“En el relato de las víctimas, en las transmisiones en vivo desde el horror, en los rostros de niños mutilados y padres que entierran a sus hijos, Israel ha firmado el acta de defunción de su autoridad moral.”
Pocas veces en la historia contemporánea, un Estado ha logrado desmoronar tan velozmente su propia legitimidad ante los ojos del mundo como lo ha hecho Israel desde octubre de 2023. La narrativa hegemónica que durante décadas lo presentaba como bastión democrático y víctima permanente del antisemitismo regional, ha comenzado a resquebrajarse de manera irreversible. Hoy, millones de ciudadanos occidentales, desde América Latina hasta Europa y Oceanía, han desplazado su empatía hacia Palestina y cuestionan abiertamente el rol de Israel en uno de los conflictos más prolongados y sangrientos del siglo XXI. Ya no se trata de una cuestión diplomática, ni siquiera estratégica, lo que se ha puesto en juego es la autoridad moral de un Estado que, con sus acciones militares y su retórica intransigente, ha convertido a la causa palestina en bandera de resistencia global.
Este vuelco en la percepción colectiva no ha sido promovido por élites políticas ni organismos multilaterales, muchos de los cuales persisten en su silencio cómplice, sino por una ciudadanía interconectada que ha hecho de las redes sociales, las calles y los espacios académicos, un escenario de confrontación simbólica.
Mientras Israel continúa justificando la devastación en Gaza con argumentos de seguridad nacional, una parte creciente de la opinión pública mundial ve en esa narrativa una cortina de humo que intenta tapar lo que, a todas luces, constituye una violación sistemática de derechos humanos. Y en ese escenario, la legitimidad que Israel perdió, Palestina la ha convertido en palabra, imagen, lucha y resistencia.
¿Qué está pensando Europa frente a la ocupación?
Según datos de YouGov (2025), publicados en junio, solo entre el 7 % y el 18 % de los ciudadanos en Alemania, España, Reino Unido, Francia, Italia y Dinamarca consideran justificadas las acciones militares israelíes en Gaza. En contraste, entre el 18 % y el 33 % manifiesta una simpatía explícita por la causa palestina. Además, las valoraciones positivas hacia Israel han alcanzado mínimos históricos, como –44 % en Alemania o –55 % en España; y más de la mitad de los europeos califica las acciones del Estado israelí como “genocidio” (YouGov, 2025).
¿América Latina y Oceanía están tomando partido?
Por su parte, en América Latina, México elevó el estatus de la Misión Diplomática Palestina al nivel de embajada en 2023, decisión respaldada públicamente por la Secretaría de Relaciones Exteriores, reafirmando así su apoyo a la autodeterminación del pueblo palestino (Secretaría de Relaciones Exteriores, 2023); pero el respaldo no es exclusivo del plano gubernamental, en países como Chile, Argentina y Colombia, movimientos ciudadanos, organizaciones sociales, universidades y comunidades religiosas han intensificado su activismo en favor de la causa palestina. En Santiago y Buenos Aires se han realizado marchas masivas con consignas como “Palestina libre”, mientras que colectivos académicos han suscrito manifiestos denunciando la ocupación israelí como crimen de guerra.
Por su parte, Australia ha registrado un creciente apoyo ciudadano hacia Palestina: un 82 % de la población considera injustificado el bloqueo humanitario a Gaza y un 67 % exige a su gobierno una postura más activa en defensa de los derechos humanos (Oxfam Australia, 2025). En línea con esta exigencia, el Departamento de Asuntos Exteriores y Comercio destinó en 2024 más de 100 millones de dólares australianos en ayuda humanitaria para Gaza y Líbano.
¿Cuál es el pulso en Estados Unidos y Canadá?
