Los medellinenses estuvimos atiborrados este fin de semana con carteles de un evento noticioso, estruendoso y estridente encabezado por el alcalde Daniel Quintero Calle. RECUPERAMOS EL PARQUE LLERAS, se tituló en todos los medios y hasta plaza pública con tarima mereció tal anuncio. Sin embargo, cuando se ahonda en la intervención que realizó la administración vemos 6 torniquetes de metal parqueados en la calle y a dos policías eligiendo quién entra y quién no. Mientras tanto, las mujeres y niñas en situación de prostitución se desplazaron dos cuadras arriba; las mujeres indígenas con sus hijos en brazos se acostaron tan solo unos metros de distancia de los fríos abarrotes de metal sobre las cajas de cartón de siempre y los jíbaros optaron por mover su plaza. Nos preguntamos entonces, ¿De qué se recuperó entonces el Parque Lleras?
La respuesta es corta: de nada. Nuevamente se evidencia el fracaso rotundo de las políticas segregadoras del alcalde y sus funcionarios, quienes han venido ejecutando cierres al espacio público de la ciudad, obteniendo como principal resultado el traslado de los problemas hacia otro lado. Estéticamente deseable y pintoresco, socialmente sin ningún tipo de acción que beneficie a la ciudadanía, a quien también pasan por tonta.
La situación del Parque Lleras no es ajena a la de otros sectores de la ciudad; hoy vemos las calles repletas de mensajes en contra de la gentrificación con lemas ya traídos por Los Prisioneros en los ochenta preguntándose ¿Por qué no se van del país?, Gringos Go Home, stop gentrification; una preocupación general por la situación de prostitución en ese lugar, (algunos por las camándulas y la misoginia, otras por la explotación de menores y mujeres vulnerables); la falsa conmiseración por la cantidad de mujeres y niñas indígenas regadas por la calle y en general por la grave vulneración de derechos que existe cada metro y medio en ese lugar. A pesar de ello, no hemos logrado ahondar en las razones estructurales y caímos en un debate circular sobre la convulsión de cosas que están sucediendo en la ciudad.
Yo propongo un punto de partida que podría ser de utilidad: hablemos en términos mujeriles.
No es segregando personas ni blindando calles -como piensa la alcaldía-que vamos a lograr que esta ciudad sea un lugar más pacífico, bello y equitativo. Es a través de la generación de oportunidades para quienes representan más de la mitad de su población: las mujeres. Especialmente para aquellas que por su vulnerabilidad han quedado desprotegidas en las calles, a la merced de redes de trata, siendo explotadas día tras día de todas las maneras posibles.
¿Por qué no comenzamos a hablar de refugios para mujeres que quieran salir de la prostitución donde se les ofrezca alimentación, acompañamiento psicológico y médico? ¿Por qué no pensarnos en un protocolo de rumba segura que convoque al sector de bares y restaurantes a no tolerar la trata de personas y la explotación sexual en sus instalaciones? ¿Por qué no soñar con una ciudad que le brinde oportunidades de vida reales a las mujeres? ¿Por qué seguimos tolerando tanta barbarie?
Esto es solo un punto de partida, que dista de la política de la estética que ha decidido emprender esta administración que se dedica a pintar ciudades de papel mientras todo se desmorona por dentro. Hablemos en términos mujeriles y dejemos de recuperar muros y pasemos a recuperar vidas.
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