Hasta que Medellín y Colombia no reconozcan de manera crítica sus fracasos y nos comprometamos de manera proactiva a cambiarlos, seguiremos repirtiendo lo peor de nuestra historia. Las próximas elecciones territoriales son quizás las más importantes, la ciudadanía decidirá en democracia si volver a mostrar nuestra peor faceta ó si vencemos a tiempo el mal que se avecina.
Algunos académicos denominan como “cultura del dinero fácil” a aquellas acciones que nos han convertido en la sociedad más violenta del mundo y que nos han impedido el progreso como nación. La “cultura del dinero fácil” implica el dinero como único principio de vida. Bajo esta lógica todo vale para conseguir dinero de la manera más rápida y masiva posible. Nuestra historia ha vivido momentos críticos que nos han enseñado cómo funciona:
Todo comienza cuando un grupo pequeño de delincuentes encuentra un negocio ilegal que retribuye masivas sumas de dinero en un muy poco tiempo. Este grupo es liderado por un capo que toma las desiciones importantes y que es la cabeza económica y política del grupo criminal.
El círculos de confianza de los principales capos está fundamentalmente conformado por su familia, pero el grupo criminal se estructura bajo la lógica de carteles con una expansión alimentada por la altísima rentabilidad de sus negocios. Esta expansión está garantizada con la efectiva práctica de “plata o plomo”: En esta práctica le ofrecen a personas u organizaciones ser parte de su estructura a cambio de dinero, pero si estas personas se niegan a corromperse, simplemente los eliminan no sólo amenazándo su vida, sino también acabandolos reputacional y económicamente.
Su dinero sucio empieza a recorrer los barrios y comunas más pobres de Medellín y de Colombia corrompiendo a la juventud que ahora hace parte de grandes estructuras criminales anexas. Estas estructuras denominadas “oficinas” reciben sumas de dinero para perseguir y asesinar a la competencia económica y a los contradictores políticos. Su estructura se vuelve tan poderosa que incluso pagan miles de millones para ejecutar magnicidios en contra de los líderes políticos que se les enfrentan.
Sus negocios criminales son un secreto a voces en toda la ciudad, pero no llegan a juicio debido a que, a pesar de las innumerables denuncias, los organismos de control del Estado no tienen la capacidad de responder con la suficiente amplitud y velocidad. Es así como la impunidad sobre esta organización criminal está siempre al orden del día.
Su influencia corruptora no sólo es económica, sino que involucra sobre todo el poder político. El capo principal y algunas personas de su círculo de confianza se insertan en partidos políticos de buena reputación, engañan a los líderes políticos de esos partidos y empiezan a comprar con su influencia una posición cada vez más preponderante en esos movimientos ciudadanos. Su equipo también usa su dinero sucio para comprar conciencias de líderes sociales y barriales de alta trayectoria política. Todo lo anterior usando narrativas anti sistema y de izquierda con el objetivo de aumentar su influencia con la promesa de arrebatarle poder a grupos históricos.
La altísima rentabilidad de sus negocios ilegales, la efectividad corruptora de su lógica criminal de “plata ó plomo”, su narrativa anti sistema, y la inefectividad de las autoridades permite que su negocio criminal cartelizado pase rápidamente al modelo de franquicias, en donde le dan el derecho a ciertos grupos políticos y económicos a que manejen una parte del negocio a cambio de un “peaje” ó comisión que deben pagar al capo cada vez que “coronan” un negocio. Esta lógica de carteles finalmente expande su influencia a nivel nacional, con el subyacente financiamiento de partidos políticos y candidatos en varias regiones de Colombia. Su negocio ilegal genera tanta rentabilidad que su principal problema logístico se convierte en cómo lavar el dinero mal habido a través de testaferros, exportaciones, cuentas en paraísos fiscales y lingotes de oro.
Algunos de los miembros de la organización criminal se reconocen por sus paseos en grandísimas camionetas y motocicletas de alta gama seguidas de guardaespaldas; juegos pirotécnicos; fiestas escandalosas con famosos cantantes vallenatos; y bacanales llenos de droga, alcohol, prostitutas y escándalos mediáticos con peleas públicas y actos bochornosos de conocimiento nacional. De esta manera se va creando la conciencia entre las nuevas generaciones de que estos negocios ilegales con su cultura del “dinero fácil” valen la pena y son la forma de salir adelante.
