“Algunos relatos golpearon tan fuerte las bases en las que uno ―lector hembra― edificó su vida, que al final no sale igual de esa lectura”.
“David, en su generosidad nos acompañará el próximo martes, 25 de octubre, en un encuentro virtual para hablar de su obra y de la nuestra”.
“Los nuevos escritores perseguimos el espejismo de la fama, aunque cuesta aceptar que no estamos diseñados para soportarla porque canjeamos ―sin dudar― la valiosa soledad por la inestable popularidad y las trampas de la moda y el mercado”.
Yo he querido hacer lo mismo en muchos cuentos y he sido admirado por ese hallazgo, que es el hallazgo de Dante en la Edad Media, el de presentar un momento como cifra de una vida.
Jorge Luis Borges
Años atrás un gran amigo y maestro, Oscar Castro, me asesoraba en el libro de microcuentos “Los errantes” y me obsequió el libro “Yo no maté al perrito y otros cuentos de enemigos”, de David Betancourt.
Guardé el libro para leerlo y desapareció. Lo busqué y nada. Años después un amigo llegó con una sonrisa para amortiguar mi enojo y dijo que era un buen libro.
Así que lo leí y me encontré unos cuentos tan impredecibles como una desgracia. Algunos relatos golpearon tan fuerte las bases en las que uno ―lector hembra― edificó su vida, que al final no sale igual de esa lectura. Sentí tristeza, rabia, ternura y mucha alegría. También, quedé con la sensación de que esos personajes eran tan reales como la gente que uno se encuentra en la calle y van cabizbajos por la preocupación del pago del arriendo, los servicios públicos; o silban un rock oxidado mientras miran de reojo las piernas de una muchacha.
“Los personajes de mis cuentos son pura gente inventada de la vida real, que a veces se quiere parecer a mí más de la cuenta, pero ahí sí me pongo serio y no la dejo. Que sean ficción ellos que para eso están y a mí que me dejen tranquilo porque, si no, si se empiezan a parecer mucho a mí, les hago lo que les hacía a los personajes de mis primeros cuentos. Ellos saben que yo soy capaz”, dice David.
Quise en un primer momento descifrar cuales elementos hacían que ese libro, “Yo no maté el perrito y otros cuentos de enemigos” de David fuera tan intenso. En primera instancia, sus relatos tenían una historia, eran cortos, directos y conmovían. Pero había algo más que no descifraba. Y miré ese libro con desconfianza.
Y me llegaban noticias de David: ganó el premio de cuento de la Universidad Industrial de Santander y Jorge Gaitán Durán con el libro “Ataques de risa”; ganó el V Premio Nacional de Cuento La Cueva con el relato “Beber para contarla”; se radicó en Puebla-México; publicó los libros “Buenos muchachos”, “Una codorniz para la quinceañera y otros absurdos” y “Bebestiario”.
Tiempo después, en el taller de literatura que inicié en el 2020 con unos amigos en la Casa Cultural Talpa, en Girardota, propuse leer de nuevo el libro de David: “Yo no maté al perrito y otros cuentos de enemigos”, más: “La vida me vive amargando la vida”. El taller que es un espacio para hablar de literatura, leer nuestras creaciones y que nos permitió vernos en tiempos de pandemia; nos posibilitó desentrañar la obra de David ―además, David, en su generosidad nos acompañará el próximo martes, 25 de octubre, en un encuentro virtual para hablar de su obra y de la nuestra.
Leímos el libro de David con destornillador para observar su mecanismo interior. Y bueno, no sé si lo logramos, pero encontramos cinco elementos que hacen de los cuentos de David relatos que se quedan contándose dentro de uno.
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Están bien escritos.
Tal vez porque David estudió Filología y Periodismo cuente con el criterio, el rigor y el conocimiento para que sus relatos no tengan fallas de ortografía ni frases ambiguas. Esto no distrae al lector porque atrapar un lector es tan difícil como agarrar un marrano engrasado. Por eso, el cuidado de un texto exige al escritor pensar cada frase para que el lector no tenga que releerla. Así se empieza a establecer el vínculo entre el relato y el lector. Y una prosa cuidada eleva el relato a otro nivel; además de cuidada, espontánea.
