Capitulo: Naranjal
Los planes parciales se están convirtiendo una de las principales herramientas de planeación en Medellín. Estos buscan cambiarle la cara a la ciudad, tomando una zona específica para construir allí grandes proyectos de vivienda, rodeados de locales comerciales, espacios públicos de calidad y excelente infraestructura; pero la mayoría de veces generan mucha resistencia social, y con justa causa.
Me referiré particularmente al Plan Parcial de Naranjal y Arrabal, un proyecto que ya se empezó a construir en la zona céntrica de la ciudad. Parece sencillo: Naranjal, un barrio de clase medio-baja, con una alta tasa de ocupación del espacio público, gran cantidad de talleres automotrices, viviendas autoconstruidas e inquilinatos, va a ser renovado para dar paso Nuevo Naranjal, un parque residencial de clase medio-alta con nuevos y ‘mejores’ espacios para el disfrute de las personas, modernas oficinas, locales comerciales, y viviendas.
El asunto se complica cuando la comunidad empieza a percibir (o a entender) que este proceso de renovación urbana, implica que los actuales residentes se vayan de su barrio. ¿Por qué ellos no podrían también habitar Nuevo Naranjal?
Para empezar, hay una diferencia significativa entre el precio que está pagando la entidad que ejecuta el proyecto (Empresa de Desarrollo Urbano) a los residentes y el precio al que les está vendiendo las nuevas unidades habitacionales, lo que hace casi imposible que ellos puedan adquirir una vivienda en Nuevo Naranjal; según el testimonio de uno de los actuales habitantes que habló con El Tiempo “Me ofrecen 75 millones de pesos por el local, (…) me dicen que con esa plata puedo dar la cuota inicial de un apartamento de 200 millones, pero ¿después cómo pago?”.
Por otro lado el proyecto plantea la construcción de un Nuevo Naranjal clase medio-alta en un viejo Naranjal de clase medio-baja, es decir que personas que ahora viven en estrato 2 ó 3, ahora tendrían que pagar los costos que supone vivir en estrato 5.
En teoría con base en el principio de protección a moradores, la EDU debería encontrar las herramientas para superar estos obstáculos y garantizar que los actuales residentes que así lo deseen puedan permanecer en el barrio, pero han sido tantos los inclumplimientos y con ellos dudas que ha dejado esta institución en la comunidad, que aún hay mucha incertidumbre para los habitantes. Si estos obstáculos no se superan, más que un proceso de renovación urbana estaríamos ante un proceso sumamente excluyente de “renovación humana”, donde las personas que tienen menores posibilidades económicas tienen que migrar a otros lugares de la ciudad (preferiblemente laderas), y en su lugar vienen los que sí pueden pagar.
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