Algún día me preguntaron si le encontraba algo bueno al gobierno de Juan Manuel Santos, luego de una pausada reflexión contesté que lo único bueno de esta administración era que permitiría que con el paso de los días, los hechos nos dieran la razón a quienes la hemos desmentido. Lamentablemente así ha resultado, que más quisiera yo que haberme equivocado en el pronóstico de que al final este sería el peor gobierno de la historia en nuestro país.
Santos quiso ocultar el fracaso de todas sus políticas públicas con la bandera de la paz, pero resultó peor el remedio que la enfermedad, ya que lo que el primer mandatario nos ofreció como la panacea para las dolencias de nuestra sociedad, terminó convirtiéndose en el peor padecimiento para los colombianos.
Desde el principio de las conversaciones de “paz” con el grupo narco-terrorista de las Farc, advertimos que eso no resultaría bien. Deténganse por un momento a pensar si unos sujetos que han asesinado, secuestrado, reclutado menores, violado niñas y luego las han obligado al siniestro crimen del abortó, van a sentarse de la noche a la mañana como arcángeles a hablar de paz.
Pero suponiendo que así fuera y dando el beneficio supremo de la buena fe, tan sólo bastó con observar la actitud de los negociadores de la guerrilla para identificar que su propósito no era la paz, sino el fortalecimiento de su estructura criminal, lo que luego conoceríamos con el nombre de “disidencias” o el denominado cambio de brazalete. Y por supuesto la financiación seguiría a cargo del negocio que durante décadas ha servido como combustible para alimentar su accionar terrorista: el narcotráfico.
Ya no tiene ningún sentido el que los cabecillas de la guerrilla sigan ocultando su actividad ilícita basada en el tráfico de estupefacientes. Uno de sus máximos jefes fue capturado por la Fiscalía como consecuencia de una solicitud de extradición expedida por las autoridades norteamericanas. Dicho sea de paso, este caso fue puesto al descubierto no por la operancia de nuestros organismos judiciales, sino gracias al trabajo de la DEA.
Entre las declaraciones de Jesús Santrich, éste le advirtió a su camarada y compañero de andanzas Luciano Marín, alias Iván Márquez, que sería el próximo en ser capturado. Sumado a esto, en el mismo operativo que cayó Santrich también fue capturado el sobrino del mencionado cabecilla Márquez, quien días después viajó a los Estados Unidos en calidad de testigo, según fuentes periodísticas allí dará declaraciones que entre otros involucrarán a su tío.
Después de observar estas pruebas que afloran ante la opinión pública, más todas aquellas que durante el transcurrir de los días han demostrado que lo que ocurrió en La Habana no fue más que una pantomima, nos asalta la pregunta: ¿de cuál paz nos hablan?