Una auténtica vergüenza internacional es la que nos están haciendo pasar a los colombianos la ministra de Minas, Irene Vélez, y el presidente de la República, Gustavo Petro. No de otra manera puede calificarse que los dos, en Davos, se atrevieran a ratificar que Colombia no firmará nuevos contratos para buscar petróleo y gas, decisión que le hace daño al país y que, de mantenerse, le destruye su economía.
Tan absurdos, y tan tercos, son los decires de Petro y Vélez, que el ministro José Antonio Ocampo guardó silencio, como también los demás ministros y los dirigentes nacionales del petrismo. Incapaces de corregirlos, tampoco los respaldan. Porque si no le temes a nada, témele al ridículo.
Es tan absurda la idea, tan errada y perniciosa, que Colombia es el único país petrolero del mundo –¡el único del mundo!– que tiene tomada esa decisión. En América, por ejemplo, no la han tomado ni la tomarán Brasil, México, Venezuela, Argentina –los cuatro con gobiernos alternativos– ni Estados Unidos. Porque saben que sería un error garrafal y que quedarían como locatos. ¿Se acuerdan de que Lulla, hace unos meses, cuando Petro le propuso que impulsaran juntos el disparate, lo despachó con cajas destempladas?
Es el colmo que Petro se atreva a decir que reemplazará los hidrocarburos por más turistas extranjeros. Porque es imposible aumentarlos hasta que sus gastos igualen los ingresos en dólares por petróleo. Y porque constituye otro engaño igualar la plata que les entra a unos particulares con la que le llega al Estado a través de Ecopetrol. ¿Y por qué hay que acabar con el petróleo para atraer turistas? Claro que luego de que Petro, en las presidenciales de hace cuatro años, prometiera reemplazar el petróleo exportando aguacates, nada debe sorprendernos.
¿Qué tiene de negativo para Colombia, de otro lado, si unos empresarios privados buscan hidrocarburos, sea que los encuentren o no y que puedan o no extraerlos y venderlos? Nada. Pero los colombianos sí obtendríamos ganancias importantes en empleos, exportaciones, regalías e impuestos si el negocio les funciona. Tienen que ser demasiado cerriles y desinteresados con la suerte del país para negarse a aceptar algo tan elemental. ¿O temen darles la cara a sus electores y decirles que se equivocaron con esta promesa electoral?
Es cinismo, además, que Petro se presente como el gran adalid mundial del ambientalismo cuando con este daño a los colombianos en absolutamente nada mejora el problema del cambio climático global. Porque si Colombia deja de producir petróleo y gas, tendrá que importarlos para su consumo y seguirá generando el mismo escasísimo CO2 que hoy produce por quema de combustibles fósiles, que equivale a solo el 0,2 por ciento del total del mundo. Y porque si deja de exportar, otros países lo reemplazarán y el CO2 emitido en su consumo será el mismo, así como su impacto ambiental.
Es imposible que Petro no entienda verdades tan elementales. Pero tampoco las controvierte con datos y cifras porque no los tiene y porque los mesías saben que es más fácil engatusar a quienes los siguen por fe si no corren el riesgo de entrar en detalles. Y así ocurre con otro disparate “ambientalista” suyo que también mencionó en Davos, el de una línea de electricidad de 25 mil kilómetros y con energías solar y eólica, de Alaska a la Tierra del Fuego, que nos hace recordar a Goyeneche.
Y no hay que hacerse ilusiones. Porque conductas como estas, que generan repudio y desconfianza entre quienes no se dejan engañar, siempre les hacen daño a los países.
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