“No tiene sentido satanizar los minerales ni entrar en falsas dicotomías como si tuviéramos que escoger entre los minerales o la comida, máxime, cuando la naturaleza nos provee todo este tipo de recursos”.
En el libro Deuteronomio 8:9-10 de la Biblia católica dice que habrá “una tierra donde comerás el pan sin escasez, donde nada te faltará; una tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes puedes sacar cobre. Cuando hayas comido y te hayas saciado, bendecirás al señor tu Dios por la buena tierra que Él te ha dado” (ver).
El 3 de mayo de 2019 la Oficina de Prensa de la Santa Sede publicó el resumen del encuentro “La industria minera para el bien común” que presidió el Papa Francisco y en el que participaron representantes de empresas mineras, comunidades de diferentes credos y pensamientos para discutir cómo hacer minería en el mundo actual.
En dicho encuentro el Papa Francisco recalcó que “la minería, como cualquier actividad económica, tendría que estar al servicio de toda la comunidad humana (…). Siempre es necesario alcanzar consensos entre los distintos actores sociales, que pueden aportar diferentes perspectivas, soluciones y alternativas” (ver).
Desde esta perspectiva, los minerales, como cualquier otro recurso natural son parte de la naturaleza y han sido claves para el desarrollo de la humanidad. No en vano, las grandes edades prehistóricas se clasifican en la Edad de Piedra, Edad del Bronce y Edad de Hierro, porque cada uno de estos minerales jugó un papel trascendental para la construcción de herramientas permitiéndoles a las comunidades de entonces mejorar sus condiciones de vida.
No tiene sentido satanizar los minerales ni entrar en falsas dicotomías como si tuviéramos que escoger entre los minerales o la comida o el agua, máxime, cuando la naturaleza nos provee todo este tipo de recursos que, aprovechados responsablemente, como menciona el Papa Francisco, deben servir para el bienestar de todas las comunidades humanas.
En el libro de Deuteronomio se habla de que podemos vivir en abundancia, que por el hecho de sacar el cobre no dejaremos de tener el pan, ni dejar de tener el agua. Por el contrario, parafraseando al libro en mención, son buenas tierras las que tienen minerales como el cobre que además sirven para sembrar alimentos y tienen abundancia en aguas. Son tierras que lo tienen todo y, por lo tanto, esas ventajas naturales deben ser aprovechadas para superar las brechas sociales.
Si gozamos de minerales que pueden ser extraídos responsablemente, coexistiendo y potenciando las vocaciones existentes de los territorios, por qué no aprovechar esa riqueza natural para generar impactos positivos. ¿Qué ganamos dejando los minerales enterrados si científicamente se demuestra que se pueden extraer y que no afecta los demás recursos naturales?
Al menos deberíamos darnos la oportunidad de conversar y debatir con argumentos y pruebas para que como menciona el Papa Francisco llegar a consensos que permitan desarrollar una minería al servicio de toda la comunidad humana, porque cerrarnos la puerta a desarrollar esta actividad sólo por prejuicios, creencias o egos es un desperdicio.
Los minerales enterrados no generan muchos réditos a excepción de los políticos que siguen planteando falsas dicotomías para llegar al poder. Cuando están en él, demuestran que el agua era lo que menos les importaba y si no, mirar el caso de Olmedo López con los carrotanques de La Guajira.
Aprovechar los minerales responsable y transparentemente pueden contribuir a la prosperidad de las naciones y su gente. Véase Australia, Canadá, Estados Unidos, Suecia, que por aprovecharlos no dejaron de tener agua ni pan.
Todas las columnas del autor en este enlace: José María Dávila Román
*Empleado de Minera de Cobre Quebradona
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