Colombia requiere personas probas que puedan retomar el rumbo y la senda de la institucionalidad, la confianza nacional y los valores democráticos, extraviados de manera improvisada en los ocho nefastos años del Gobierno Santos. La crisis de las instituciones es hiperbólica, y la falta de credibilidad no tiene punto de equilibrio.
El desbalance es abultado y la ciudadanía ha perdido la ilusión. La crisis en materia económica, de salud, de educación, de seguridad, de agricultura y de justicia son el resultado de las improvisaciones del desgobierno actual. En el 2010 el balance económico era positivo, pues había una nivelación idónea para un país en vía de desarrollo. Hoy, los resultados son tenebrosos: la economía no crecerá más del 1.8% en el 2018, según los vaticinios acertados del Banco Mundial, el Banco de la República, la Cepal, y el Fondo Monetario Internacional. El gasto público colombiano ha sido desmesurado, y el derroche de Juan Manuel Santos nos ha llevado a dicha situación. No ha habido racionamiento en el gasto público, y la austeridad ha sido un foco de desagrado para el triste célebre presidente colombiano.
El incremento del compromiso burocrático ha sido abismal. El Gobierno actual ha repartido ‘mermelada’ a diestra y siniestra. Pagar cuotas burocráticas, y financiar las concesiones de un proceso de paz, prescindiendo de los fondos para hacerlo, fueron los detonantes necesarios, para efectuar pésimas reformas tributarias encaminadas a elevar la carga tributaria de los ciudadanos y de las empresas privadas. Generar, actualmente, empresa en Colombia es todo un caos, puesto que nadie está dispuesto a soportar la crueldad de los tributos encumbrados.
En materia de salud, la precaria atención de las EPS decrece sin limitación alguna. No hay evento más vergonzoso que nuestros regímenes contributivo y subsidiado. No sabemos cuál es peor, pues ambos son más de lo mismo en diferentes escenarios. Frente a ello, el Gobierno actual nunca ha tratado con diligencia la situación.
En educación, el único aspecto relevante que se le reconoce al Gobierno actual es el programa ‘Ser Pilo Paga’, toda vez que, a través de éste, infinidad de jóvenes han tenido acceso a educación superior de calidad, no obstante, ello se desvanece con la mediana cobertura en el sistema educativo público superior. Hace un tiempo, el paro de maestros y algunos estudiantes fue legítimo. Infortunadamente, tampoco les prestaron atención.
En seguridad, el negativismo sacude un extremo malestar, dado que, los hechos cotidianos determinan la lesividad de aquella. Los bandidos se han tomado el país y despedazan los cimientos y valores democráticos como les place. Y lo reprochable del asunto es que nunca ha habido, ni habrá, firmeza y convicción para ponerle límites a la situación. Los genocidas del ELN entre más libres, más crueles. A Santos el temor lo ha consumido desde sus entrañas, después de que en el 2010 aparentó lo contrario. Adicionalmente, sobre su espalda recae el funesto proceso de paz con las Farc, que lo deslegitimará para siempre, como el peor presidente de la historia nacional. No satisfecho con ello, desconoció el veredicto popular que él mismo convocó el 02 de octubre de 2016, para implementar coercitivamente lo que algunos denegamos. Actuando, en efecto, como un deplorable dictador.
En agricultura padecimos notables paros por el abandono del Gobierno a los pequeños productores del agro colombiano. Tampoco se les prestó atención, pues fueron relegados a la suerte de la inmundicia humana. Además, el país dejó de ser un grande exportador de café y otros productos, para convertirse, como en los años 80 y 90 en un paraíso, por excelencia, de cocaína y amapola. Los cultivos ilícitos se han tomado el campo colombiano, y así lo han percibido desde el departamento de Estado de Estados Unidos. Estamos próximos a ser descertificados. Y frente a ello tampoco ha habido un tratamiento oportuno por parte del Gobierno Nacional.
En materia de justicia, se adelantaron pésimas reformas que no se pudieron materializar. La improvisación fue enorme dado que, no hubo claridad en el proyecto que se esperaba desarrollar. Los asesores de la reforma, sin ápice de rigor, divagaron sobre las modificaciones que requería nuestro sistema legal. Aparte de ello, instauraron en el proceso de paz, un tribunal especial de farianos, con la finalidad de reemplazar las funciones constitucionalmente asignadas a nuestro sistema judicial.
Por lo fatídicamente descrito, es que resulta indispensable elegir acertadamente en la contienda electoral. En mi opinión, el centro derecha cuenta con magníficos candidatos que pueden ofrecer tratamientos idóneos a los desaciertos expresados. Por tal razón, es primordial que tomemos conciencia y hagamos uso de nuestro discernimiento racional. ¡Somos el constituyente primario, y tenemos la facultad de transformar!