Es la voz sórdida y muda de un pueblo que gime entre las tinieblas de la corrupción y del abandono, de las tinieblas que un vacío en el sistema político de los pueblos ha creado, cual espeso manto que se alza para cegar al hombre de la posibilidad de decir “basta” cuando ve que su mundo, el que con su trabajo y tesón ha construido es consumido por las clases oligarcas que son minoría.
El tiempo de vacaciones y el marco de la Feria del Libro de Medellín me ha servicio para dedicarlo a la lectura. Quiero iniciar esta opinión reflejando mi verdadero asombro al acercarme a un texto como “La Voluntad del Pueblo”. De aquí son miles las opiniones que desde la ignorancia pueden brotar como se leen las páginas de Eduardo Colombo. Mi estupor no es solo por el contenido mismo del libro sino por la exquisitez literaria y trascendental que implica leerlo. Mi estupor más que por las ideas es por la Idea, pues a diario venden la imagen de anarquismo como una de las tantas sectas cuasi-satánicas que invaden las calles. Mi asombro es por la finura con que expresan ideales, muy objetivos, por cierto y aunque no los comparto son dignos de un altísimo respeto y admiración.
Colombo desarrolla su tesis en dos palabras: Libertad y democracia, ¿Qué es lo que las une y que a la vez las distancia? ¿Habrá una vez una ideal sociedad pensada para la libertad del hombre, donde los “ríos de sangre” no ahoguen los sueños y los ideales de una voluntad creadora y re-creadora de postulados que en nuestro tiempo ya son vistos como del pasado, no por su cronología sino por su falta de actualidad hoy?
Quizá la Revolución francesa de 1789 no haya limitado una de las grandes edades de la era cristiana como la Edad Media o el renacimiento, pero lo que si marco fue el comportamiento social del resto de tiempo. Me refiero con ello al nacimiento del Neoliberalismo, con sus definidos ideales de la separación del Estado y la sociedad civil, la igualdad formal frente a la ley, la democracia representativa y la inviolabilidad de la propiedad privada. Sus ideales quizá eran en un principio novedosos y hasta buenos… pero “de buenas intenciones está empedrado el infierno”. Ha sido desde allí que la mentalidad social se ha marcado por una profunda resignación: el hombre vive conforme con su vida, una vida de siervo y esclavo sin grillos ni cadenas pero sometidos bajo un imperio sin corona, sometidos a la confianza de sentirse protegidos de sus mandatarios, pues le confiaron a ellos el poder de hacerlo… de hacer la vida del ciudadano común, del de a pie, un sujeto más de los que enriquecerán las arcas del estado que son “alcancía personal de los mandatarios”. ¡Oh pobreza mental a la que nos han sometido! Cuando nos castraron las alas de la libertad, las alas de volar por los cielos de la igualdad y del bien común. Infeliz el día en que el hombre se sometió a ser nuevamente víctima de los atropellos, de si no todos, muchos de los gobiernos oligarcas que con su círculo de élites, de preferitis, de elegibles siguen viendo al pueblo como el estrado de sus pies, ejerciendo tanta fuerza que hacen tan densa la voluntad que casi que por compresión se olvida de encender nuevamente.
La libertad, libertad que nos dio un Ser Absoluto, en el que creo y muchos eliminan de sus vidas, pero no encuentro más explicación a que tan soberano don provenga de otra parte si no de lo divino… libertad de hombre que puede llegar a ser capaz de crear y destruir, de escribir y enmendar, de contar, de callar, de gritar…
La libertad pienso es algo alto a lo que aspira el hombre, pero que en su aspiración no puede olvidarse de que solo el no tiene libertad sino que los suyos, sus conciudadanos también la poseen. Como lo dice el autor, no se puede aspirar nunca a una libertad individual si se ha olvidado que la libertad es también de los otros, es un bien público, es un bien social.
Bien Social por el que deberían velar los gobernantes, o al menos de tal manera fue diseñado, y que pensando en lo mejor para todos se ha organizado para que esa labor fuese ejercida por unos “representantes” elegidos por voto popular, por el “acto sagrado de la democracia”. Leía en uno de los muros, que entre su particularidad pictórica muestran el sentir de almas que quieren recuperar las alas de la Libertad, una frase que me cautivo y en ese momento fue tema de un micro debate callejero con quienes me acompañaban: “El pueblo vota de día, el gobierno elige en la noche”… acaso nuestros sentidos nos engañan? O es que somos capaces de pasar desapercibido el hecho de que un preferido de “arriba” sea el que siempre “el pueblo elige”… nuestro voto cuenta o es que sencillamente se gastan millones en imprimir tarjetones que al fin de cuenta como escritos en el destino ya se sabe quién ganará. Quizá sí, quizá no, aun no me atrevo a decir que ocurre. El caso es que el voto siempre seguirá siendo en este sistema democrático el reflejo de la organización del pueblo, que si se cumple o no, no lo sé, pero al menos el ideal es ese.
Ya que hablo de democracia rescato mucho el termino griego que siempre aparece en mi mente al oír esta palabra: δῆμος κρατός: Demos Kratos: El poder del pueblo… la Voluntad del Pueblo. En otras palabras, lo que el pueblo quiere. Quizá el ideal de sistema y la etimología digan que se quiere alcanzar, pero aun así la imposición que aparece es tal que cuando el hombre, consiente de su castración y que ya quiere recuperar sus alas piensa si es mejor un viejo mundo remendado o un mundo nuevo recién creado… quizá la novedad implique riesgos a los que no nos atreveríamos pues ya es tan común la resignación que se nos vuelve έθιμο, costumbre.
La vía no serán las armas, pero nunca nadie ha dicho que eso es la sublevación, sublevarse contra la oligarquía, no contra quienes son víctimas de sus atropellos, sublevarse contra la miseria, contra la pobreza, contra la injusticia. Ese es el anarquista, el que sin necesidad de alzarse en armas que es un rebajarse en la dignidad (pienso yo) llega con el alto ideal que es quizá el que vale, el que cuenta… dejar de ser Pobres, pobres de mente. Hay que ser inconformes con lo que a diario entra por todos los medios y como barriles disponibles solo se llenan y llenan sin saber el sentido, sin saber que la mejor manera no es la opresión. El día que el hombre deje de ser Pobre dejara de ser pobre.
Así la enseñanza es grande pues la satanización con la que conocía el anarquismo ya se acabara y aunque reafirmo que no comparto sus conceptos, los respeto y admiro porque dejaron de lado la Pobreza para volar, pues la libertad de no ser oprimidos los hace verdaderamente ciudadanos de esta sociedad que demanda hoy más que nunca mentes capaces no de gobernar sino de crear, no de mandar sino de compartir, no de poseer sino de sentir.
Imagen tomada de http://www.regeneracionlibertaria.org/wp-content/uploads/2012/11/lucha-anarquista.jpg
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