Quiero creer en los partidos. Como buen demócrata, estoy seguro que las convicciones políticas deben defenderse desde la institucionalidad; los partidos y movimientos son las instituciones políticas por excelencia dentro de una democracia, y cada uno de estos agrupa personas que tienen coincidencias ideológicas.
Por estos días la Corte Constitucional revivió la personería jurídica del Nuevo Liberalismo, partido liderado por Luis Carlos Galán y Rodrigo Lara, liberales de pura cepa que murieron a manos del terrorismo de los años 90. Esta decisión de la corte es una muy buena noticia para la democracia en Colombia en virtud del pluralismo político de nuestra constitución y el fortalecimiento de la participación política. Yo solo espero que no se traicionen los ideales con los que se creó ese partido en principio y partan con la selección de candidatos sin tacha alguna.
Si un gran reto tiene el Nuevo Liberalismo –NL- es la consolidación de su plataforma política, y eso electoralmente va a ser interesante porque figuras como los hermanos Galán y Rodrigo Lara –hijo- son los llamados, desde sus liderazgos, a consolidar al NL como una opción real de poder. No debe verse como un rencauche de Cambio Radical e incluso de un ala del mismo Liberalismo, sino que es la oportunidad de que las ideas liberales políticas y económicas puedan tener una representación para quienes creemos ellas. Ojalá estos líderes del Nuevo Liberalismo no se las den de salvadores de la política, y que crean que por sus apellidos tienen todo ganado.
Reconozco que los partidos políticos hoy día tienen una crisis de credibilidad escandalosa, y eso se refleja cada vez más con el surgimiento de nuevos movimientos de ciudadanos que, avalados por firmas manifiestan el descontento y falta de confianza en los partidos tradicionales. También cuando se tiene una imagen desfavorable del Congreso de la Republica superior al 70%, y es el congreso donde los partidos y movimientos políticos convergen frente al debate. Por eso, es importante rescatar los partidos políticos, entendiendo que no hay partido mejor ni peor, lo que existen son ideologías y proyectos que representan a una sociedad y que el ciudadano se puede sentir atraído por alguno para dar su voto.
No comparto esa posición asolapada de satanizar todo lo político y lo que tenga que ver con partidos. Los partidos los hacen las personas y se pueden elegir los mejores. Una especie de aristocracia en palabras de Platón, usted ciudadano, elija mejor, sancione socialmente y electoralmente aquellos políticos que no cumplieron con sus expectativas, que traicionaron sus ideales o que se vean inmersos en escándalos de corrupción.
El rescate de los partidos políticos y los movimientos empieza cuando se elige mejor, cuando desde la misma composición de esas instituciones sus directivas son capaces de establecer un código ético para quienes pertenezcan a ellos sean personas con las más altas calidades-
Sea por firmas, por movimientos o partidos políticos, creo que las ideas se deben defender desde la democracia, desde el debate respetuoso y propositivo, por eso para mí es esencial que existan altos niveles éticos en quienes hacen parte del espectro político. Que un requisito obligatorio para pertenecer a un partido sea no ser corrupto, por ejemplo, o al menos tener una hoja de vida intachable, quien quiera integrar un partido pueda demostrar que cuenta con los conocimientos, formación y compromiso para defender unas apuestas programáticas y no tenga agenda clientelista ni politiquera. Siempre he dicho que el activo más importante de un político es la palabra y su honestidad, más no su capacidad adquisitiva.
¡Para rescatar a los partidos, hay que depurar lo que no sirva!
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