Privar a las personas de sus derechos humanos es poner en tela de juicio su propia humanidad. (Nelson Mandela.)
En la génesis de los derechos humanos, las personas solo estaban a salvo dependiendo de con quién habitaban. Ciro, el Grande, que existió 27 años A.C. trato de cambiar esa situación después de la conquista de Babilonia, entre sus medidas revolucionarias proclamó la libertad de los esclavos y la libertad de cultos, derechos que se plasmaron en una tabla de arcilla a la que llamaron el cilindro de Ciro, allí nacieron los derechos humanos en verdad, los que se extendieron a Roma, Grecia y la India, considerados como derecho natural, pero infortunadamente fueron escarnecidos por quienes detentaban el poder.
Mil años más tarde, en Inglaterra, se aceptó como un hecho irrebatible el de que todos los hombres nacieron iguales. En 1789, la Asamblea Nacional Constituyente francesa aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre, después esas declaraciones democráticas fueron lesas por parte de Napoleón, y con el genocidio Nazi por parte de Hitler, se alcanza el nivel más execrable de violación y desconocimiento; nunca habían estado tan vulnerados y a punto de desaparecer, como en esta fase de la historia, por lo que los humanistas y los políticos defensores de la paz y de la armonía, redactan acuerdos internacionales para preservarlos.
Mahatma Gandhi, pensador indio, insiste a lo largo de su parábola independentista con el criterio de que todas las personas tenían iguales derechos. Gandhi, sin embargo, abogó por la no violencia.
Después de las dos guerras mundiales, los derechos humanos quedan más vulnerados que jamás, por lo que la época de postguerra se convierte en escenario necesario para prohijarlos, blindarlos y reforzarlos: se crea la Organización de Naciones Unidas, cuya Asamblea General adopta la Declaración universal de los derechos humanos, mediante Resolución 217 A del 10 de diciembre de 1948 en París. Esta Declaración recoge 30 artículos en los que se precisan los derechos humanos considerados básicos y exterioriza como uno de sus fundamentos: Reafirmar la fe en los derechos humanos fundamentales, en la dignidad y el valor de la persona humana.
Con la Declaración de los Derechos Humanos, se ha avanzado en la defensa de las razas, el sexo, el idioma, las etnias, las religiones y los perfiles político. Ellos, amparan estas realidades y cuando se han presentado problemas para mantener la vigencia dude las mismas, se buscan las soluciones en la cúspide de la pirámide.
A pesar de todo, no podemos cerrar los ojos ante la evidente transgresión de muchos de esos derechos consagrados, lo que en ocasiones nos retrotrae a las oscuras épocas en que ellos no estaban considerados como vitales, necesarios e innegables. Tenemos que cuidar y preservar al máximo el árbol que los protege, para que continúe creciendo, con raíces sólida; solo así el statu quo de violaciones graves y masivas, se pueden detener, ya que es consecuencia, en muchos casos, de la ignorancia de la sociedad que actúa sin saber que está conculcándolos, esto nos obliga a buscar la prolongación de la vida, y a la puesta en práctica de una verdadera cátedra de derechos humanos, la que debe ser, seria e incluyente, ella es estrategia válida para la promoción de las libertades sin distinción. Esta cátedra pondrá sobre el tapete la obligación del estado para educar en torno al conocimiento de los derechos humanos, acentuando la necesidad y el compromiso de preservarlos. En ella se debe hacer suficiente luz acerca de los factores que inciden en el desarrollo de la especie humana, es a través del conocimiento de ellos que se enriquece la cultura y se fortalecen los principios y los valores.
En Colombia, los Derechos Humanos se ratifican en nuestra Constitución en el artículo 93. Hay que comenzar a consolidar las tres R alrededor de ellos: responsabilidad, respeto y reconocimiento,
La coexistencia de los derechos humanos con la globalización de la economía, con el encomio del mercado y con el gran progreso en la ciencia y la tecnología, ha provocado el que unos y otros se conviertan en grandes habilitadores de la especie humana, por el aumento de la eficiencia económica, por el acortamiento del tiempo de los procesos, pero inversamente nos deshumaniza cada día más como sociedad, debido a la distorsión del rol del estado y por la exclusión social imperante, lo que nos aleja de lo humano, por eso se vuelve imperativo resarcir la dignidad humana ante el estado. Luctuosamente, los DDHH se han distorsionado en su esencia, lo que permite que los gobiernos olviden tan importante mandato. Hay que desligar los DDHH de la condición política, porque en un extremo del espectro político se han utilizado como condición de desmarque y en otro extremo se han usado como factor utilitario, e invocarlos se transforme en facilitadores de las necesidades obligantes del estado.
Nuestra posición geográfica nos hace un país de tránsito obligado para otras muchas naciones cuyos viajeros se extasían y ponderan nuestros diversos y electrizantes paisajes. Pero con conflictos como el narcotráfico, la inseguridad ciudadana, los grupos al margen de la ley, el comercio de armas, la trata de personas y un histórico creciente problema de violación de los Derechos Humanos, impide que podamos sacarle el debido provecho a todas las potencialidades y divinidades de nuestras ricas regiones. Los Derechos Humanos y la migración son dos temas transversales a la realidad colombiana, puede decirse que no existe familia colombiana que no haya sufrido una violación de sus derechos humanos o que no cuente con una persona como migrante de otro país, sin contar a los que migraron dentro del territorio colombiano. Colombia posee la autoridad moral e institucional para liderar una convocatoria global para contrarrestar y combatir los fenómenos graves de violaciones a los derechos humanos, al igual que para asumir la lucha frontal contra quienes se lucran de esta violación y mercadean con las vidas de muchas personas. Hemos hecho procesos de paz con paramilitares, guerrillas y diferentes grupos al margen de la ley, pero hay que hacer más efectivas las bondades que para la normalización del país deben dejar ellos.
No existe mejor lugar para realizar la CONVENCION INTERNACIONAL DE DERECHOS HUMANOS Y MIGRANTES que Colombia, que cuenta con toda la experiencia histórica necesaria, pero también con ganas de liderar a nivel nacional y regional, la transformación global que tanto necesitamos: No olvidemos nunca que un libro, un lápiz, un niño y un profesor pueden cambiar el mundo. (Malala Yousafzai.)
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