Día del valor empresarial

Crear una empresa no es un acto de azar. Aquí, es un salto al vacío. Un gesto casi heroico en un país que necesita a los empresarios, pero que, paradójicamente, los trata como si fueran delincuentes confesos. En Colombia, levantar una empresa no te convierte en ejemplo, sino en blanco. Aquí, el éxito se castiga, el crecimiento se vigila y la iniciativa se regula hasta asfixiarla.

Hoy, en el Día del Valor Empresarial, corresponde recordar lo esencial: sin empresarios, no hay innovación; sin innovación, no hay futuro; y sin futuro, solo queda el consuelo barato del asistencialismo estatal.

En Colombia, ser empresario no es una profesión: es una forma de resistencia civil. No basta con tener una buena idea o un producto útil. Hay que sobrevivir a un Estado que desconfía de ti, navegar entre impuestos que se multiplican como hongos y malabares burocráticos que te roban exactamente 1.117 horas al año. En otros países emprender se celebra. Aquí parece un delito que exige penitencia perpetua.

Aun así, los empresarios no se rinden, persisten contra todo pronóstico y siguen creando empresas, aunque sea en un entorno que premia la mediocridad y castiga la ambición. Lo hacen porque saben algo que muchos olvidan: la pobreza no se derrota repartiendo lo que no alcanza, sino creando lo que falta. Nadie crea más que quien emprende.

Cada empresa que nace es una fábrica de dignidad pura; no de limosnas, sino de oportunidades. Una empresa no es solo un logo y una razón social: es una apuesta all-in por un futuro mejor. Una empresa es alguien que decide arriesgar su capital, hipotecar su tranquilidad y contratar a otros, incluso cuando no hay certezas. Eso no se llama lucro: se llama coraje.

En un país obsesionado con la desigualdad, olvidamos una verdad incómoda: la igualdad de resultados no es justicia, y el verdadero progreso no consiste en que todos tengan lo mismo, sino en que todos tengan más que antes. La riqueza se crea, no se reparte, y el motor de esa creación es el empresario.

El verdadero héroe no es el que vive del subsidio eterno, ni el que propone destruir todo para empezar desde cero con promesas vacías. No. El héroe es el que, con sus ahorros y su fe en el país, funda una empresa; el que paga salarios antes que su propio sueldo; el que innova mientras otros se quejan; el que crea valor cuando muchos solo producen resentimiento.

Hoy no celebramos a los que hacen negocios: celebramos a los que no se rinden. A los que entienden que regalar un discurso no cambia vidas, pero ofrecer empleo, sí. A los que construyen cuando destruir sería más fácil. A los que apuestan por Colombia, incluso cuando Colombia no apuesta por ellos.

La conversación que empieza hoy no puede durar solo un día: debe ser el inicio de un cambio de mentalidad profundo. Colombia necesita menos sospechas y más respaldo; menos discurso y más libertad; menos trabas y más condiciones para que emprender deje de ser un acto heroico y se convierta en el camino natural para transformar y mejorar vidas.

Porque cuando un empresario prospera, su barrio también. Cuando se abren empresas, se cierran brechas. Y cuando un país protege a sus creadores de valor, el futuro deja de ser una promesa abstracta y se convierte en una certeza.

Hoy, más que nunca, necesitamos aprender del exitoso y no del quejumbroso. Los héroes en Colombia no tienen capa, tienen empresa.

¡Feliz Día del Valor Empresarial!


La versión original de este artículo apareció por primera vez en el Diario La República (Colombia), y la que le siguió en nuestro medio aliado El Bastión.

Jair Viana

Director de Investigación de LIBERTANK. Analista económico y financiero, y columnista para varios medios con estudios especializados en políticas públicas, crecimiento económico y estabilidad. Amplia experiencia en gestión de activos, planificación financiera y macroeconometría.

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