Mientras tanto en Estados Unidos, la opinión pública continúa polarizada. Según YouGov (2025), solo el 46 % de los adultos simpatiza con Israel (la cifra más baja en décadas), mientras que un significativo 33 % apoya públicamente a Palestina (la cifra más alta de apoyo nunca antes registrada) . En Canadá, aunque los estudios aún están en curso, se ha documentado una fuerte inclinación pro-palestina en provincias como Quebec y Columbia Británica. Este fenómeno no solo se manifiesta en encuestas, sino también en movilizaciones, protestas y posturas adoptadas por centros universitarios, asociaciones estudiantiles y sectores progresistas de ambos países.
¿Cómo están moldeando las redes sociales el conflicto?
Otro punto importante a analizar es el rol que las redes sociales han desempeñado en el moldeo de la opinión pública, el cual se evidencia en un respaldo digital a Palestina que supera con creces al de Israel. En Facebook, el hashtag #FreePalestine aparece en más de 11 millones de publicaciones, mientras que #StandWithIsrael apenas alcanza 278,000. En Instagram, la tendencia es similar, 5.7 millones frente a 214,000 publicaciones, respectivamente (Toyota, 2023). En TikTok, desde octubre de 2023, se han registrado cerca de un millón de videos con el hashtag #StandWithPalestine, acumulando más de 4,000 millones de vistas, en comparación con los 38,000 videos y 400 millones de vistas con #StandWithIsrael (TikTok Newsroom, 2023).
Asimismo, entre el 16 y el 31 de octubre de 2023, se publicaron alrededor de 210,000 contenidos con #StandWithPalestine frente a solo 17,000 con #StandWithIsrael. Un análisis de la empresa Humanz concluyó que entre octubre y noviembre de 2023 se publicaron 109.6 mil millones de posts con hashtags pro‑Palestina, frente a 7.4 mil millones pro‑Israel, reflejando una proporción abrumadora de 15:1 (Humanz, 2023). En X (antes Twitter), el hashtag #freepalestine genera un promedio de 8 tuits por hora y alcanza 34,810 impresiones cada 60 minutos (RiteTag, 2024).
Esta masificación recuerda lo ocurrido durante la Primavera Árabe, cuando plataformas como Facebook y Twitter funcionaron como catalizadores de movilizaciones masivas en Egipto, Túnez y Siria. Autores como Howard y Hussain (2011) demostraron que en países como Egipto el uso de redes sociales contribuyó a amplificar la protesta, facilitar la organización y difundir imágenes de represión estatal, dando visibilidad internacional al reclamo ciudadano. De forma paralela, el fenómeno actual con Palestina no solo visibiliza la catástrofe humanitaria en Gaza, sino que también ha generado la proliferación de discursos que equiparan al sionismo con el nazismo o cuestionan la existencia misma del Estado de Israel.
Por otro lado, investigadores como Conway y McInerney (2023), han advertido que los mismos canales digitales utilizados para amplificar causas legítimas han sido instrumentalizados por células extremistas para difundir propaganda, incitar al antisemitismo o incluso reclutar a combatientes yihadistas en países como Reino Unido, Alemania y Estados Unidos. Así como durante la Primavera Árabe, Facebook fue usado también por grupos salafistas para reclutar combatientes en Libia y Siria (Aouragh & Alexander, 2011), hoy las redes sociales sirven a la vez como vitrina de denuncias legítimas y caldo de cultivo para posiciones radicales.
¿Estamos ante un nuevo auge del antisemitismo?
En paralelo a la expansión del apoyo a Palestina, el antisemitismo ha experimentado un alarmante crecimiento. En 2024 se registraron 6,326 incidentes antisemitas a nivel global, lo que representa un incremento del 107.7 % con respecto al año anterior (Combat Antisemitism Movement, 2025). En Estados Unidos, la Liga Antidifamación informó de 9,354 incidentes antisemitas en 2024, el nivel más alto desde que comenzaron los registros en 1979. Además, en abril de 2025, los campus universitarios estadounidenses reportaron 554 incidentes, una cifra que refleja la creciente tensión entre libertad de expresión y discursos de odio (ADL, 2025).
