De espectadores a protagonistas, la educación que construye futuro

“Educar para la ciudadanía es, en definitiva, un acto humano y transformador”


Hablar de educación para la ciudadanía activa es pensar en el corazón de una sociedad. Formar seres humanos capaces de pensar críticamente, actuar con responsabilidad y comprometerse con el bienestar colectivo; dicho de otra manera, es ir más allá de reparar en fechas o nombres de próceres, es preparar a las personas para que sean protagonistas de sociedades democráticas.

En un país como Colombia, en el que los desafíos sociales, económicos y políticos son complejos, este enfoque educativo tiene un valor crucial. Educar para la ciudadanía activa es un acto de resistencia frente al individualismo, la indiferencia y la desconfianza institucional. Es un llamado a formar ciudadanos que se preocupen por los demás, que comprendan el valor del diálogo, que participen en las decisiones que afectan a su comunidad y que entiendan que la democracia no es solo votar cada cuatro años, sino construir día a día un país más justo y solidario.

Al respecto ¿cómo se encuentra la situación en Colombia? Aunque la educación cívica está contemplada en la Constitución Política de 1991, en la práctica se hacen esfuerzos para que esta haga parte de materias como ciencias sociales, democracia, e incluso, cátedra de la paz. Si bien, estudios como el del Ministerio de Educación Nacional (Documento CONPES 3918 de 2018) han reconocido la necesidad de fortalecer esta dimensión formativa, las inequidades aún son grandes, sobre todo en contextos rurales marcados por la violencia.

No se puede hablar de ciudadanía activa sin considerar las condiciones reales del sistema educativo. Las cifras lo dicen con claridad: según el Banco Mundial (2020), aunque se han dado avances en cobertura, las desigualdades persisten, afectando de manera directa la calidad y equidad en el acceso a una formación integral. En departamentos como la Guajira o el Chocó, el fenómeno de la deserción escolar y el analfabetismo continúan siendo un impedimento para construir ciudadanía. En el primero, el incremento en las tasas de deserción escolar subió del 2.51% al 3.65% entre 2019 y 2022 (Procuraduría General de la Nación, Boletín 922-2023); y en el segundo, los altos niveles de violencia y reclutamiento forzado son una de las principales causas de este fenómeno. ¿Cómo formar ciudadanos críticos y participativos si la garantía educativa se convierte en un privilegio?

Esto también enciende una señal de alarma: la desilusión de los jóvenes frente a la política y sus instituciones. De acuerdo con el informe de la Corporación Latinobarómetro 2020: La Democracia Resiliente, el 44% de los jóvenes colombianos no se sienten representados por los partidos políticos, ni por los mecanismos tradicionales de participación. Si la educación conectara a los jóvenes con su realidad política, tal vez tendrían más motivación para ejercer una ciudadanía plena.

Si este es el caso, ¿Qué podemos hacer para que la educación se oriente a formar ciudadanos activos y comprometidos? Varias son las alternativas que el país tiene frente a esto. Primero, es clave que los docentes conecten su práctica pedagógica con la formación en competencias ciudadanas sin importar el área de estudio. La ética, el pensamiento crítico, el trabajo colaborativo y el diálogo intercultural deben ser transversales en todas las disciplinas, desde las ciencias sociales hasta las matemáticas.

Adicional, es necesario vincular a la comunidad educativa en su conjunto. Se invita a los padres, cuidadores, líderes comunitarios, organizaciones sociales y gobiernos locales a asumir un rol activo en la formación ciudadana. El compromiso no es únicamente de la escuela, sino de los entornos en los que la ciudadanía se viva cotidianamente.

Desde mi experiencia como educador, ciudadano y Director de Calidad e Innovación Educativa, he visto de cerca cómo un enfoque pedagógico centrado en la ciudadanía activa transforma vidas. Recuerdo con añoranza una exposición municipal de proyectos PRAE, en la que los estudiantes identificaron problemáticas de su comunidad y propusieron soluciones concretas a partir de campañas de reciclaje y jornadas de diálogo con líderes locales.

Fue allí donde comprendí que educar para la ciudadanía es sembrar conciencia y construir esperanza, porque más allá de los discursos y las políticas, la educación para la ciudadanía activa es una apuesta en el tiempo. Y sí, aún nos queda mucho por hacer. Pero mientras sigamos creyendo en el poder de la educación para formar ciudadanos libres, críticos y solidarios, tendremos razones para no perder la confianza. Así lo dijo Paulo Freire, educar es un acto de amor. Por eso, educar para la ciudadanía es, en definitiva, un acto profundamente humano y transformador.

Juan Carlos López Flórez

Licenciado en Filosofía, historiador y docente. Escribo para invitar a la reflexión, inspirado en la historia y la literatura, impulsando el cambio educativo que necesitamos.

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