Lo de Quintero es un espejo al que pueden asomarse los recién posesionados gobernantes, cuyo principal objetivo sea «chuliar» un escalón para aspirar después a responsabilidades mayores.
«Mi Dios si le da carne al que no tiene dientes’, refrán popular que apunta a condenar a todo aquel que tiene talentos para sobresalir y liderar comunidades, y en vez de hacerlo, los echa por la borda. Daniel Quintero de bruto no tiene nada y su coeficiemte intelectual no creo yo que sea tan bajo como lo fue su paso por la alcaldía, es estudiado y recorrido, tiene emprendimientos y su rostro aun juvenil, prometía en 2019 ser una alternativa para Colombia, pero todo fue un fiasco.
Eligiéndose Alcalde de la segunda ciudad más poblada de Colombia, emergió Quintero que con Claudia Lopez en Bogotá, ya le anunciaban al pais que a la izquierda le estaba llegando su turno, hecho que se dio con el triunfo de Gustavo Petro, hoy Presidente, y ponían a los mandatarios de las dos más grandes ciudades en lista de espera para sucederlo.
Mi lamento, más que por la desadministración, corrupción y basuras, es porque él, Daniel Quintero, pudo convertirse en una esperanza para la Colombia ya huérfana de líderes, para que esa orilla política de izquierda a la que comenzó a pertenecer después de trabajar para el Partido Conservador, pudiera pelearle de tu a tu el poder a esa fracción de la derecha que es egoísta, excluyente y también corrupta.
Por allá lo oí en el Huila en la posesión del Alcalde de Neiva, y de nuevo se me pusiéron los pelos de punta cuando anunció por enésima vez su deseo de estar en el partidor presidencial 2026. Qué horror. Esa sí es una verdadera amenaza.
Daniel, pudiste hacer bien las cosas, pudiste lucirte en ese importante cargo, pudiste aprovechar la coyuntura de Hidroituango para ser más propositivo y menos desafiante, pudiste dejar que EPM siguiera siendo ejemplo de cómo las empresas comerciales e industriales en manos del Estado sí podrían cumplir su tarea y generar utilidades sin menoscabo de la confianza en ellas. No había necesidad de tu vergonzosa y desafiante participación en política. Con ello, poco o nada le aportaste al triunfo de Gustavo Petro, pero pusiste en aprietos a la Procuraduría.
Daniel, estando al frente de los destinos de una ciudad de dos millones y medio de habitantes, no tenías necesidad de generar divisiones en la sociedad no solo medellinense, sino la antioqueña toda y quien sabe si también en otras regiones del país. Es más, pudiste en el último tramo de tu cuatrienio, cuando lo de Petro es generar odio, mostrar una faceta más amable e incluyente como para pensar que sí podrías ser merecedor de un voto para ser Presidente.
A Diana Osorio, nada hay qué reclamarle, salvo el abuso que de su rol de esposa del Alcalde para el logro de favores personales, hizo, como nos lo dio a conocer de manera extemporánea, quien en principio de la administración Quintero, fue el gerente de Ruta N Juan Andrés Vasquez. Es sectaria y fastidiosa pero eso ni es pecado ni es ilegal, y más bien lo ayuda a uno a entender cómo se convirtió en la media naranja del protagonista de mi columna. Hay un desperdicio también, si se tiene en cuenta que las primeras damas tienen un reconocimiento social no pago para trabajar por la comunidad o para hacer el mal como sí lo hizo la señora Osorio.
Lo de Quintero es un espejo al que pueden asomarse los recién posesionados gobernantes, cuyo principal objetivo sea «chuliar» un escalón para aspirar después a responsabilidades mayores. Háganlo bien, sean honrados, traten bien al ciudadano. En resúmen: compórtense totalmente contrarios a como lo hizo Daniel Quintero en Medellín. La comunidad dice: cuatro años son muy poco cuando se siente bien gobernada pero es una eternidad cuando al frente de sus destinos está un maleante como Quintero…y eso que para fortuna renunció tres meses antes.
Ñapita: y songo sorongo llegamos al 35% del período de Petro. Ahí vamos acumulando millas hasta que nos toque resolver si continuar con lo suyo o darle un vuelco total. Quienes me conocen ya saben por cuál de las dos opciones me inclino.
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