No obstante, más allá de los números, lo que preocupa a diversos analistas es el giro semántico en la percepción de Israel. Para muchos ciudadanos de Occidente (particularmente jóvenes, progresistas y usuarios activos de redes sociales), Israel ha dejado de ser percibido como un Estado víctima del antisemitismo histórico y se ha convertido en sinónimo de ocupación, represión y abuso de poder. En círculos activistas y académicos, cada vez se equipara más al Estado israelí con estructuras coloniales anacrónicas y a su aparato militar con una maquinaria de exterminio impune. Esta transformación narrativa es profunda, peligrosa y sintomática de una ruptura de confianza.
Conviene subrayar que este fenómeno no es nuevo, a lo largo de la historia, los Estados que pierden su capital simbólico frente al mundo tienden a quedar aislados, señalados y, en muchos casos, debilitados estructuralmente. En este caso específico, Israel enfrenta el riesgo de que la condena legítima a sus políticas de guerra termine degenerando en formas de antisemitismo renovado. En muchos discursos, lo judío se reduce erróneamente a lo israelí, y el Estado se convierte en chivo expiatorio de las frustraciones geopolíticas contemporáneas.
Así las cosas, la paradoja resulta entonces trágica, mientras las violaciones sistemáticas en Gaza radicalizan el descrédito internacional hacia Israel, también abren espacio para discursos de odio que no distinguen entre el gobierno de Netanyahu y los ciudadanos judíos del mundo. Esta es, en parte, la consecuencia de una estrategia sostenida que ha ignorado durante décadas el poder de las imágenes, de la opinión pública global y de una juventud que ya no tolera el cinismo de los poderosos.
En efecto, el descrédito actual no proviene de una campaña de desinformación, sino de la acumulación persistente de pruebas, testimonios y registros audiovisuales que revelan una política de ocupación implacable. Para amplios sectores ciudadanos, Israel ya no encarna la memoria del Holocausto ni el sueño democrático en Medio Oriente, sino la imagen brutal de un Estado que bombardea escuelas, asesina niños, impide el ingreso de ayuda humanitaria y mantiene un régimen de apartheid, reconocido incluso por organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional. En esta transformación del imaginario colectivo, Israel no solo pierde simpatía, sino que se convierte en el símbolo moderno del abuso de poder legitimado. Ese cambio, aunque simbólico, arrastra consecuencias profundas para el equilibrio político y moral global.
¿Puede un Estado sobrevivir al colapso de su legitimidad simbólica?
A la luz de los datos expuestos, resulta evidente que el respaldo digital, diplomático y social a Palestina en el mundo occidental no constituye ya un gesto marginal ni una reacción emocional pasajera, sino una expresión política sostenida, informada y global. Este fenómeno trasciende los simples números: lo que verdaderamente emerge es una disputa narrativa de gran calado, donde Israel (por sus propias acciones) parece haber perdido la batalla simbólica y, con ello, buena parte de su legitimidad internacional.
Durante décadas, Israel cultivó con éxito una narrativa de excepcionalidad: la del Estado democrático rodeado de enemigos, víctima histórica del antisemitismo y bastión del orden occidental en Medio Oriente. Sin embargo, esa imagen se ha desplomado bajo el peso de sus propios actos. Las masacres reiteradas en Gaza, los ataques a hospitales y escuelas, el bloqueo inhumano de ayuda humanitaria y las declaraciones incendiarias de sus líderes, han provocado un quiebre irreversible en la percepción global.
Pero este proceso de descrédito no ha ocurrido en el vacío. La complicidad activa de Estados Unidos (mediante el suministro de armas, el veto a resoluciones en el Consejo de Seguridad de la ONU y el respaldo diplomático irrestricto), ha profundizado la indignación mundial. A ello se suma el silencio prolongado de amplios sectores de la comunidad internacional, incluidos organismos multilaterales que, pese a tener evidencia de crímenes de guerra, han optado por la inacción. La indignación ciudadana no solo apunta a Israel, sino también a quienes lo protegen política y mediáticamente.
