El intento de Javier Milei de modificar la ley de salud mental en Argentina (1), luego que presentara el El proyecto de «Ley Ómnibus», es un claro llamado a expandir los manicomios en aquel país, lo que debe ser visto como una nueva amenaza para los derechos de las personas, como plantean distintos profesionales del campo de la salud mental (2).
A modo de sintetizar las modificaciones que Milei busca introducir a la ley de salud mental, tienen que ver con volver a una mirada biomédica, farmacológica, punitiva y patologizante de la psiquiatría, en donde se vuelve ver a los usuarios como potencialmente peligrosos, los cuales necesitarían ser aislados y tratados en hospitales psiquiátricos especializados, validando así torturas como el electroshock por ejemplo.
Lo más grave de todo, es que con estas modificaciones a la ley de salud mental, permitirá que un juez de manera unilateral tenga el poder de decidir quién puede o no ser internado contra su voluntad por ser un peligro para sí mismo o la sociedad, dejando fuera la opinión de un equipo interdisciplinario, que no solo está conformado por psiquiatras, sino también por psicólogos, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales.
De ahí que este intento de modificación a la ley de salud mental sea un evidente retroceso y una clara vulneración de derechos para personas locas, neurodivergentes, con discapacidad social y algún tipo de diagnóstico, ya que el problema de la ley de salud mental, no era ni su enfoque ni su contenido, sino justamente la falta de implementación de ella y el fin de la lógica manicomial, por lo que se vuelve urgente que entendamos que lo que está en juego con este decreto nos afecta a todas y todos.
Lo señalo ya que la lucha que se da por la desmanicomialización, no puede ser ajena a otros movimientos sociales y demandas, ya sea feministas, indígenas, de trabajadores, de pobladores, socioambientales, así como a las distintas izquierdas y a quienes queremos un mundo más justo, ya que el poder biosiquiátrico está entrelazado con el patriarcado, el colonialismo y el capitalismo.
En consecuencia, tener una mirada comunitaria y crítica de la biopsiquiatría es para hacernos cargo de nuestros malestares y sufrimientos subjetivos, por lo que se tiene que articular con formas de vivir mucho más sostenibles y que ponga el cuidado de la vida en el centro, dejando atrás una idea de individuo cerebrocéntrica, desapegada de sus emociones, de su entorno social y de la naturaleza.
Es decir, dejar atrás la dicotomía moderna y racionalista de cuerpo/mente, heredera de la de cultura/naturaleza, que es lo que sostiene a la biopsiquiatría y una mirada del ser humano reduccionista e insostenible socioambientalmente, que nos impide ver la pluralidad de experiencias y los múltiples vínculos que nos sostienen para poder vivir y proyectarnos en el futuro.
Dicho todo lo anterior, debemos solidarizar con lo que está pasando en Argentina, en donde un fanático de presidente, como lo es Javier Milei, está intentando destruir con este decreto la posibilidad de pensar en un mundo más igualitario y que ponga la dignidad de las personas en el centro y que deje atrás un modelo manicomial obsoleto y criminal.
Por suerte, nuestros hermanos argentinos ya se están movilizando y la cámara del trabajo suspendió temporalmente una reforma laboral denigrante y humillante de este decreto, que pretendía que los empleadores le pagaran a sus trabajadores no solo con dinero, sino también con leche, carne o criptomonedas, aunque cueste creerlo en estos tiempos, intentando casi legalizar el trabajo esclavo prácticamente (3).
No obstante, aún no hay suficientes voces o apoyos a esta importante declaración por ejemplo (4), que ayuden a una defensa masiva de la salud mental, desde un enfoque de derecho, que no permitan estas modificaciones que van en el sentido opuesto, ya que no solo busca volver a una mirada biopsiquiátrica, sino también a expandir un mercado y un negocio del sufrimiento psíquico, a través de nuevos centros psiquiátricos especializados.
Para finalizar, ya que Javier Milei se cree tan libertario de derecha, podría empezar leyendo primero el trabajo de Thomas Szasz, uno de los principales referentes del primer movimiento antipsiquiátrico, desde el mundo liberal, quien se dio cuenta cómo la psiquiatría no era más que un instrumento de control y de sometimiento de la libertad de las personas, la cual al presidente argentino pareciera no importarle en lo más mínimo, aunque diga lo contrario.
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