que la izquierda apuesta por la divergencia que pondera la guerra por encima de la paz. Los posts de su mandatario han sido provocadores, no están a la altura que corresponde a un jefe de estado. El interés político no puede ser superior a la diplomacia y el respeto mutuo, es obligación de su dignatario ubicarse del lado correcto de la historia y condenar, sin equiparar, los actos de un grupo terrorista contra un estado judío, ubicado en Tierra Santa, que hoy reclama el apoyo del mundo.
Poco a poco Gustavo Francisco Petro Urrego comienza a aislar a Colombia del mundo con sus salidas alucinantes, xenófobas, racistas y que siembran el odio cultural, religioso y social. Amenaza de romper relaciones, en este caso con Israel, es la receta de la crisis perfecta que siempre invocan los gobiernos que van camino a instaurar una dictadura. Delirio de persecución que mantiene su presidente será el que lleve a que en el corto plazo se distancie de Argentina si gana Javier Milei o se ahonde en las discrepancias con Estados Unidos si se siguen las posturas radicales de Trump. Advertidos estaban los colombianos de lo que está por venir, injerencia que se tuvo con Perú o confrontaciones conceptuales que se han tenido con el parlamento chileno, son la muestra de cómo se casan peleas absurdas frente a temas absolutamente ajenos a la nación colombiana. La estúpida insensates es la que va dejando, paso a paso, a Colombia del lado del eje del mal del que hacen parte Hamás, Rusia, Irán, Cuba, Venezuela, y todos los terroristas del globo terráqueo.
Opinión, sin límites y responsabilidad, de Gustavo Francisco Petro Urrego en X (Twitter) tienen consecuencias internacionales, y desvían la atención de lo coyuntural en la Colombia profunda. Política del cambio, que trajo consigo su mandatario, siembra el caos en la nación. Se habla de genocidios, guerras, masacres en el exterior, pero se desconoce que en el interior ya se reportan 120 líderes sociales asesinados en 2023, se elude el aumento de atentados a la fuerza pública, la presencia de carteles extranjeros en los territorios y la delincuencia urbana incontrolable en las capitales, temas que necesitan de la atención desbordada de su dignatario que en catorce meses en la presidencia solo mira la viga en el ojo ajeno. Solidaridad real con Colombia, que pidió su presidente a América Latina, debe estar enfocada en atender la crisis económica y social de un país que tiene zonas vedadas, perdió la seguridad democrática, y la violencia desbordada sume a su población en el hambre, pues los alimentos escasean y son cada día más caros e imposibles de adquirir.
Los comicios de este 29 de octubre son la oportunidad para que los colombianos dejen en evidencia qué tanto los representan las declaraciones, y posturas radicales, de Gustavo Francisco Petro Urrego. Expresiones vergonzosas de su mandatario distan del tradicional proceder de un país soberano, y respetuoso del derecho internacional, que está en búsqueda de una paz total. Acusaciones temerarias que han sido lanzadas por su dignatario distantes están de ser estudiadas y reflexionadas. Dosis de coherencia y responsabilidad que debería acompañar cada pronunciamiento de su presidente se pierden en la pelea que se caza contra todo aquel que no sea adulador del “Sensey” de los humanos. Los principios que rigen la política exterior no pueden seguir al vaivén de quien todavía está inmerso en su pasado guerrillero, un personaje atípico y desubicado que siempre llega primero a donde nadie lo ha invitado, y de último a donde lo están esperando.
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