Ser profesor me da la posibilidad de ver que los jóvenes con los que interactúo, lo único que no quieren perder es la esperanza y que están abiertos a construir.
Fácil sería dedicar esta columna a mostrar las debilidades de nuestra economía y la errática forma como se conduce la política pública. Pero escuchando el reciente llamado del Papa Francisco, “hago un llamado a (contar) historias de esperanza #hopetelling…(así sean) migajas ocultas”, sugiero un camino distinto.
Sin perder la objetividad y realismo en los datos del país, tampoco podemos seguir animando la desesperanza, que muchos actores en la sociedad ven con preocupación y que al final no estoy convencido, sea el camino para ir hacia adelante. Genuinamente, creo en construir sobre lo construido y siempre hay elementos de verdad, aun en la gestión de quienes piensan diferente.
Si todo está perdido, terminamos, es “llorando” y no “produciendo pañuelos”. Tirar la toalla en un país con tanto potencial es un desperdicio y no habla de nuestro liderazgo colectivo. ¿Cómo no reconocer nuestro potencial en biodiversidad, el ser un país de regiones, tanto sector productivo con infinita posibilidad de crecer y el mejor talento emprendedor de Latinoamérica?
Ser profesor me da la posibilidad de ver que los jóvenes con los que interactúo, lo único que no quieren perder es la esperanza y que están abiertos a construir, eso sí, siempre y cuando dejemos la camorra y diferencias entre nosotros y seamos capaces de tender puentes aún con distintos.
Es verdad que en 2025 las cifras de crecimiento, inflación, empleo y eventualmente pobreza serán mejores que la de años anteriores. Es verdad también que son malas en función de lo que pasa en otros países de América Latina y pobres si queremos un país que se apueste en grande y a futuro.
Y es cierto también que el país está incubando en este gobierno problemas de mediano plazo muy delicados. Los temas de energía, seguridad física, paz, de manejo de las finanzas públicas e incluso asuntos sociales como la informalidad, la vivienda o la salud, van mal. Y es cierto también que hoy hay una mayor conciencia del valor de la libertad, de proteger las instituciones, de defender la democracia y de los deberes que tenemos como ciudadanos.
Mi mirada hoy es que con todos los avances, daños y dificultades que tenemos, hay cómo construir un futuro, pero depende de nuestras propias ganas y esfuerzo.
Colombia tiene futuro y lo tendrá más si en 2026 logramos escenarios en la que prime la libertad, recuperemos el valor del sector empresarial (micro, pequeños, medianos y grandes), defendamos las instituciones incluidos los medios de comunicación, construyamos con integridad, apostemos más allá de 4 años en una gran concertación de ideas divergentes, construyamos acciones en defensa de los valores y de la familia, aprovechemos de mejor manera recursos que tenemos en tierras, capital físico y financiero y capacidad emprendedora.
La pregunta entonces es si vamos a seguir en este año llorando sobre la leche derramada, o pasamos a iniciativas innovadoras, desafiantes y sensatas, que enamoren a más de uno a trabajar en ellas. Usted escoge, yo por mi parte me dedicaré a promover y proponer caminos que mejoren la vida y bienestar de la gente, en lugar de estar conectado a la insensata y lunática expresión del tweed del día. De quienquiera.
*Rector Universidad EIA
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