“Ser ético implica pagar impuestos, la declaración de renta, las multas de tránsito; estudiar más para ganar el examen, comprar softwares originales”.
Todo el tiempo estamos enfrentados a dilemas éticos porque en cada situación debemos escoger si actuamos bien o mal por minúsculo que parezca ser el caso. Ser correcto cuesta, pero adoptar esa actitud es lo que permite que las sociedades sean organizadas, vivan armónicamente y prosperen, porque ponen el bienestar colectivo sobre el particular. Hacerle el quite a la ley para sacar ventaja puede que nos beneficie de manera momentánea y a nivel individual, pero en el largo plazo esa cultura de la trampa hará que vivamos -como nos pasa en Colombia- en un ambiente de desconfianza, corrupción y polarización.
Ser ético implica pagar impuestos, la declaración de renta, las multas de tránsito; estudiar más para ganar el examen, comprar softwares originales.
Ser ético, en suma, es hacerse responsable de las obligaciones que corresponden como ciudadano. Como no es fácil, encontramos maneras de hacerle curva a las normas porque “para qué le vamos a regalar plata al gobierno si todos son unos corruptos”.
El contador encuentra formas para que su cliente evite pagar la declaración de renta; los de la revisión técnico-mecánica le dicen al dueño de la moto o carro que su vehículo no pasó pero que si les da “pal fresco” lo solucionan; el multado por infringir las normas de tránsito le dice a la autoridad que “tome el aguinaldo” con tal de que no lo sancione; y el estudiante perezoso paga para que le hagan los trabajos o exámenes.
Seguro que a muchas personas le ha ido bien quebrando la ley y no ven rentable ser ético, pero, sin ética, estamos condenados a ser una sociedad inviable, egoísta y con una profunda crisis en valores que en el largo plazo nos destruirá.
Decían los romanos que “Dura lex, sed lex” (Dura es la ley, pero es la ley) para definir las normas de convivencia. En países como Alemania, las retenciones que hace el Estado a los salarios de los trabajadores son de hasta el 45% de los ingresos anuales -este porcentaje es dependiendo de los ingresos. Entre más salario mayor retención- pero con eso los ciudadanos tienen acceso a salud, créditos blandos para vivienda y buenas vías en su país por las que no pagan peajes.
Singapur, un país que hace 60 años estaba atrapado por la corrupción y pobreza, hoy es uno de los “tigres asiáticos”. Es uno de los países más competitivos del mundo y con un alto ingreso per cápita. Le dieron la vuelta a su problema de corrupción implementando normas estrictas: altas penas de cárcel para los funcionarios corruptos, pena de muerte para los traficantes de droga y multa de mil dólares para el que tire chicles en la calle.
“…hay que empezar metiendo en la cárcel a tres de tus amigos, entonces la gente te creerá”, fue la premisa de Lee Kwan Yew quien fue el primer ministro de Singapur durante 4 décadas y protagonista del cambio de este país.
En Colombia, a pesar de tener todo para ser un país de ingreso medio alto: dos mares, clima tropical, riqueza hídrica y natural, seguimos siendo un país en desarrollo por la corrupción y normas poco estrictas para acabar con este problema. Los “ladrones de cuello blanco” si es que pagan condena, lo hacen desde la comodidad de sus casas y tienen libertad en pocos años. “Robar paga”.
Si no hay penas contundentes para los que violen adrede las normas, empezando por los padres de la patria, será difícil cambiar la cultura antiética en nuestro país. Hay que encontrar la manera de hacerlo, por lo pronto, como ciudadanos, podemos aportar nuestro grano de arena, siendo éticos en nuestro comportamiento, así nos cueste. Es el mejor regalo que le podemos dar a nuestros hijos, a las generaciones que vienen y al país. Encontrarán un mejor lugar que el que nos tocó a nosotros.
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