Pequeño Diccionario de Palabras Incomprendidas.
Hoy, estimado lector, inicio con la serie prometida: «Pequeño Diccionario de Palabras Incomprendidas». Las palabras han sido escogidas al azar y con ellas he construido unos pequeños relatos que dan a entender lo que creo es lo que se debe entender. Espero que sea del agrado de todos.
«ADIÓS: Tiempo después de que el barco abandonó el puerto fue que me di cuenta de que había mucha gente a mi alrededor.
Una gente extraña, sórdida, ensimismada en sus asuntos, en su vida, pero que me da un saludo -así sea corto- cuando me ven. Yo me veo ahí en el puerto rodeado por todos ellos, y me digo: No extrañare, no te extrañare; la gente esta conmigo, la gente no me abandonara.
Sigo tranquilo y dejo que el tiempo haga su magia. Que herida no se sana con el transcurso de los días; sin embargo, me miento. Las heridas por superficiales o profundas que sean, con el transcurrir, se abren y duelen más; es que el alma no hace parte del cuerpo y no tiene su misma dinámica de sanación. Lo mismo ocurre con la gente, aquí opera el maltusianismo a la inversa: el dolor y la ausencia aparecen en proporción geométrica mientras que la cercanía y el afecto continúan en proporción aritmética. Llega el momento en que ya no hay nadie, la herida esta en carne viva y surge la soledad como reina victoriosa.
Había olvidado que cuando el barco estaba atracado en el puerto y tu esperabas para embarcar, te arrimaste al oído y me dijiste adiós. Yo creí que adiós era hasta luego, pero resultó que era para siempre.
Pensé que adiós era la negación de dios (a: sin- dios) pero resultó que adiós significaba sin ti. No tenía problema con negar a dios porque, como Bruno, creo en que Él -sea lo que sea- está en todo; pero si tengo problema en negarte a ti por que tú no estás en todos lados, tú estabas en mi y ya no.
Adiós debería estar proscrito, debería estar condenada al ostracismo, debería de ser innombrable; pero existe, es real y la mejor prueba de su maledicencia es que al decir adiós, quien lo dice al otro, jamás vuelve; por ejemplo, tú.»