De mitos y mentiras: El Estado

En tiempos como estos ser disidente y criticar el statuo quo no es un heroísmo sino una imperativa necesidad de justicia social.

¡Qué época esta, anunciadora de fines y decesos! La primera de todas produjo un gran estremecimiento: “La muerte de Dios” en adelante se nos predicó: “El fin de la ideología”, “el fin del arte” y “la muerte de la historia”. Espera inquietante de la revelación inexorable del fin del Estado Moderno, entelequia que desde hace años nos muestra en sus obras su fracaso irremediable, todavía subsiste en su estructura vestigios del antiguo régimen, quien lo creería, a pesar de la revolución francesa.

La revolución francesa de 1789 nos legó de tres vástagos indeseados- el anarquismo, el marxismo y el feminismo- los dos primeros propenden por superar el Estado y establecer nuevas formas de relaciones sociales y sociedad política, estas coindicen en sus fines pero el escollo principal radica en los medios, aún se siente sus implicaciones, estos ismos permiten pensar las sociedades hoy. En la actualidad se impone como fórmula: El Estado social de derecho, con su matiz del liberalismo -por eso es sospechoso-. Lo que no nos advierten son sus trampas y engaños ¿acaso existe todavía eso de la democracia, el consenso social, la legitimidad originaria y derivada de las instituciones, en general de todo el sistema jurídico-político en Colombia?

En Colombia muchos han predicado que es un Estado fallido, no lo sé, pero actualmente es más evidente el desequilibrio de pesos y contrapesos, que se traduce claramente en el menoscabo de la democracia institucionalizada; sus fundamentos filosóficos, políticos y sociológicos que inspiraron la Constitución del 1991 se han transgredido. No hemos de lamentarnos de la crisis por traicionar los principios fundantes, en un sentido moral- dejando de lado su carga teológica-, sino en sus graves consecuencias para los asociados, nada es más inestable e ineficaz que el marco jurídico- político en Colombia.

Desde hace unas décadas en Colombia no hay instituciones sino hombres –piénsese en el Expresidente Álvaro Uribe Vélez – que gobiernan y en ellos se agota todo el sistema, pareciera que abrazamos EL GRAN HERMANO, no podemos olvidar que existe un presupuesto: nomos basileus, gobierno de las leyes y no de los hombres expresada en la Constitución, pero con frecuencia es una mentira, toda mentira es una mentira vital para seguir generando la percepción de que al menos funciona mal, pero funciona. El presidente más que la cabeza visible del poder administrativo es un soberano.

Entonces ¿qué y quién gobierna en Colombia? la respuesta está en la boca de Platón que habla a través de Trasímaco, el cual manifiesta que, la justicia es el medio del que se vale el más fuerte para obtener provecho del que obedece, lo justo es determinado por el dominador y es a su vez condicionado por su conveniencia y utilidad; la preocupación no es la tiranía de la mayoría, sino el engaño de unos hombres sobre la mayoría que no han conocido la ilustración y abrazan el dogmatismo ¡En Colombia no hemos podido salir de la minoría de edad!

Nada más lejos de la eficacia y legitimidad que la sociedad política nuestra, el gobierno es dirigido por hombres cuyo único criterio al que apelan es el de un egoísmo absoluto: “qué me conviene a mí”, no hay nada por fuera de mí. Esto imposibilita en la compleja sociedad establecer la homogeneidad y un sentimiento de unidad. Por otro lado, la sociedad civil múltiple y heterogénea tiene sus propias dinámicas y procesos históricos, impera una desobediencia civil tácita, pero no como legítima defensa social, sino como producto de la crisis de credibilidad institucional, se exige hoy más que nunca la justificación de las normas contenidas en nuestro ordenamiento jurídico, no solo porque le sea benéfico a unos particulares, por eso es imprescindible ¿por qué debemos obedecer?, no podemos olvidar “El mejor gobierno es el que tiene que gobernar menos” tal y como cita Henry D. Thoreau. Pues es inquietante el triunfalismo cínico que existe en la sociedad por conculcar las prescripciones derivadas del legislativo.

La única propuesta es entronizar estos dilemas sociales, jurídicos y políticos y volver a la filosofía y a los posibles aportes que ella brinde, un Estado democrático donde el poder soberano se encuentra en el pueblo no se puede permitir hombres soberanos, micos legislativos y una justicia arrodillada profiriendo sentencias a favor particulares. En tiempos como estos ser disidente y criticar el statuo quo no es un heroísmo sino una imperativa necesidad de justicia social.

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Fray Esteban Atehortua Aguirre

Abogado y estudiante de filosofía de la Universidad de Antioquia, especialista en Cultura Política: Pedagogía de los Derechos Humanos