Julio Verne narró el viaje, Kepler tuvo un Somnium con ella, David Bowie hizo una canción, Borges planteó el problema de la semántica y Armstrong dio el “primer paso”.
Justo cuando se pensaba que la Unión Soviética pisaba con más fuerza en la Carrera Espacial, Estados Unidos emprendía la culminación de una ardua tarea: poner sobre la Luna al primer hombre. Anteriormente habían enviado algunos vuelos alrededor del satélite, sin embargo, este era el último y el más importante, ya que significaba la finalización de una serie de esfuerzos desplegados durante las dos primeras décadas de la Guerra Fría. Además, permitiría el primer contacto con la superficie lunar. La misión eliminaría los grilletes que habían mantenido encadenado el hombre a la Tierra. El eterno flirteo de poetas y científicos se haría realidad.
Millones de personas alrededor del mundo se preparaban para ver la transmisión televisada de la llegada del hombre a la Luna, se disponían a ver uno de los grandes acontecimientos del siglo XX. Con popcorn y Coca-Cola — como si fuera una película de ciencia ficción de Kubrick— se instalaban en la comodidad de sus hogares en frente de la pantalla chica. La transmisión de la misión fue toda una hazaña, pues la NASA no consideraba esencial llevar cámaras en sus vehículos —debido al peso y el espacio que ocupaban—. Sin embargo, con el objetivo de tener un registro para la posteridad y demostrar a la Unión Soviética su victoria, se decidió televisar la misión. Para llevar a cabo la transmisión, la NASA implementó tres antenas de veintiséis metros de diámetro ubicadas en España, Estados Unidos y Australia.
El gran día había llegado, la lupa del mundo estaba sobre Cabo Kennedy, ya que allí se erigía el poderoso cohete Saturno V, de más de 100 metros de altura, dispuesto a despegar. Dentro del cohete se encontraba la capsula Apolo tripulada por Neil Armstrong, comandante de la misión de 38 años, Edwin Aldrin Jr., piloto del módulo lunar, de 39 años, apodado Buzz (inspiraría en los 90 el nombre del icónico personaje de Pixar Buzz Lightyear); y Michael Collins de 38 años, piloto del módulo de mando. Estos hombres, escogidos por ser extraordinarios pilotos de guerra, fueron sometidos a cuatro años de duro entrenamiento para llevar a cabo tan anhelado objetivo. El 16 de julio de 1969, a las 15 horas y 32 minutos, despegó.
Después de cuatro días del lanzamiento del cohete Saturno V, los seres humanos en la Tierra esperaban el primer contacto del hombre con su satélite natural. Y como en toda obra de ciencia ficción, hubo tiempo para el dramatismo. El alunizaje puso a prueba los nervios de la misión; la posibilidad del fracaso era casi inminente. Después de un vuelo exitoso hacía la Luna, el computador que estaba a bordo del vehículo espacial fue incapaz de seguir transmitiendo los datos que recibía para devolver la información que se le pedía. Las luces de la nave espacial titilaron con alarma y el computador de la nave probaba la paciencia de la NASA. Desde la Tierra, en Cabo Kennedy, repitan eufóricamente “vamos, vamos, vamos” y volvían a decir “hay que continuar, todo saldrá bien”. Aunque Armstrong y Aldrin habían practicado en la simulación, no siempre tuvieron éxito en el alunizaje. Intensos segundos se vivieron en la soledad del sistema solar.
La zona escogida por el piloto automático del Eagle no era la más segura (ya que en el lugar había rocas del tamaño de un auto), por lo tanto el alunizaje fue todo un reto. Después de un tiempo sin recibir respuesta alguna por parte de los astronautas, con titubeo, en Houston exclamaron: “¡Hay que alunizar!”. Por unos segundos se pensó lo peor, pero para tranquilidad de la NASA llegó una respuesta serena y diáfana: “Aquí Base Tranquilidad. Nuestros instrumentos indican lo mismo”. El Apolo 11 alunizó el 20 de julio de 1969. Aproximadamente cinco horas y media después del alunizaje, Neil Armstrong se preparaba para descender del Apolo. Encendió la cámara que retransmitiría las imágenes en la Tierra. Antes de salir de la nave y dejar su huella sobre la Luna, pronunció su célebre frase: “Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad”. Armstrong prosiguió a realizar algunas fotografías y recoger muestras de la superficie del satélite. ¡No había tiempo para la contemplación ni la meditación!
Tiempo después del descenso de Armstrong, Buzz Aldrin sale del módulo lunar. Los dos astronautas procedieron a realizar las tareas encomendadas —colocar instrumentos, explorar y recoger muestras—. Efectuadas sus labores, ambos desplegaron una bandera norteamericana para hincarla en la árida superficie lunar; esto significaba que era el momento de recibir una llamada: desde Washington, el presidente Richard Nixon mencionó la importancia del momento y los felicitó recordándoles que los cielos eran ahora parte del mundo de los hombres. Buzz y Armstrong respondieron con un claro mensaje de paz y unión.
Luego de varias horas sobre la superficie selenita, era hora de reencontrarse con Collins. Sin imprevisto alguno, el acoplamiento con el módulo de mando fue un éxito y volvieron a los grilletes de la gravidez de la Tierra. El 24 de julio de 1969, tras un vuelo exitoso de la Luna a la Tierra los tres tripulantes del Apolo 11 amerizaron cerca a Honolulu, en el Océano Pacifico, y posteriormente fueron dejados por un helicóptero sobre la cubierta del portaaviones Hornet. En Cabo Kennedy respiraron tranquilos y Richard Nixon quedó en los anales de la historia como el presidente que realizó la llamada más importante para la humanidad.
La Tierra dejó de ser en el siglo XX el espectador más cercano de la esfera gris-blanquecina. El cielo fue conquistado por el hombre. El Gun Club de la novela de ficción de Julio Verne y el Somnium de Kepler se habían materializado en la realidad. Mayor Tom, el personaje ficticio de Space Oddity (canción de David Bowie de 1969) llegó en las huellas de Neil Armstrong. Cincuenta años después de este gran evento histórico hubo varios viajes a la Luna (de 1969 al 72), se ha fotografiado un agujero negro, se han enviado naves no tripuladas a Marte, China ha enviado una sonda para la exploración de la cara oculta de la Luna, y encontrado exoplanetas, entre otros significativos avances.
El hombre desea fervientemente explorar lo desconocido. Tras el alunizaje, el mundo se dividió entre los que creen en el acontecimiento y aquellos que piensan que fue el gran montaje cinematográfico del siglo pasado. Sin embargo, para nadie es un secreto, mito o realidad, que el alunizaje es uno de los eventos históricos más importantes para la humanidad, ya que concluyó la carrera espacial, y esta dio inicio a un gran despliegue económico, normativo y científico por explorar el Espacio. A cincuenta años, el gran homínido sigue reafirmando ese gran salto para la humanidad.
El retrato de la tripulación: De izquierda a derecha, Neil A. Armstrong, Comandante, Michael Collins, comandante del módulo de mando y Edwin E. Aldrin, piloto del módulo lunar.
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