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Se leen de una sentada
Los conflictos que plantea David exigen al lector saber cómo se van a solucionar. Ejemplo, el relato: “Los amigos no existen”, hay un atraco; el agresor y agredido ―por algunas páginas― son los mejores amigos. O “Yo no maté el perrito”, el conflicto no es original, pero, es importante para los personajes. Es decir, una abuela puede no querer a su nieto y lo culpa de la muerte del perro; en el transcurso del cuento la relación entre la abuela y el nieto se pone tensa, absurda y fascinante hasta el punto final. O “Detrás de mí” es un relato donde no suceden giros sorprendentes y son los necesarios para alimentar las expectativas del lector. En ese cuento el personaje narrador dialoga con el narrador Omnisciente y esperan la llegada de un maestro, un trascendido; al recinto llegan todo tipo de personas y es una espera aburrida; pero el ingenio del escritor lo deja a uno ahí, esperando, sin aburrirlo.
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Los finales son aceptados
Cuando David termina un relato, uno, el lector, lo acepta como el único final posible. Es un final coherente con la historia. En “Los amigos no existen”, el atracador, que se hace amigo de la víctima, al final conquista a la madre y se fuga con ella. David le da sentido al final de cada cuento y no deja la sensación de truco ni engaño, así utilice trucos y lo engañe a uno. Por ejemplo, en el relato “La vida me vive amargando la vida”, el personaje escritor, en su primera lectura en un lugar de prestigio, sucumbe a su gran temor y es dormirse en plena lectura.
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Emocionan
En el cuento: “Último partido”, la alegría y la tristeza van tomadas de la mano; inseparables y contradictorias. Y si algo tienen las emociones es que son impredecibles, ingobernables y conflictuan la existencia. Pero son tan necesarias a la vida como las temporadas de sol y lluvia a la naturaleza. Y en el relato de David se narra un partido de fútbol entre muchachos. El encuentro es divertido; los personajes disfrutan hasta que el más calidoso muere con una bala perdida. En el relato: “Única oportunidad”, los personajes llevan las cenizas de su amigo al Estadio para que atestigüe que el Deportivo Independiente Medellín por fin quedó campeón; pero pierde. En ambos relatos la alegría prepara la piel del lector para que el aguijón de la tristeza sea certero e inolvidable. También, se trasmite una experiencia de vida, como es la relación de pareja y el fantasma de la infidelidad en el cuento “Abrázame fuerte”. En estos cuentos la emoción permite al lector relacionarse con el personaje porque el lector conoce el sentimiento y la experiencia de vida narrada. Por ejemplo, en el relato: “La vida me vive amargando la vida”, los nuevos escritores vemos nuestra inseguridad y el sueño amargo de la fama. Aunque perseguimos el espejismo de la fama, cuesta aceptar que no estamos diseñados para soportarla porque canjeamos ―sin dudar― la valiosa soledad por la inestable popularidad y las trampas de la moda y el mercado.
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Las piezas encajan
Así parezcan espontáneos e ingeniosos los cuentos de David no suceden por casualidad. En ellos, cada elemento, personaje, diálogo, tienen una función que lleva al relato hasta el único desenlace posible.
Analicemos un cuento, pero sucede con la mayoría. En el relato: “El último partido”, David escoge el escenario de un barrio, en las horas en que las señoras salen de misa; hay un escenario, muchachos malos, niñas buenas… se siente el barrio.
Otra pieza es el final. En un buen cuento el final se anuncia sin que el lector lo vea. Esto, para que cuando termine el relato el lector lo acepte porque siempre estuvo ahí, pegado a la nariz. En “El último partido” David mostró el final como si fuera un conejo que metía en un sombrero y desaparecía. Y el conejo nunca se movió del sombrero. Veamos, el relato empieza con el final: “Cómo no acordarme de tu último partido, Felipe, de tu tragedia”. Luego, en el tercer párrafo repite la frase, pero en forma interrogativa. Y sigue haciendo referencias durante todo el relato y cuando repite varias veces “¿Te acordás?” evoca lo que no está. Y te mete en el partido, en la tocata, en la apuesta, en la llegada del zarco; te distrae del final anunciado hasta que en el último párrafo sucede la muerte de Felipe: “…ahí, tendido en el piso, con tu inocencia, a solo dos goles de la gloria y mamá llevándome a casa de la mano, arrastrándome para que no llore más por vos, sacudiéndome la melancolía…”. Es un final con tragedia meditada.
Otras columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/camirgo/
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