El Físico norteamericano de origen japonés Michio Kaku[1], autor de los libros física del futuro y la física de lo imposible analiza en dichos textos las posibilidades de desarrollo tecnológico a partir de la ciencia actual y su inminente impacto social; Kaku alude en diversas entrevistas a la figura del gran hermano, no como el nombre de un reality show sino, bajo el término acuñado por George Orwell en su obra cumbre, 1984 que a propósito fue relanzada en enero de este año (y que causó furor en los Estados Unidos). En esta obra la raza humana vive bajo el régimen de un gobierno totalitario y represor, donde constantemente se vigila y se castiga cualquier comportamiento contrario al statu quo. Es decir, una especie de Leviatán Hobbesiano moderno, solo que en esta ocasión el poder político supera con creces el poder eclesiástico.
Al igual que Orwell, Aldoux Huxley describe en Brave new world un gobierno unitario que controla la sociedad, donde la ética científica está regida por el interés político, en el cual hay nuevos principios morales que esta vez no son dictados por una autoridad eclesiástica, pero si, por un estado omnipresente, donde las libertades individuales no son mayores que en el contexto sociopolítico actual y el concepto de felicidad está supeditado al placer.
Estas distopías que fueron plasmadas en su momento como una advertencia sobre los peligros del monopolio estatal, y que incluyen la supresión de libertades, la observación y penalización constante, pueden ser un reflejo soslayado de lo que ocurre y ocurrirá en varios gobiernos y sociedades, tanto en el presente como en el futuro cercano; tal y como lo plasmó Ray Bradbury escritor de ciencia ficción quien murió hace ya hace cinco años, autor de novelas tales como Crónicas Marcianas y Fahrenheit 451, esta última escrita en 1953 y que fue llevada al cine, narra un país donde el cuerpo de bomberos tenía por santo oficio quemar los libros, con la premisa de que el conocimiento hacía diferentes a las personas y esto no le convenía a un país de tendencia despótica, que necesitaba homogeneizar a sus ciudadanos para gobernar sin opositores.
Tal vez lo más relevante de este libro es que fue lanzado en pleno auge del Macartismo[2] y se convirtió en un campanazo de alerta sobre la intromisión del estado en los asuntos públicos. Nada nuevo para la sociedad norteamericana que se jacta de tener una “falsa libertad” de prensa de culto y de pensamiento. Ahora bien, muchas cosas que hace diez o quince años eran imposibles son ahora realidad, algunas son vox populi y otras secreto de Estado.
La tecnología que fue diseñada para el bienestar del hombre ha caído en la mayoría de las veces en detrimento del mismo, la ciencia empeñada en alcanzar utopías termina siendo un instrumento de represión y control. Las TIC en especial la publicidad y la propaganda son solo un ejemplo de cómo se manipula la información, a fin de lograr resultados amañados a diversos y oscuros fines. Basta recordar la campaña política que llevó a Juan Manuel Santos al poder, en manos del exitoso publicista J.J. Rendón o el magnífico marketing político del Centro Democrático en el contexto del plebiscito del 2016, campaña bastante fiel a los 11 principios utilizados por Goebbels en el auge del Nacionalsocialismo. ¡Bienvenidos pues, a la era de la posverdad! Donde las mentiras reconfortantes sirven de placebo a la verdad incómoda.
En la era del engaño, donde los delicados límites entre lo público y lo privado, lo ético y lo estético, se han resquebrajado, nada parece imposible. No es de extrañar entonces que exista una preocupación latente en la comunidad científica internacional y en Defensores de Derechos Humanos, de que algún día lo que se promocione como descubrimiento tecnológico se convierta en una herramienta de opresión y manipulación supraestatal. Los drones por ejemplo que nacieron como un importante avance tecnológico, rápidamente se convirtieron en un artefacto militar que ya se han cobrado miles de vidas en el oriente medio[3].
El filósofo canadiense Herbert Marshall Mcluhan escribió alguna vez “Toda la tecnología tiende a crear un nuevo entorno humano. Los entornos tecnológicos no son meramente pasivos recipientes de personas, son procesos activos que reconfiguran a las personas y otras tecnologías similares”.[4] Conforme con esto, los seres humanos estamos transversalizados y expuestos necesariamente a merced del desarrollo tecnológico, basta con un análisis somero para evidenciar la repercusión cultural que han tenido la proliferación de redes sociales y los dispositivos móviles en los últimos veinte años, tanto en el ámbito laboral como académico y social, si miramos ese mismo desarrollo a gran escala, vemos que no es casualidad que los gobiernos del primer mundo han invertido millones de recursos en tecnología con fines militares, con la excusa de mantener la seguridad nacional.
Después del 11 de septiembre el concepto de seguridad cambio radicalmente, hasta el punto de inducir a las masas la paranoia interestatal, donde cualquier individuo, ciudadano o extranjero puede ser considerado un enemigo potencial; a la par de esa histeria guerrerista creció también la inversión en armas avanzadas; los satélites que detectan el titular en un periódico que un hombre lee sentado en la plaza Roja ya no son mera invención de J.J. Benítez[5], si tenemos en cuenta que el Hubble puede obtener imágenes ópticas de hasta 0,1 segundos de arco, ¿hasta dónde puede estar amenazada nuestra privacidad? En una ciudad llena de cámaras no solo la inseguridad se ve vulnerada, las “chuzadas” ya no son tácticas detectivescas de la guerra fría sino métodos generalizados por muchos gobiernos desde democracias hasta monarquías, y el concepto de privacidad esta tan expuesto como quien lanza arengas en la plaza pública con su rostro descubierto.
Otro tema igualmente denso que dejó de hacer parte de la ciencia ficción, es la manipulación genética y las posibilidades quiméricas que se desprenden de la misma, a veintiún años de la clonación de la oveja Dolly, los límites éticos y jurídicos de la ingeniería genética aún no son suficientemente claros y estos mecanismos de selección y regulación son propensos a utilizarse tanto en el control de la natalidad, como de «calidad» humana, podrían convertirse en métodos fuertes de coerción desde la uniformidad física y mental. La matriz donde se incuben los ciudadanos del futuro. (conforme las normas dictadas por el neo determinismo biológico) Pero en rigor de verdad no hay de qué preocuparse, la T.V nos provee a diario de suficientes fake-news algunas tan divertidas que parecen sacadas de actualidad panamericana, pero sobre todo de mucho entretenimiento, desde el más significativo hasta el más escatológico.!
¡Bienvenidos pues, de nuevo a la era de la posverdad!
“La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza.” (George Orwell – 1984)