Muchos de los jóvenes que nacieron a partir de los noventas pensarán que este tipo de organización criminal “Made In Medellín” es original del exalcalde de Medellín Daniel Quintero y sus colaboradores, pero están equivocados. En realidad su forma de operar es una fiel copia de un capo anterior denominado Pablo Escobar Gaviria, también oriundo de Antioquia. En el fondo ambos capos son exactamente lo mismo, las diferencias entre ambos son solo de nombre y forma:
El negocio ilegal de Pablo Escobar era de producción y comercialización de cocaína, a diferencia del de Daniel Quintero que es el negocio público de la apropiación de dineros del Estado. El grupo criminal de Pablo Escobar tuvo muchos nombres como “cartel de Medellín” y “los extraditables”, el de Quintero tiene nombres como “los alpujarros” y “los coimeros”. El popular movimiento político de Escobar se denominaba «civismo en marcha» y su programa social principal era “Medellín sin tugurios” que regalaba casas; el movimiento político de Quintero se denomina “Independientes” y su principal programa social «computadores futuro» regala computadores portátiles. Ambos persiguieron, amenazaron y exiliaron a quienes decidieron no hacer parte de su organización criminal. El movimiento político que trató de infiltrar Escobar sin éxito fue el “Nuevo Liberalismo” liderado por el entonces candidato presidencial Luis Carlos Galán; Quintero por su parte si logró infiltrar con éxito la coalición del Pacto Histórico liderada por el entonces candidato presidencial Gustavo Petro. Pablo Escobar falló en varios magnicidios al igual que Quintero, pero a diferencia de este último logró asesinar a varios contrincantes como el exministro Rodrigo Lara Bonilla, el periodista Fidel Cano Gutierrez y el mismísimo Luis Carlos Galán. Por último, al parecer en los dos casos, el de Quintero y el de Escobar, se necesitará de la colaboración de los organismos estadounidenses para que se haga justicia dados los crímenes de lavado de dinero que presuntamente ambas organizaciones delincuenciales han realizado en los EEUU.
Sin embargo, no todas las diferencias son de forma. Existe una diferencia de fondo muy importante entre Quintero y Escobar: La sociedad colombiana no logró reaccionar a tiempo al crecimiento delincuencial de Pablo Escobar Gaviria. Solo lo hizo después de su primer magnicidio en contra de Lara Bonilla cuando ya era muy tarde, desatando así dos de los tres picos de violencia más sangrientos de la historia de Colombia: la guerra contra el narcotráfico y la expansión narcoparamilitar con varios millones de víctimas.
En este caso la sociedad colombiana puede reaccionar a tiempo y parar el poder corruptor y destructor de Daniel Quintero Calle antes de que sea demasiado tarde. Lo que es más importante aún: lo puede hacer en democracia, negándole el voto a todos sus candidatos a elecciones locales a lo largo del país. De esta manera se le cortaría su fuente principal de financiación ilegal: el presupuesto público.
No es una tarea fácil, ni siquiera en Medellín donde Quintero es el exalcalde más impopular de la historia y en donde uno de sus candidatos va de segundo en las encuestas con menos del 20% en intención de voto. Será más difícil de lo que se piensa principalmente por tres razones: (1) Las encuestas no miden el voto amarrado ni el voto comprado que es donde está la mayor fuerza de Quintero, (2) El voto antiquintero está dividido en por lo menos otros diez candidatos, algunos de ellos que solo se disfrazan de estar en contra del capo precisamente para quitarle votos al primero en las encuestas y así ayudarle a Quintero, y (3) en Medellín casi nunca gana el favorito de las encuestas por el efecto “confianza”: la gente no sale a votar por su candidato porque lo consideran ganador a priori, lo cual al final hace que pierda la votación.
De cualquier manera las próximas elecciones territoriales son quizás las más importantes de la historia de Colombia pues definirán si el país vuelve a repetir su sangrienta historia, o si se decide por el imperativo moral de derrotar al mal en democracia.
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