Poeta, ensayista y promotor cultural son algunas de las facetas del cubano Roberto Fernández Retamar, quien desde sus primeros años de vida no ha parado un solo segundo en buscar un cambio social a través de la cultura. Por su labor honorífica ha obtenido múltiples condecoraciones y premios a nivel internacional; miembro del Consejo de Estado de Cuba, de la Academia Cubana de la Lengua y actual presidente de la Casa de las Américas es quizá uno de los intelectuales (vivos) más importantes del habla hispana. Desde Al Poniente tuvimos la oportunidad de conversar con él sobre diferentes dimensiones de la cultura; poesía, arte y revolución fueron los más mencionados. Por eso desde Al Poniente queremos invitarlos a leer esta serie de ensayos que publicaremos sobre el poeta Retamar y a que conozcan un poco más de su obra ya que hace parte de la historia literaria de América Latina.
El caso más espectacular para la Casa de las Américas, aunque fue muy hostil a la Revolución Cubana, fue el de Jorge Luis Borges, el escritor argentino. Él no simpatizaba para nada con la revolución cubana y en general, no simpatizaba con las revoluciones. No fue muy político, pero a lo largo de su vida tuvo simpatías políticas. Cuando era muy joven, se volvió apasionado de la Revolución de Octubre e incluso empezó a aprender ruso para leer a los escritores rusos; luego se volvió muy admirador de los impresionistas alemanes, en los años 20 apoyó a un político argentino, Hipólito Yrigoyen. Después, cuando se dio la Guerra de España, estuvo a favor de la República Española. Sin embargo, no fue nunca un político y, como yo lo admiro tanto, en el año 85 era mi segundo viaje a Buenos Aires y hablé con un editor argentino para expresarle mi gusto y necesidad de conocer a Borges y pedirle que nos autorizara publicar una selección de textos, ello finalmente fue posible.
En esos momentos, pasó algo muy gracioso y fue que, cuando yo estaba reunido con el editor, sonó el teléfono y era Borges; le dijeron a María Kodama, su esposa, que yo, un escritor cubano, quería hablar con él y fue posible. Cuando pude reunirme con él, le recité los primeros versos de una preciosa elegía escrita a Alfonso Reyes, que empieza diciendo:
El vago azar o las precisas leyes
que rigen este sueño, el universo,
Me permitieron compartir un terso
Trecho del curso con Alfonso Reyes.
<<Y ahora, si usted me lo permite, con María Kodama y Jorge Luis Borges>>. De inmediato cogí un taxi y llegué demasiado pronto.
Cuando llegué al piso de Borges -un piso demasiado modesto-, estaba una delegación brasileña, he incluso pensé que él me había tomado como parte de la delegación porque él era medio ciego. Cuando se fue la delegación, María Kodama los acompañó a la puerta y yo no le dije nada a Borges porque pensé que no me veía, pero él al parecer nunca llegó a ser enteramente ciego y veía bultos; y me habló con cuidado, con calma, ¡fue una tarde inolvidable! Un ser maravilloso. Me autorizó a publicar unas páginas escogidas suyas y me pidió que regresara a llevárselas, pero, desgraciadamente, murió al año siguiente. En un momento le dije a Borges, <<lo que no podemos mandarle es dólares>>, a lo que él me respondió que no le interesaba el dinero.