Hoy, incluso quienes en el pasado defendían el derecho a la seguridad del Estado israelí, se sienten traicionados por la impunidad con la que se ejercen acciones desproporcionadas y sistemáticas contra la población civil palestina. En el relato de las víctimas, en las transmisiones en vivo desde el horror, en los rostros de niños mutilados y padres que entierran a sus hijos, Israel ha firmado el acta de defunción de su autoridad moral.
Ante este escenario, cabe preguntarse: ¿puede un Estado sostener su legitimidad exclusivamente con el respaldo militar y diplomático de sus aliados, mientras se hunde en el desprestigio moral y simbólico ante la ciudadanía global? ¿Puede seguir hablando en nombre del derecho internacional un gobierno que lo vulnera a diario frente a las cámaras del mundo? ¿Puede sostenerse un relato fundado en la memoria del Holocausto cuando el presente se escribe con fuego sobre poblaciones sitiadas?
La gran interrogante no es únicamente si Palestina está ganando el relato, sino si Israel ha implosionado su legitimidad de forma irreversible, porque hoy, en el siglo XXI, el poder sin relato, sin simpatía y sin respaldo ciudadano se vuelve cada vez más insostenible. Y ese descrédito (sólido, documentado, viralizado) puede significar algo más que una crisis de imagen puede marcar, sin retorno, el colapso de un proyecto político cuya violencia ha terminado devorando su propio relato fundacional.
En todo caso, la historia no absuelve fácilmente a quienes miran hacia otro lado cuando los crímenes se cometen a plena luz del día y ante los ojos del mundo. Así las cosas, el colapso simbólico de Israel, si continúa esta tendencia, no será solo un problema para su diplomacia, será un punto de inflexión ético para toda la arquitectura del poder global contemporáneo.
Referencias bibliográficas
ADL. (2025). Antisemitic Incidents Hit All-Time High in 2024. Anti-Defamation League. https://www.adl.org/resources/report/adl-audit-antisemitic-incidents-2024
Combat Antisemitism Movement. (2025). Echoes of the Past and a Warning for the Present. https://combatantisemitism.org/news/global-antisemitism-report-2024/
Conway, M., & McInerney, L. (2023). Extremist uses of social media in the digital age. Journal of Policing, Intelligence and Counter Terrorism, 18(1), 1–20.
Howard, P. N., & Hussain, M. M. (2011). The role of digital media in the Arab Spring uprisings. Journal of Democracy, 22(3), 35–48.
Humanz. (2023). Hashtag Performance Report: Israel–Palestine War. https://www.humanz.com/insights
Oxfam Australia. (2025). Australians say Israel’s Gaza policy unjustified. https://www.oxfam.org.au/media/2025/05/australians-say-israels-gaza-policy-unjustified
RiteTag. (2024). #freepalestine analytics. https://ritetag.com/best-hashtags-for/freepalestine
Secretaría de Relaciones Exteriores. (2023). México fortalece relaciones diplomáticas con Palestina. https://www.gob.mx/sre/prensa/mexico-fortalece-relaciones-diplomaticas-con-palestina
TikTok Newsroom. (2023). The truth about TikTok hashtags and content during the Israel–Hamas war. https://newsroom.tiktok.com/en-us/the-truth-about-tiktok-hashtags
Toyota, C. (2023). A case study of the hashtag #FreePalestine: cultural communication and public opinion transformation. Ilomata International Journal of Social Science, 4(4), 787–803. https://doi.org/10.52728/ijss.v4i4.776
YouGov. (2025). Net favourability towards Israel in Western Europe reaches record lows. https://yougov.co.uk/topics/international/articles-reports/2025/06/03/net-favourability-israel-western-europe-record-lows
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