Debo confesar que no me resultó fácil escribir esta columna. Me supuso un reto tanto analítico como personal. Primero, porque no sé muy bien cuál es la frontera que traza el límite aceptable entre el análisis de una etapa procesal en un macrocaso de la Jurisdicción Especial para la Paz -JEP- y un escenario de revictimización; segundo, porque cada vez se torna más complejo el ejercicio de ponderar ciertas posiciones críticas del antiguo secretariado de las Farc-EP con elementos procedimentales de la JEP; y tercero, porque analizar o reflexionar sobre un tema que compromete la sensibilidad de tantos actores siempre resultará retador.
Dejando claros esos tres puntos, ahora me arriesgaré -con más dudas que certezas, por supuesto- a presentar mi punto de vista sobre la espinosa cuestión de la esclavitud como imputación por parte de la Sala de Reconocimiento de la JEP a los exFarc en el macrocaso sobre secuestros. Aclaro que con la presente columna no pretendo socavar, relativizar o desestimar la posición de las víctimas.
Pues bien, cuando pensábamos que de una vez por todas el Sistema Restaurativo se pondría en marcha para convertirse en una realidad a partir de una primera sentencia, resulta que, debido a una serie de recursos judiciales que la defensa de los exFarc presentó recientemente ante la JEP en el marco de la conclusión de la etapa de investigación en el macrocaso sobre secuestros -tal vez, el más avanzado y con mayor exposición mediática-, su activación se volvió a posponer otra vez, seguramente, hasta el primer semestre del 2025.
De fondo, se encuentra una discusión sobre la naturaleza de los patrones de victimización en crímenes de guerra y de lesa humanidad; las amplias y múltiples expectativas de las víctimas como actor central en el modelo de justicia transicional; y, no menos relevante, el grado de reconocimiento de responsabilidad al que están dispuestos a llegar los exFarc para conservar su tránsito en una ruta restaurativa que, de entrada, les garantiza sanciones que no implican cárcel.
Con la imputación al antiguo secretariado de las Farc-EP del crimen de esclavitud la Sala de Reconocimiento no solo tensionó la resolución del macrocaso sobre secuestros -cuando se pensaba que pronto llegaría una primera sentencia-, sino que también puso en alerta a los exFarc sobre la forma como la JEP podría definir eventuales patrones de victimización, ya que, al imputar dicho delito, se presupone su fundamento en criterios de sistematicidad territorial y temporal; es decir, se concluye en clave de una hipotética verdad judicial que las Farc-EP operaron desde la deleznable práctica del secuestro como una guerrilla esclavista.
Y con toda la resistencia que pueda generar en una gran parte del imaginario colectivo la sigla Farc-EP; personalmente, estoy convencido de que no se trató de una guerrilla esclavista. Con esto no estoy validando la despreciable práctica del secuestro, ni más faltaba, los mismos comparecientes del antiguo secretariado han reconocido -ya sea colectiva e individualmente- su responsabilidad y han pedido perdón tanto a las víctimas como a la sociedad, pero si considero una exageración por parte de la JEP imputar la esclavitud como si se tratara de un delito cuyo nivel de “sistematicidad” configuró un patrón.
Estoy seguro de que me dirán que en los relatos de las víctimas y en las imágenes de los comandantes guerrilleros custodiando a los secuestrados en cárceles improvisadas en la selva se encuentran las pruebas “irrefutables” del delito de esclavitud. Sobre los relatos de las víctimas no tengo absolutamente nada que opinar; sin embargo, si considero oportuno aclarar que la función de la JEP no consiste en avanzar en un caso a caso desde el sentir de cada una de las víctimas, sino que como jurisdicción transicional debe identificar patrones y sobre ellos sancionar a los máximos responsables.
Y así suene impopular, las Farc-EP no fue una guerrilla que haya echado mano de la esclavitud como una práctica sistemática, recurrente y sostenida. No me cabe duda de que en algunos casos si incurrió en tratos crueles, inhumanos, denigrantes y en trabajos forzados -como efectivamente lo han reconocido en la misma JEP-, pero de ahí a afirmar que la esclavitud fue una directriz con la cual procedió con todas las personas secuestradas solo puedo considerarlo como un despropósito.
Por eso, tiene todo el sentido del mundo que los exFarc hayan presentado recursos judiciales para que la JEP reconsidere esa imputación, así esto haya “frenado” la activación del Sistema restaurativo; además, presentar esos recursos está en la órbita de sus derechos procesales como comparecientes, porque tampoco puede empezar a hacer carrera la perspectiva falaz de pensar que los exFarc como comparecientes tienen sus derechos reducidos, o mucho menos, de endilgarles cuanto patrón de sistematicidad se le ocurra a la Sala de Reconocimiento.
Porque la eventual verdad judicial de la JEP no se puede convertir en una “historia oficial de las Farc” -como seguro ya quieren desde la derecha-; si ese es el caso, esa guerrilla pasará a la historia como una organización estrictamente criminal liderada por una camarilla de criminales de guerra y de lesa humanidad; y, vuelve y juega, así suene impopular: eso se encuentra muy alejado de la verdad histórica.
Las Farc-EP fueron una organización insurgente, con prácticas y acciones que degradaron y erosionaron su origen político en el marco del conflicto, eso no lo pongo en duda, es algo que inclusive vienen reconociendo en la misma JEP, pero su naturaleza política nunca se extinguió. Solo eso puede explicar que siendo una organización armada tan poderosa haya tenido la voluntad para sentarse a negociar un acuerdo de paz que, entre otras cosas, creó la JEP. Tribunal transicional que considero debería ser más ponderado en sus calificaciones y que no puede pretender imponer su verdad judicial sobre las perspectivas de verdad histórica que los mismos exFarc deben contar y ciertamente defender.
El tema va para largo y seguro se pondrá mucho más crítico conforme se vaya avanzando en otros macrocasos.
Por el momento, tan difícil me resultó escribir esta columna que, excusándome por mi poca creatividad, la titulé echando mano de García Márquez.
Comentar