“Cualquiera con unos cuantos miles de likes cree que está listo para gobernar a casi cincuenta millones de personas.”
Las formas importan, se lo decía a un amigo hace poco. Dejar plantados a los lideres regionales y a los lideres de otros países es muy grave y no debe tomarse a la ligera. Publicar trinos en la madrugada generando inestabilidad diplomática con tu mayor aliado comercial y estratégico no ayuda a ninguna causa. Insultar a magistrados y periodistas atenta contra la institucionalidad y, en consecuencia, nos hace un poco menos republicanos, un poco menos país y un poco menos libres. Todo lo anterior, sumado, nos hace más débiles, inestables y e insensatos.
El presidente siempre ha enfrentado, como lo hace cualquier jefe de Estado en estos tiempos, una oposición agresiva y, en muchos casos, mentirosa. Lo vive Petro y lo vive cualquier figura pública que tenga una cuenta en alguna red social. Pero el presidente también ha ignorado que hay un sector muy grande que se opone a él con cifras, con ideas y con respeto.
Es este sector el que perdió con su irresponsabilidad y falta de talante a la hora de gobernar y el que probablemente le costará la oportunidad a su proyecto político de reelegirse. Pero más allá de eso, va a ser difícil que la institucionalidad se reponga del legado del presidente. Aunque será complicado para la legitimidad del gobierno a la hora de tomar cualquier decisión, la legitimidad del cargo de presidente de la república es la que ya vemos, hoy, está desacreditada.
No por nada tenemos casi cien precandidatos a presidente, de los cuales, no podemos contar con los dedos de las manos a los que están realmente preparados para semejante tarea. Cualquiera con unos cuantos miles de likes cree que está listo para gobernar a casi cincuenta millones de personas.
Si nos vamos un poco más atrás en la historia, los politólogos han atribuido a la “alfabetización profunda” – que no es más que la capacidad de interactuar de manera pausada, reflexiva y en profundidad con un libro o argumento – como la razón por la cual el mundo tuvo en diferentes momentos a verdaderos estadistas al frente de prácticamente todas las democracias (y algunas autocracias) a lo largo del siglo XX. De Gaulle en Francia, Thatcher en Reino Unido, JFK en Estados Unidos y Lee Kuan Yee en Singapur son algunos buenos ejemplos. Todos lideres capaces de pensar y argumentar antes de tomar decisiones trascendentales. ¿Por qué se dio en el siglo XX? Porque este fue el siglo de la meritocracia. Las monarquías terminaron de perder su papel dominante y a los pequeños y medianos funcionarios les prometieron: “estudia, trabaja duro, y verás la recompensa”. Y esto se cumplía. Todos los nombres que mencione, salvo Kennedy, fueron personas que venían de las clases bajas o medias de sus países. Todas personas que a través del esfuerzo académico y profesional llegaron a ser los protagonistas del mundo.
Colombia no fue ajeno a este fenómeno, aunque el país estuviera inmerso en los conflictos más sangrientos, tuvo estadistas al frente en muchas oportunidades como Alberto Lleras por nombrar alguno. Muchos de estos estadistas colombianos no llegaron a liderar el país precisamente por esos conflictos sangrientos. Pero el punto es que hace unas pocas décadas debatían como precandidatos a la presidencia Álvaro Gómez Hurtado y Luis Carlos Galán. Hoy, puntean en las encuestas Vicky Dávila y Gustavo Bolívar.
Los requisitos para liderar, para ser protagonista, son otros ahora. Ya no vale la preparación y el esfuerzo sino la viralidad, el difundirse con rapidez, el mercadeo. Y esto se debe mucho al desprestigio de quienes ocupan los cargos de poder, quienes no tienen prudencia (ni vergüenza) alguna a la hora de tomar decisiones temerarias que afectarán la vida de millones.
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