Desde hace algunos meses el presidente Petro echó mano de una comparación a título de provocación, con cierta contundencia y ante diversos públicos, le planteó a los grupos insurgentes la siguientes pregunta: “¿O siguen el camino del padre Camilo Torres, o siguen el camino de Pablo Escobar?”. Aunque en principio dicha pregunta remita a una cuestión existencial básica en la historia del ELN, también volvió sobre la mesa cuando en marzo del 2024 el entonces Estado Mayor Central de las Farc al mando de alias “Iván Mordisco” emprendió una escalada violenta contra la población civil, en ese momento Petro afirmó:
“Uno va para un lado y el otro va para otro. El de Pablo va para asesinar a la gente y morir. Y el del cura Camilo Torres va para servir al pueblo y ayudar a la vida”.
Pues bien, en medio de la profunda crisis humanitaria que actualmente azota el Catatumbo, parece que el presidente decidió responder a su propia pregunta y sentenció -en un extenso trino en X- sobre el tránsito de las guerrillas hacia las denominadas organizaciones narcoarmadas (el camino de Pablo Escobar). Así, Petro deja de lado cierto devaneo sobre la naturaleza misma del conflicto y asume una perspectiva despolitizada que de facto no cierra la posibilidad de la salida negociada, aunque si da cuenta de que el primer Gobierno de izquierda y de extracción popular no logró crear los incentivos necesarios para superar el conflicto armado con las insurgencias.
Ya lo que sigue es dimensionar exhaustivamente esa transformación del conflicto social y armado, puesto que se sustenta en un diagnóstico que sí o sí implicará nuevas perspectivas y posibilidades para la búsqueda de una paz negociada en el mediano plazo, ya que, si se coincide con la visión de tránsito criminal expuesta por el presidente, estamos asistiendo a un conflicto criminalizado cuya resolución, en el mejor de los casos, no pasa por una variable política. ¿O cómo se procede en términos políticos con las denominadas organizaciones narcoarmadas?
Es su trino Petro concluye: “el ELN se apartó de la teoría del «amor eficaz» de su fundador, el sacerdote Camilo Torres Restrepo, del que aún guarda su sotana, y transitó hacia los caminos de Pablo Escobar, al que escogieron como su guía permanente. Es el tránsito que todo ser humano realiza cuando a su corazón lo gana la codicia, o como dijera José Eustasio Rivera, se lo gana la violencia.”
De esa forma, Petro deja de insistir en que el ELN vuelva a su naturaleza originaria y que como guerrilla de primera generación ponga en práctica aquel “amor eficaz” de Camilo Torres. Después de un agotador tire y afloje en medio de un proceso de diálogos estancando, la cuerda terminó por romperse y el presidente reconoció que “ese ELN está muerto” -nada que ver con la insurgencia que seguramente conoció en su juventud- y que ya le corresponde “al ejército actual, el ejército de la constitución, salvar y proteger a la población del Catatumbo del ELN, su asesino. El ELN ha escogido el camino de la guerra y guerra tendrá. Nosotros, el gobierno, estamos al lado del pueblo.”
Queda claro que a Petro se le agotó la paciencia, además, ya es plenamente consciente -tal vez, con algo de frustración contenida- de que su llegada al poder -en calidad de exguerrillero y firmante de un acuerdo de paz- no fue suficiente para mover los hilos de la historia y cerrar de una vez por todas el conflicto social y armado. Su voluntad de paz ha sido inquebrantable (paz total, paz con todos), eso no lo pongo en duda, pero del otro lado, con actores armados cegados por la obstinación y con una narrativa anacrónica de las luchas sociales, no se ha comprendido la importancia del momento histórico.
Concluyo esta breve columna con una idea que me resulta clave: si el conflicto armado se transformó, dejando de lado sus raíces sociales y políticas, degradándose en una mera disputa por rentas y control territorial, la búsqueda de la paz, como posibilidad y oportunidad política, también se debe transformar. ¿De qué forma? no sé, esa debe ser una pregunta a responder por parte de la academia, la sociedad civil y la comunidad internacional. Porque si no estamos asistiendo al conflicto que conocimos por décadas -y eso ya cada vez está más consensuado entre diversos actores políticos- la paz negociada también debe cambiar tanto en sus métodos como en sus procedimientos. ¿Cómo?, no sé.
La pregunta debe estar sobre la mesa.
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