Democracia joven: creer para cambiar

Han pasado más de seis años desde aquella noche de 2020 en la que tomé una decisión que cambiaría mi vida: entrar al mundo de la política. Tenía apenas 12 años. Era un estudiante de sexto grado que, en lugar de pensar solo en videojuegos o tareas, comenzó a preocuparse por el país, por su gente, por Colombia.

Recuerdo ese día con una mezcla de emoción y asombro. Me inscribí como militante del Centro Democrático y pasé a ser parte de sus juventudes. No era un joven aún; era un niño de 12 años, aceptado en un mundo de adultos donde la palabra “ideales” tenía peso y consecuencia. Ahí comenzó mi activismo, entre la ingenuidad y la esperanza, entre el desconocimiento y el deseo profundo de aprender.

Con el tiempo, encontré en otros jóvenes y líderes un espejo donde mirarme. Aprendí de quienes me doblaban la edad y entendí que la política no es solo un juego de poder, sino una forma de servir. En plena cuarentena, cuando la mayoría buscaba distraerse del encierro, yo decidí crear un pódcast con varios amigos del partido. Soñábamos con preguntar, con debatir, con entender el país. Sin proponérmelo, comencé a unir la política con el periodismo, y ese puente me permitió conocer figuras que jamás imaginé entrevistar.

Un año después, di un paso más: fundé ColCD (Colegios del Centro Democrático) en Antioquia, un proyecto que ya existía en otras regiones, pero no en la nuestra. Junto a mi amiga Melina Restrepo, compartíamos el propósito de despertar en los colegios la curiosidad política, el sentido cívico, la voz crítica. Ese sueño nos llevó hasta Bogotá, donde conocimos a jóvenes de todo el país, alzamos la voz en el Salón Elíptico del Congreso y caminamos por la Casa de Nariño, ese lugar que desde niño imaginé pisar algún día.

Tenía 13 años, miedo al rechazo, temor al bullying por estar en política, pero el convencimiento pudo más. Dos años después, con 14, viví mi primera campaña presidencial desde las calles: repartiendo volantes, escuchando ciudadanos, defendiendo ideas. Fue ahí donde entendí que la política real no se hace detrás de un escritorio, sino en contacto con la gente.

Y hoy, con 18 años, miro atrás con gratitud. Jamás imaginé que haría una campaña propia, pero aquí estoy, aspirando al Consejo Distrital de Juventudes, con la convicción de que la política es la herramienta más poderosa para transformar realidades.

Hacer política no es un delito. Desinteresarse por ella, sí es un error. Por eso, invito a los jóvenes que se autodenominan “apolíticos” a que se atrevan a pensar distinto, a informarse, a participar. Porque cuando los buenos se alejan de la política, los malos se apoderan de ella.

Votar es un acto de fe. Fe en la democracia, en la libertad y en el poder de la juventud para construir país. A los jóvenes de Colombia, entre 14 y 28 años, los invito este 19 de octubre a votar con conciencia, a creer que su voz vale, que su voto cuenta, que su participación cambia.

A quienes han creído en mí, gracias. Seguiré aprendiendo, creciendo y luchando. No prometo ser perfecto, pero sí perseverante. Quiero servir, quiero aportar, quiero demostrar que una nueva generación está lista para asumir el reto.

Porque la democracia joven no es el futuro: es el presente que estamos escribiend

¡Que viva la democracia joven, que es la más importante!

Juan Manuel Cifuentes Hernandez

Soy estudiante de grado 11 y un apasionado por el storytelling, la creatividad, la política y, sobre todo, por Colombia. Soy host y director de Voces de la Tierra, un podcast que busca darle voz a las historias y protagonistas que construyen nuestra identidad. Me considero un activista político y un joven convencido de que las ideas y la palabra tienen el poder de transformar realidades. Próximamente estudiaré Comunicación, con el propósito de aportar al debate público y construir puentes entre la sociedad y sus voces.

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